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 sábado, 28 de julio de 2007  
“Meter mano también suma rating en la TV”

Pedro Squillaci / Escenario

Meter mano para mejorar el producto final es un viejo recurso, sobre todo de las propuestas artísticas. Cómo no recordar a Daniel Rabinovich, en un gag de Les Luthiers, cuando cambiaba la letra de una canción para superar la versión original y, ante la opinión de sus compañeros, quedaba reducida a pocas palabras. También, en alusión a los “Señores Tijera” de turno, podrá evocarse a “La censura no existe”, de Pichi de Benedictis, con la que Juan Carlos Baglietto comenzaba sus shows desplegando la frase completa y terminaba en silencio y amordazado. Los programadores de la televisión argentina aman meter mano a los programas y programejos. Y si el rating no acompaña, como es el caso de “Gran Hermano”, cambian lo que haya que cambiar con tal de “mejorar el producto”. El jueves pasado en la recta final del reality de Telefé volvieron a entrar a la casa los expulsados “por decisión del público” (ufa, Rial). Pero el avezado equipo de producción no tuvo mejor idea que agregar una mentirita, que produjo el mismo efecto que sumar esencia de pororó al chimichurri para un asado. Pensaron que todos se iban a prender fuego al decir que empezaba el juego de nuevo, que duraba 15 días más, que Cinthia Fernández estaba embarazada y zonzeras por el estilo. Pero no, Lissa se emocionó al ver a sus ex compañeros, Fernanda lloró de alegría y Jacqueline se sintió feliz porque sumaba horas de pantalla y podía gatear un poco más. El único finalista que se brotó fue Diego, a quien no le gustó nada la idea de estar otros 15 días adentro y encima al saber que a su mujer le habían pegado en cámara, otro chascarillo, el ex tumbero prometió venganza. Cuando se reveló la verdad y el huracán de emociones (bueno, el vientito) pasó, Telefé ya había hecho su negocio. Meter mano al reality le proporcionó 19.8 puntos de rating, es decir la mejor medición en un mes y medio. Los ejemplos de Les Luthiers, Baglietto y “Gran Hermano” coinciden en quedar reducidos a la mínima expresión de contenido. Sólo hay que echar mano a las diferencias de cada caso.
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