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 domingo, 08 de julio de 2007  
Gabriela Arias Uriburu: “Los Estados deben cuidar a los niños”
Su lucha por recuperar a sus tres hijos

Clarisa Ercolano / La Capital

Si bien ahora se reconoce como una caminante de la vida que aprendió en carne y hueso que el amor es el único sentimiento capaz de sobrepasar cualquier adversidad, reconoce que en un momento sintió odio. “No me costaba nada llegar a Jordania y matarlo, pero pensé en mis hijos”, dice hoy con una mirada tan serena que cuesta imaginarla empuñando un arma. Gabriela Arias Uriburu, la mujer que saltó a la popularidad sin quererlo, hace nueve años que vive separada de sus hijos. La lucha empezó el 10 de diciembre de 1997. Ese día, sus hijos Karim, Zahira y Sharif fueron sustraídos ilegalmente por su padre, Imad Mahmoud Shaban, quien se los llevó a Amman, la capital de Jordania, donde aún residen.

Invitada para exponer en el encuentro Mujer & Sociedad, la presidenta de la Fundación Niños Unidos para el Mundo, repasó con Mujer el camino que transitó desde el momento en que supo que sus hijos habían sido involuntariamente llevados a otro país hasta el presente, donde ella misma se encarga de asesorar a quienes viven situaciones conflictivas similares.

“La experiencia que viví con los chicos me ayudó a que se hicieran cambios”, repasa, y recuerda que ahora los menores son tenidos en cuenta como sujeto de derecho en el caso de secuestros en manos de sus propios padres.

“Mis hijos me hicieron luchar por sus derechos, no por los míos, y esto cambió también el plano del derecho internacional porque también los estados deben preservar a los niños”.

Lograr este cambio de enfoque en la Justicia le llevó a Uriburu al menos cinco años. Y rememora que cualquiera hubiera sido el resultado, recordaba que no sólo se trataba de una disputa personal de divorcio. “Si los padres no pueden resolver debe ser el Estado el que garantice los derechos mas allá de sus propios padres”.

Luego de nueve años de trabajo incansable no sólo padres y madres llegan hasta Uriburu, sino también adolescentes que buscan mejorar los vínculos con su familia. “Todavía peleamos por los derechos de la mujer y entonces, cómo van a tener cabida los del niño. Hay que seguir siendo paciente”, ironizó. “Por eso debe pesar la palabra del chico, porque ellos lo tienen claro y no van a ir contra su propia naturaleza”.



Trabajar por otros

Dice que leyó todas la leyes, que pasó horas en terapia y que gracias al apoyo que le dieron pudo transformar el odio. Esa transformación fue la que también la motivó para crear una fundación. “No soportaba pensar que otros chicos padecían lo mismo. Que el dolor que me tocó vivir sirva para despertar y para restablecer vínculos”.

Para el futuro Uriburu desea implementar en las escuelas un programa de mediación entre los chicos y sus padres. Y espera que la educación y el sentido común imperen en la resolución de este tipo de problemas. “Que el brazo de un padre no se convierta en un arma”, acota. Sin embargo, aún no logró ser recibida en el Ministerio de Educación.

Pese a que no quiere ser presa de la desesperación, Uriburu dice que sabe que para ella, el tiempo es una lanza.

“El chico crece ahora y necesita soluciones”. Y agrega: “siento que llevo un reloj de arena conmigo, todo el tiempo”.



Días de visita

Actualmente Gabriela ve a sus hijos dos veces al año, unos quince días cada vez. Lo que para cualquier madre sería una nimiedad, para ella es todo y asume que aprendió que la vida de los hijos no es de los padres. “No pongo en mis hijos ni mi esperanza, ni la proyección de mi persona. Así cada uno se descubre como persona autónoma”.

“Mi vida es una travesía, porque mis hijos están afuera y todo es un camino hacia ellos. Cuando me invade la desesperanza, siempre hay algo que me hace volver al camino”, reflexiona, y por un momento se puede llegar a percibir que todo su ser logra cruzar océanos y desiertos para tocar la cabeza de sus ahora hijos adolescentes.

“El amor es insecuestrable”, repite como una arenga para darse fuerzas.
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Gabriela Arias Uriburu creó una fundación para asesorar a padres que son separados de sus hijos.


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