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 domingo, 29 de abril de 2007  
[Adelanto] Un libro que retrata la historia de las obreras argentinas
Los cuerpos del trabajo

Por Mirta Lobato (*)

La importancia del cuerpo como receptor de los códigos sociales, de las jerarquías y desigualdades ha sido señalada en una vasta literatura, pero ¿cómo aparecen representados los cuerpos del trabajo? En buena parte de la literatura analizada previamente, la servidumbre formaba parte de los relatos en tanto “otros” que las clases acomodadas exhibían, aunque es cierto que mostraba también el campo posible de las relaciones sociales en la familia y en la sociedad. Sin embargo, las palabras no cierran el círculo de la representación, pues las imágenes, los testimonios visuales (pinturas, fotografías, dibujos, grabados), se constituyen en otras evidencias del pasado y de los particulares puntos de observación. Son formas de “ver” la sociedad y testimonios del pasado que en el plano del trabajo femenino circunscriben las actividades reconocidas como propias de las mujeres.

   En 1887 el pintor Ernesto Sívori hizo conocer uno de sus cuadros titulado “El despertar de la criada” una obra fuertemente criticada en la época. En la tela, como si se mirara a través del ojo de la cerradura, apenas se asoma una parte del cuarto, allí se encuentra una joven con sus pechos descubiertos. Sobre el respaldar de la cama está el uniforme que indica cuál es su trabajo: servir a los otros. La imagen nos ofrece su desnudez a través de la mano del artista que puede tomarla y brindarla a los espectadores.



Y llegó la desocupación

Pocos años más tarde, en 1894, Ernesto de La Cárcova presentaba “Sin paz y sin trabajo”. Para esa época ya se habían formado las primeras organizaciones obreras, numerosas huelgas se habían producido en fábricas y talleres y la crisis económica de 1890 había hecho aparecer el fantasma de la desocupación. Como dice Laura Malosetti la “imagen presentaba una escena y un problema de rigurosa actualidad”. El cuadro de De La Cárcova representa a la pobreza de la familia como consecuencia de la falta de trabajo del varón. En su factura y en su recepción fue profundamente analizado, sin embargo, no es tanto el juego de la perspectiva y de la luz lo que me interesa destacar, más bien es la figura de la mujer con el niño en brazos lo que atrae mi mirada porque las manos vacías y crispadas del varón y el ocio de sus herramientas expuestas en una punta de la mesa imposibilitan que ella pueda cumplir su papel. Es esa imagen de la mujer con un niño en brazos la que se convierte en un motivo que perdurará a lo largo del tiempo en la mayoría de las representaciones pictóricas de las clases populares.

Entre 1920 y 1930, el trabajo entra definitivamente en la pintura y en el grabado. Los monumentos industriales, las fábricas y los trabajadores se suman a otros temas como paisajes, retratos, desnudos y el costumbrismo en clave criollista e indigenista. El paisaje urbano muestra los torsos de los trabajadores, se los reconoce en el puerto de La Boca y en Puerto Madero, en los escenarios de la marginalidad y la miseria. Allí no están las mujeres, ellas habitan en el burdel. La prostitución es el tópico más poderoso de los cuerpos femeninos y de sus trabajos. Las prostitutas aparecen en las novedades plásticas incorporadas por Guillermo Facio Hébecquer, Antonio Berni y Lino Enea Spilimbergo.

“La Breve historia de la vida de Emma” (Spilimbergo, 1935-1936) se interna en el mundo íntimo de las trabajadoras del sexo y en el erotismo, tensionando su estética con la representación social de quienes han entrado por razones diversas en el comercio sexual. El pasaje del sosiego del hogar a los antros de prostitución es brutal y las escenas tienen un carácter despiadado y dramático, donde la muerte siempre está rondando. La prostituta es también la figura temática de la serie de Ramona Montiel (Berni, 1962-1964), pero Berni, en oposición a Spilimbergo, distiende el destino de los personajes con escenas menos dramáticas donde sobre las imágenes en blanco y negro, se combinan diferentes texturas y objetos dando forma a ciertos rasgos de caricatura.



Entre Spilimbergo y Berni

La importancia de los trabajadores y sus manifestaciones adquieren densidad en la pintura de Berni. En “Desocupados” (1934), una mujer con una niña en brazos casi se fuga por el borde superior izquierdo del cuadro mientras que los hombres descansan esperando la contratación, en cambio, en “Chacareros” (1935), la mujer con el niño ocupa el centro de la escena acompañando a su compañero, y en “Manifestación” (1934) se destaca una figura femenina en medio de los rostros adustos de los varones.

   Lino Enea Spilimbergo pintó también imágenes menos crueles que las que realizó para la historia de Emma. En los oficios femeninos las figuras adquieren un aire clásico y no hay ruptura con el orden de lo representable como trabajo. En “La planchadora” (1936) la figura de una joven de pie ocupa toda la tela. Realiza su tarea parada, sus manos se apoyan sobre la mesa y su puño derecho se ubica en la misma dirección de la plancha. En “Primeros pasos” (1937) la costurera con su gesto pensativo sugiere tanto los sueños perdidos como la proyección en la realización de su hija que tiene la posibilidad de convertirse en bailarina. Prostitutas, sirvientas y costureras se constituyen como los trabajos representables de las mujeres.

   Por otra parte, el grupo de pintores y grabadores de los Artistas del Pueblo que reunía a Abraham Vigo (1893-1957), Guillermo Facio Hebecquer (1889-1935), Adolfo Bellocq (1899-1972), José Arato (1893-1929) y Agustín Riganelli (1890-1949) fueron activos colaboradores de publicaciones obreras. Muchos de ellos tenían sus talleres en los barrios proletarios de Barracas y de la Boca y contribuyeron a conformar un mundo de imágenes del trabajo y de los trabajadores. En ellos se reiteran las figuras femeninas con niños en brazos que acompañaban a sus compañeros varones: la madre. En parte se mantienen los motivos que difundían por ejemplo las publicaciones anarquistas y socialistas.

   Entre las primeras se destaca Martín Fierro dirigida por Alberto Ghiraldo que apareció por primera vez en 1903 y publicaba una sección denominada “Conflictos y Armonías” ilustrada por el pintor Martín Malharro. Entre esas tapas se destaca una que representa un cuerpo femenino cubierto de ropas, buscando en la basura el alimento que los años de trabajo como lavandera y planchadora no pudieron garantizarle.

(*) Doctora en historia y docente en la Universidad de Buenos Aires. Escribió "Historias de las trabajadoras en la Argentina" (Edhasa), libro del que se extrajo el presente fragmento.


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