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domingo,
08 de
julio de
2007 |
Impactante final de juego
Por Mauricio Maronna La CapitalElectrizante final de juego en Santa Fe, provincia en la que los encuestadores siempre dan por derrotado al peronismo pero que, a la hora de la verdad, se termina imponiendo. Un extraño mix de derrotismo y depresión alcanzó a las huestes del Frente Progresista cuando la realidad los enfrentó a otro maldito lunes. Una cuota de triunfalismo exacerbado repiquetea entre los justicialistas.
Desde ahora, comenzarán a entender que para la madre de todas las batallas faltan casi dos meses. Sin embargo, la postal, la foto, que dejó el 1º de julio es la misma que viene sucediéndose año tras año: la incapacidad opositora de aprehender que la provincia no empieza y termina en Rosario; y el despertar de las células peronistas cada vez que escuchan el repiqueteo de las campañas que llaman a comicios.
Rafael Bielsa hizo un curso acelerado de los usos y costumbres de la escarpada bota, entendiendo que de nada vale aquí esa categoría denominada “progresismo” que tanto desvela a patéticos filósofos porteños que, después, terminan calificando de “fascistas” a las clases medias que leen con exactitud cuáles son las demandas del presente. (Cualquier asociación con José Pablo Feinmann no es mera casualidad).
Santa Fe es un territorio bien administrado desde 1991 hasta hoy, no ha sido lacerado por flagrantes hechos de corrupción y se mantuvo de pie cuando la crisis del 2001 arrasó con la inmensa mayoría de las provincias. Lo propio sucedió con Rosario, enclave en el que la sucesión de intendentes socialistas ha sabido ganarse el respeto de la sociedad, lo suficientemente madura como para “cambiar por cambiar nomás”, en un reverso de la canción de Fito Páez. La extraordinaria elección de Miguel Lifschitz es el ejemplo empírico que abona la teoría.
Buenos tiempos. Los responsables de la campaña de Hermes Binner cometieron errores de principio a fin. Desde la subestimación a la desvencijada (pero no terminada) sigla UCR hasta la ausencia de ejes concretos que le pusieran contenido al afiche de los “buenos tiempos” por venir.
¿Cuántos votos le sumó Griselda Tessio a Binner? Ninguno. Por el contrario, el bonus track que tendría que haber significado la presencia territorial de la ex fiscal en su ciudad, Santa Fe, se convirtió en efecto boomerang cuando ubicó el armamento en el peronismo y la poesía en el Frente Progresista. La mujer se dio todos los gustos.
Una regla elemental de los manuales de política moderna indica que no hay voto más conservador que el de los habitantes de una ciudad que vive del empleo público. Según la Real Academia Española, conservador es una persona especialmente favorable a la continuidad en la forma de vida colectiva, y adversa a los cambios bruscos o radicales. Los resultados de las elecciones a intendente en esta primaria muestran una aplastante victoria de los candidatos peronistas, de la mano de Oscar Cachi Martínez, quien se presentó por afuera de Frente para la Victoria, y del intendente Oscar Balbarrey. El problema para los peronistas capitalinos será cómo evitar que esa diáspora les complique los comicios generales. Pero para que llegue esa instancia faltan muchos días.
La notable tracción de senadores, intendentes, presidentes comunales y caciques territoriales generó una avalancha de votos hacia Bielsa. Y esto sí muestra el final de una película y no solamente una foto: sea quien fuere el gobernador, el peronismo tendrá una amplia mayoría en el Senado que lo obligará a mostrar sus dientes si es que Binner insiste en proponer la unicameralidad.
Ricardo Spinozzi, en el departamento General López, y Omar Perotti, en la Perla del Oeste, se consolidaron territorialmente y han ganado pergaminos para estar en las ligas mayores. Lo propio puede decirse de otros jefes comarcales que le sirvieron en bandeja el triunfo al Frente para la Victoria.
Jorge Obeid muestra por estas horas una sonrisa más ancha que el río Paraná: el sistema electoral que puso en escena le dio un primer triunfo frente a todos los pronósticos y, cuando todos los analistas avizoraban un día después cargado de pases de facturas por la derogación de la ley de lemas, el oficialismo transita horas de calma y cantos de sirena.
Las heridas están en el campamento socialista. Otra vez estalló la otrora soterrada interna entre los sectores que, ahora, hacen más visibles sus diferencias. Aunque se desmienta una y cien veces, la línea que responde a Rubén Giustiniani (el cuadro político más importante del PS) y el binnerismo cruzaron palabras de fuego y miradas de hiel cuando el escrutinio corroboraba que la única verdad es la realidad. Otra vez (como en el 2003) el boca de urna socialista arrojó un resultado equivocado, con el error esta vez de hacerle poner la cara a Binner.
Otra vez resultó inexplicable que el giustinianismo haya estado ausente en la campaña, molesto (entre muchas otras cuestiones) por el primer lugar en la lista de candidatos a diputado que se le ninguneó y fue a manos de Carlos Fascendini. Conclusión: por primera vez el PJ ganó el departamento Las Colonias en el cargo para senador.
A esta altura pocos pueden dudar de que haber dejado afuera a la UCR fue un despropósito, máxime teniendo en cuenta que Alicia Tate (la mujer a la que primero se mencionó como acompañante de Binner en la fórmula) es una dirigente laboriosa, honesta y reconocida en todas las parroquias ucerreístas de la provincia.
El voto blando. “Flaco, andá a buscar el voto blando, ya tenés el sufragio histórico del peronismo”, le sugirió un eufórico Carlos Reutemann a Bielsa, quien podría recalar en un detalle: más allá de los frondosos aparatos coadyuvantes a su triunfo, recogió un buen porcentaje de sufragios provenientes de jóvenes que votaban por primera vez y que se sintieron atraídos por el estilo dialéctico del ex canciller.
Aunque los encuestadores locales ya ni siquiera sirven para lo importante, aun ante el hecho consumado (como saber la composición del voto de cada candidato), se percibió un corte extraño: Bielsa gobernador, Lifschitz intendente. Cuantitativamente tal vez no sea mayúsculo pero cualitativamente sirve para reposicionamientos a la hora de la gran final por el Sillón del Brigadier. Ese es el “voto blando” del que habla Reutemann, además de los impactantes (por el número) sufragios en blanco, anulados y recurridos.
Por esas aguas deberán bucear Bielsa y Binner, mucho más que por el inescrutable voto a Agustín Rossi que después se puede trasladar al PS. Qué razón tuvo el presidente del bloque de diputados nacionales al plantarse frente a las presiones para que baje su precandidatura. Al margen de su derrota, permitió que el justicialismo recuperara la autoestima y aceitara sus mecanismos internos para enfrentar con mejor semblante el desafío que llegará pocos días antes de la primavera.
No es momento de hacer juicios temerarios. Binner tiene piso asegurado (no sacará menos de 639 mil votos) y un techo que será alto si replantea cierto anquilosamiento triunfalista, que endulzó sus oídos de boca de los irresponsables vaticinios de los analistas nacionales, que conocen tanto de Santa Fe como Graciela Ocaña del principio de lealtad.
El peronismo santafesino estuvo a punto de obtener el gol de oro de no haber sido por la burda operación de prensa que publicó la semana pasada el principal matutino porteño (con las firmas de su editor general y su columnista político estrella), sacando a Reutemann de la cancha como vicepresidente de Cristina Fernández. “Quiero que el vice sea Lole”, dijo la candidata a presidenta, mientras Carlos Zannini asentía y Néstor Kirchner trataba de explicar que sin Julio Cobos se le desarmaba una de las patas que aseguraba la complacencia de los radicales cooptados por la billetera de Balcarce 50. “(Alberto) Fernández llamó al diario y ahí se mandaron la operación”, se le escuchó al senador por Santa Fe, que, debe ser dicho, tiene tantas ganas de tocar la campanita del Senado como Felisa Miceli de cantar “Devolvé la bolsa”.
De ahora en más, tanto Binner como Bielsa deberán recordar una máxima de otro Bielsa, Marcelo, quien alguna vez les dijo a sus jugadores cuando estaban a punto de pisar la fría Bombonera, el 9 de julio de 1991: “Las finales no se explican, se ganan”. El final está abierto.
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Fotos
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Bielsa y Binner.
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