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 domingo, 10 de junio de 2007  
Como mecheras, pero del jet set

Leo Graciarena / La Capital

“Perdón, me tenté”. La frase, captada cada vez más seguido en las comisarías que tienen a grandes tiendas en su radio, pinta un fenómeno habitual: la sustracción de bienes a manos de personas con poder adquisitivo y sin antecedentes policiales. “Es una modalidad en franco aumento y me parece que sería un error pensarlo sólo de una visión moralista. Son personas que no pueden resistir la tentación y se roban una remera o un perfume sin medir las consecuencias. No piensan que cometen un delito”, explicó un pesquisa acostumbrado ya a escuchar las explicaciones.

   Según datos que maneja la policía rosarina, tomando en cuenta el mes de mayo de 2006, en el mismo período de este año en el radio céntrico se duplicaron las detenciones de personas que pudiendo comprar un objeto optan por robarlo. Sobre 17 detenidos en el mes, 14 eran personas sin antecedentes y con el poder económico para comprar el objeto sustraído.


Aficionados
 Estos ladrones amateurs son hombres y mujeres casi en idéntica proporción. Están bien vestidos. Tienen estudios secundarios, terciarios y universitarios. Son profesionales, docentes y hasta empresarios. Ellos o sus cónyuges. Y no tienen antecedentes policiales de ninguna índole. Lo que se puede definir en jerga barrial como gente de bien.

   Cuando se piensa en “grandes superficies de venta” en el radio céntrico, al menos tres lugares concentran la atención: Falabella y C&A, las dos grandes tiendas sobre peatonal Córdoba al 1100, y el multirrubro El Patio de la Oportunidad, de San Luis y Corrientes. Cuentan con amplísimos salones de exhibición, varios niveles de oferta y uno de sus principales rasgos es que la mercadería está a disposición de los potenciales clientes. Sin necesidad de un intermediario, casi al borde del autoservicio y en ausencia del viejo típico mostrador de venta. Cuentan con más de una puerta de entrada y salida. Y un ejército de empleados, entre vendedores y seguridad privada.

   Ese es el escenario donde diariamente se despliega una compleja danza entre el marketing, el consumo, la oferta, la demanda, las marcas y las brechas sociales.


Ese ardiente deseo
 “Te juro que no había nadie. Estaba en la parte de deportes de Falabella y me encantó un llavero que estaba con una mochila. No quería la mochila. Me gustaba el llavero solamente. Campaneé para todos lados tres o cuatro veces y no vi a nadie. Le corté el precinto, me lo metí en el bolsillo y encaré la puerta. Iba como si nada, haciéndome el boludo, cuando se me cruzó un empleado que me dijo: «Pibe: lo vas a robar o lo vas a comprar». Se lo dejé y me fui al carajo”. El relato es de un chico de 16 años, que obviamente pidió la reserva de su identidad, hijo un profesional de la medicina y estudiante secundario.

   “Caen porque desconocen las mecánicas de los profesionales como las mecheras o los pungas. No saben de sensores y demás yerbas que les colocan a los productos para que suene la alarma. Se calentaron con algo y se lo llevan. A los mayores es como que se les nubla la mente por cinco minutos y dejan de pensar. Los pendejos lo hacen para demostrar que pueden desafiar al miedo”, reflexionó un investigador policial.


Tipología top
 Casos hay para todos los gustos: “La esposa de un empresario detenida por robarse un corpiño de 150 pesos cuando en la billetera tenía 2 mil pesos en efectivo y tarjetas de crédito; la mamá de un abogado, una señora de 78 años, que sustrajo una remera; adolescentes con zapatillas de 300 pesos que llegan por manotearse un buzo, otra mujer que había gastado 600 pesos y se llevaba sin pagar un perfume”, sintetizó un veterano policía que ve con preocupación el alza de este delito. “Para las personas que caen, la tentación es tan grande como fue para Adán la manzana del pecado”, expresó.

   Pero si bien las anécdotas pueden despertar una sonrisa, estas acciones implican delitos que puede encuadrarse como hurto o robo. “La diferencia entre los dos es el uso de la fuerza. Pero no hace falta que se entre con un arma: el uso de la fuerza puede estar en violentar un precinto. Entonces después obviamente para quien sólo creyó cometer una picardía hay agravantes”, explicó un jefe policial.

   Una vez que la tentación se transforma en pecado, mientras se retiene al flamante ladrón desde la tienda suelen llamar a la policía de la seccional que tiene jurisdicción. Y hacía allí se traslada al demorado y el elemento secuestrado. Se averiguan los antecedentes y, una vez completada el acta, si el implicado está limpio se va a la casa. No obstante el sumario sigue su curso en los tribunales. En un juzgado Correccional o de Instrucción, según se encuadre el delito como hurto o robo, respectivamente. O en un juzgado de Menores, si el detenido tiene menos de 18 años.
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El hall de Falabella, donde tropiezan personas que se tientan y se van sin pagar.

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