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domingo,
29 de
abril de
2007 |
El violento y endeble mundo de un chico quemado en la celda del Irar
Estaba acusado del crimen de un motociclista. Era semianalfabeto y a los 11 tuvo prontuario
María Laura Cicerchia / La Capital
Seis meses antes de prenderse fuego en una celda del Instituto de Recuperación del Adolescente de Rosario, Néstor Salto contó en Tribunales que trabajaba en un desarmadero de motos donde obtenía un buen ingreso. El chico de 16 años admitió realizar esa actividad cuando estaba detenido por la muerte de Luciano Drovandi, a quien dos jóvenes balearon para sacarle la moto. Un dato perdido en el expediente judicial del adolescente que conduce la mirada hacia las economías delictivas asentadas en la compraventa de motos robadas. Una actividad que se nutre de pibes como Chanchín, que apenas sabía escribir su nombre cuando inició su recorrido en el delito.
La historia del adolescente de 16 años que murió quemado en el Irar reproduce el prototipo del menor institucionalizado. Tenía once cuando le abrieron su primera causa por el robo de un caballo. Desde entonces, hasta que lo acusaron del ataque a Drovandi, el recorrido judicial de Chanchín fue la caja de resonancia de la fragilidad de su mundo. Pobre, casi analfabeto, con problemas de escolaridad, una caída temprana en el delito, conflictos familiares y serias dificultades por parte de sus padres para contenerlo; transitó por varios institutos sin que su final pudiera evitarse.
Circuito negro
En esa existencia sin horizontes la única ocasión que pareció abrírsele fue la de un circuito ilegal que persiste imperturbable tras su muerte Chanchín frecuentaba la reventa de motos robadas en la zona de la comisaría 19 ª al suroeste de Rosario Por eso cuando cayó detenido por el caso Drovandi en julio de 2006 su nombre no era extraño al régimen de menores
La policía lo apresó en su casa del Fonavi Verde, en Rouillón al 3800, porque allí guardaba la moto Honda Guerrero 50 que días atrás le habían robado a Luciano Drovandi. El joven de 25 años salía de su casa de barrio Belgrano cuando dos jóvenes lo abordaron en Pellegrini y Provincias Unidas y en un violento asalto lo mataron de un tiro en el pecho para despojarlo de la moto. La policía llegó hasta Néstor tras arrestar a otro muchacho, de 18 años, que confesó haber participado del asalto aunque implicó a Chanchín como autor del disparo.
Los efectivos encontraron a Néstor escondido debajo de la cama. Cuando se lo llevaron de su casa se encontró con reporteros de televisión que le preguntaban si era culpable. "Nooo", contestó él, sin imaginar que nueve meses más tarde los noticieros volverían a nombrarlo como el primer chico muerto en el Irar.
La Lagunita
.La historia que contó Chanchín en Tribunales es que estaba en un descampado de la villa La Lagunita junto a unos amigos cuando un muchacho llegó en la moto la arrojó sobre un cúmulo de hojas secas le prendió fuego y se fue Sostuvo que entonces él apagó las llamas y se llevó la moto a su casa con la que anduvo varios días dando vueltas por el barrio Siempre dijo que sólo recibió la moto robada Murió sin que le probaran haber participado del homicidio
A los 11
La muerte de Drovandi fue la imputación más grave que se sumó a su ficha judicial abierta en enero de 2001 por el robo de un caballo Entonces tenía 11 años Al año siguiente Néstor volvió a pasar por Tribunales por un hecho de daño Y en pocos meses acumuló dos robos con armas Su recorrido criminal siguió con causas por robo daños encubrimiento y violación de domicilio hasta sumar doce hechos Su caída más frecuente era por el robo de motos
Sólo había cursado hasta segundo grado y apenas podía garabatear su nombre en una temblorosa letra imprenta. Las limitaciones para expresarse y sostener un discurso comprensible fueron rasgos que remarcaron quienes trataron a Chanchín dentro y fuera de Tribunales. Según plantearon, no podía hilvanar una secuencia lógica y no distinguía los días de la semana. Así, en medio de informes que remarcaban la "considerable vulnerabilidad" del chico, Néstor fue trasladado al Irar en agosto del año pasado.
Una vez por semana lo visitaba su mamá, Laura Salto, con quien había convivido hasta entonces junto a seis de sus siete hermanos. En su paso por la institución fue sancionado por limar un barrote, por tener elementos punzantes y por ingresar drogas al penal. Laura aseguraba que el chico se había recuperado, que llevaba un año alejado del delito y que ya no consumía drogas, aunque los terapeutas le decían que el trabajo sobre la violencia y las adicciones no estaba cerrado. La mujer, de 32 años, ansiaba que su hijo quedara en libertad y propuso llevarlo a la casa de un familiar en Chaco. Solía pasar por el juzgado para contar que Néstor "la estaba pasando mal" en el instituto.
Engomado
Así lo reflejó el propio Néstor en una carta que su mamá acercó al juzgado Decía estar arrepentido de haberse llevado la moto a su casa y denunciaba que lo mantenían castigado Tengo que vivir todo el día engomado encerrado Me sacan las cosas que me trae mi mamá Te prometo que cuando salga de acá voy a ir a la escuela Espero que mis palabras te sirvan No te voy a fallar planteó en una carta dirigida al juez Leandro Artigas
El 22 de marzo pasado Néstor participó de una extraña fuga del Irar, aún no aclarada. El martes 17 de abril fue recapturado, curiosamente, en la misma esquina del instituto. Lo condujeron a la comisaría 1ª, pero desobedeciendo la orden judicial de que permaneciera allí fue enviado otra vez al Irar. Esa misma noche surgió el fuego en una celda individual, hasta que tres días más tarde la muerte puso fin a su turbulenta historia de violencia y desamparo.
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Fotos
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Néstor Salto el día en que fue detenido por detentar una moto.
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