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 sábado, 28 de julio de 2007  
Evita, a 55 años

El sábado 26 de julio hacía frío y llovía cuando se informó por la cadena de radiodifusión: "Cumple la Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación el penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20.25 horas ha fallecido la señora Eva Perón, jefa espiritual de la Nación. Los restos de la señora Eva Perón serán conducidos mañana al Ministerio de Trabajo y Previsión en donde se instalará la capilla ardiente". Una muchedumbre desconsolada comenzó a acercarse para despedirla. Se formaban en colas que llegaban a cubrir 35 cuadras, con paraguas, silenciosos, los que tanto habían rezado por su salud, madres con sus hijos, ancianos, curtidos trabajadores, todos llorando, querían besarla por última vez. El cuerpo de Evita fue trasladado a la CGT y allí permaneció hasta diciembre de 1955 cuando un grupo comando, por orden del Presidente de facto, secuestró el cadáver del que no se supo nada por 16 años. El gobierno fusilador de Aramburu, no conforme con arrastrar su cuerpo por el mundo, lo enterró en el cementerio de Milán, Italia, bajo un nombre falso: María Maggi de Magistris. Creían que alejándola de su pueblo, sería olvidada. Nada más lejos de la realidad. El clamor por tremenda infamia cada vez era mayor. El 22 de octubre de 1976, a seis meses del golpe, la dictadura de Videla hizo entrega del cuerpo de Evita a sus familiares que lo llevaron a la bóveda de la familia Duarte, en el cementerio de la Recoleta. Quiero recordarla a través de sus palabras: "Yo no quise ni quiero más para mí. Mi gloria es y será siempre el escudo de Perón y la bandera de mi pueblo, y aunque deje jirones de mi vida, yo sé que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria". A 55 años de su muerte, con la congoja que aún hoy nos llena el alma al evocar lo que el odio irracional hizo con sus restos mortales, tenemos el amor y la lealtad intactos, queremos celebrar su gloriosa vida.

Lorenzo Pepe (diputado de la Nación, mc)


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