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sábado,
28 de
julio de
2007 |
La tristeza
de mi ciudad
Qué distinta estaba mi ciudad. Caminaba por las calle y había como una complicidad dolorosa entre todos nosotros.
La cabeza casi mirando el piso; si cruzábamos una mirada con quien venía de frente, era como que teníamos esas ganas de decir: viste que se murió el Negro Fontanarrosa... Así, bien a lo rosarino. Como una forma de querer que el otro nos ayudara con la angustia y a su vez con la admiración. Era como que la parca había tejido una red de tristeza y dolor, sin saber que esa misma red nos contenía a todos los rosarinos y a los "canayas" especialmente, en ese salto sin red a la eternidad, del Negro Fontanarrosa.
José Cruz Morante
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