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 domingo, 08 de julio de 2007  
[Perfiles]
El pintor de la tierra
El 22 de junio falleció Juan Carlos Corvalán, un artista que dedicó su obra a los oaisajes que recorrió y amó

Fabiana Monti / La Capital

Su paleta de colores estaba integrada por los ocres, marrones y amarillos del norte argentino. Por eso sus cuadros están plagados de mitología andina, hechiceras y adivinas, coyas y personajes de la Puna. Juan Carlos Corvalán es un fiel representante de la pintura indigenista abstracta y sus obras pueden ser vistas como un conjunto de relatos que circulan dejándonos una impronta de la calidez, los rostros y los enigmas del Altiplano.

Sus musas fueron su bienamada Jujuy, Tilcara y toda la quebrada de Humahuaca, hasta Bolivia y Perú, adonde viajó en busca de los matices del sol y los secretos de Huiracocha.

Con referencia a su obra, Monseñor Pietro Amato, del Museo Vaticano, dice en el Catálogo Arte religioso americano: “Los colores utilizados por Juan Carlos Corvalán son aquellos que el pueblo de Latinoamérica conoce y con los que se viste; un rojo fuerte, un verde intenso, un blanco leche con amarillos oro”.

El mismo Corvalán decía: “Con Herrero (Miranda) nos levantábamos al amanecer para ver los colores cuando salía el vaho de la tierra, cuando el sol da esa luminosidad y pasa por todos los colores hasta el crepúsculo. Yo me crié con esa gente. No admito esa pintura de dos trazos, una firma y la vendo.”

Discípulo de Oscar Herrero Miranda, fue compañero de Francisco García Carrera y Leónidas Gambartes, artistas que integraron el Grupo Litoral y donde lo invitaron a participar. Sin embargo, Corvalán prefirió la soledad, aunque participó de innumerables encuentros, discusiones y noches de vino y pinceles.

Incursionó en diversas técnicas como el lápiz, las tintas, las fibras, los grabados y los acrílicos. Pero su predilección estaba en el óleo. Su primera exposición fue en 1957 en Rosario, en la Galería César. Sus obras han sido exhibidas en Roma, París, Berna, Atenas, Egipto, Madrid, Nueva Delhi y Jerusalén, además de distintas salas del país. En Rosario, el Museo Juan B. Castagnino realizó una muestra en su homenaje.

En su haber figuran alrededor de tres mil pinturas, muchas de las cuales se encuentran en pinacotecas oficiales y privadas de Argentina, Alemania, Bolivia, Brasil, Chile, España, Estados Unidos y Holanda, entre otros países.

Quienes lo conocían decían que era un hombre de “perfil bajo”. Muy querido por sus amigos, fue un amante del folklore, el vino y los viajes, con su inseparable compañera.

Con su reciente desaparición física, el pasado 22 de junio, finaliza un ciclo de la pintura rosarina. Como dijo un amigo suyo: “Juan Carlos Corvalán se adormeció bajo la sombra del aguaribay y soñó con el otro Jujuy. El Jujuy de las viejas leyendas y los cánticos antiguos... Y tal vez pensó que esa era la piel de Jujuy que tanto amaba”.
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En acción. Juan Carlos Corvalán encontró sus musas en el norte argentino.


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