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sábado,
28 de
julio de
2007 |
“O esto cambia o hay que buscar la manera de irse de Cuba”
La juventud cubana descree de la retórica oficial. Poco se ha modificado en el año de Raúl Castro
Anthony Boadle
La Habana. — Ernesto Pérez toma un trago de ron en el Malecón de La Habana, mira al mar y explica que él sólo quiere ganarse tranquilamente la vida.
A los 19 años y con un título universitario, se desempeña como taxista al volante de un desvencijado Moskovich soviético. Como muchos cubanos, busca una oportunidad de salir adelante. “O esto cambia o hay que buscar la manera de irse”, dice, señalando con el dedo el estrecho de Florida que separa la isla de Estados Unidos, a 145 kilómetros de distancia.
Una cosa es cierta en Cuba: poco ha cambiado desde que el convaleciente Fidel Castro transfirió hace un año el poder a su hermano Raúl.
Pérez dice que gana más como “botero”, o taxista privado, que los profesionales universitarios que trabajan para el Estado. El joven lamenta que los inspectores estatales le sigan haciendo la vida difícil.
Cuando Fidel Castro cayó enfermo y se apartó del poder en hace un año, muchos esperaban cambios que mejoraran su situación económica. Unos pensaron que el socialismo se acercaba al fin. Otros vieron en Raúl Castro un potencial reformista que, quizás, seguiría el modelo de China y abriría la economía.
Ser como los otros. Muchos cubanos sueñan con el día en que podrán adquirir teléfonos celulares y autos, comprar y vender libremente sus casas, hospedarse en los hoteles reservados exclusivamente para turistas extranjeros, abrir pequeños negocios o viajar cuando quieran al exterior, como en cualquier país.
El gobierno dio recientemente un pequeño paso en esa dirección, al permitir a los cubanos importar lectores de DVD y repuestos para autos. No está claro si serán flexibilizadas otras restricciones.
El discurso de Raúl Castro del 26 de julio, en el que habló de “reformas estructurales” y admitió lo bajo de los salarios, puede ser una señal en ese sentido. Durante el aniversario del asalto al cuartel del Moncada, Raúl también subrayó el déficit de viviendas, así como el pésimo estado del transporte público, un verdadero azote para la población.
Pelea entre hermanos. “El país está tranquilo. Pero la gente cuenta que Raúl quiere arreglar las cosas y Fidel se opone”, dice José, un agente de viajes y miembro del Partido Comunista, sentado bajo una sombrilla en la playa.
“Raúl es un hombre práctico. Ve algo que no funciona y dice que hay que cambiarlo. Lo primero que hay que hacer es pagar mejores salarios. La gente no tiene suficiente para alimentarse,” añadió.
Muchos cubanos dicen esperar que Fidel asuma un papel de veterano estadista, dejando a otros el espacio para realizar reformas de apertura económica. “Esto está complicado y, encima, está la presión de los Estados Unidos”, comenta José.
En La Corea, una de los barrios más pobres de La Habana, Dagoberto Oña mantiene la fe en la sociedad igualitaria ideada por Fidel Castro. “Aunque Fidel está enfermo, está lúcido y sigue dirigiendo y sigue diciendo su punto de vista. Olvídate, que la marcha nunca disminuye, seguimos para adelante paulatinamente”, afirmó el albañil de 48 años, fumando un habano.
Los cerdos chillan y los niños corretean alegremente en este barrio considerado oficialmente insalubre. Muchas de las mejoras urbanas en La Corea están siendo financiadas por organizaciones no gubernamentales de España e Italia.
“Nuestro partido dijo que viene otro aumento salarial”, se esperanzó Oña, que gana 350 pesos mensuales, unos 17 dólares, más un bono equivalente a 10 dólares.
“Me robaron 40 años”. Para Pichi, un impaciente reparador multioficios con teléfono celular y lector de MP3, es demasiado tarde. “Me han robado 40 años, todas mis oportunidades. Antes había esperanza de cambio, ahora no la hay”, comentó.
Ex taxista, que ha intentado ganarse la vida como mecánico y también electricista, afirma que 15 conocidos suyos se han ido ilegalmente de Cuba por mar desde mayo, recogidos en la costa por traficantes de personas en lanchas rápidas.
Playa triste. Yaima Campanat, que hace “dedo” rumbo a la playa con la esperanza de conocer extranjeros y quizás ganar algo de dinero, dice que todo lo que quiere es un buen empleo para mantener a su hijo de dos años.
Ocupa todo su tiempo en la supervivencia diaria y ya no tiene tiempo para la política. “Yo no creo que Cuba sea un país malo. No hay la violencia y maldad de otros países”, dice. “Todos los jóvenes piensan como yo, que si hubiera una forma de trabajar, que tu puedieras comprarte tu ropa, tus zapatos, como en otros países, yo creo que se irían menos”, agregó. l
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El agobiante viaje en un “camello”, los anticuados y sobrecargados colectivos del servicio de transporte de La Habana. La juventud es el sector más proclive a abandonar la isla.
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