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domingo,
29 de
abril de
2007 |
Reflexiones
El país de los escándalos
Por Carlos Duclos Para el absolutista, para quien se considera supremo en un régimen de unicato, su palabra y su accionar es considerada infalible. El carácter patológico-dictatorial de los líderes que se han comprometido con esta forma de conducción le hace creer (y hace creer a la sociedad) que sus pensamientos palabras y acciones son infalibles. El absolutista está convencido de que no es un miserable (¿qué hombre no lo es en algún grado por su propia naturaleza?). El absoluto humano, cuando alguien o algo lo desnuda y queda al descubierto su imperfección, reacciona en un estado de histeria, trata de disimular su miserable humanidad por todos los medios que tenga a mano. Para el absolutista, el fin (que es el poder y su perpetuación en él y no siempre para fines nobles) justifica los medios. Así, este sujeto es un mentiroso, un hipócrita, un despiadado, un inescrupuloso y no le temblará la mano a la hora de destruir a su adversario de la manera que sea, a los efectos de que sus miserias no lo comprometan en el uso del poder.
Por otra parte, el absolutista, el conductor que padece el mal que conlleva el germen de la tiranía, es también un seductor y esa es tal vez su principal arma porque, como decía Camus, “la tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas”, o lo que es lo mismo sobre la inocencia o la indiferencia de la masa. El “unicato” no puede imperar si no seduce. La historia del mundo es rica en líderes autocráticos. El autócrata difícilmente puede gobernar su lengua, la cual siempre está empapada de acusaciones e insultos contra su adversario, pero pocas veces de propuestas, de afán de diálogo, a los efectos de estrechar vínculos para bien de la sociedad.
Skanska y Telerman
Dos cuestiones preocupan por estos días al gobierno nacional: por un lado el escándalo de Skanska, que podría rozarlo, y por otro el crecimiento de Jorge Telerman, quien en una alianza con Elisa Carrió se perfila como probable ganador en la Capital Federal, dejando atrás al candidato kirchnerista Daniel Filmus que pasa por la vereda política sin pena ni gloria. Esto ha hecho reflexionar a un agudo analista político que “no sería extraño que para ver derrotado a Telerman, el gobierno nacional apoyara bajo cuerda a Mauricio Macri”. ¿Es posible? En todo caso la pregunta sería: ¿por qué no, acaso porque se trata de un gobierno de centroizquierda? ¿Pero Daniel Scioli, un hombre de centroderecha, no ha sido bendecido con la candidatura a gobernador por Buenos Aires?
¿Cuál es la verdad?
En una arremetida profunda contra Telerman, funcionarios del gobierno nacional salieron a denunciar irregularidades en el pago por parte del gobierno de la ciudad de Buenos Aires a la firma Soul Group, que estaría vinculada al caso Skanska. Todo este embate contra Telerman fue considerado por Carrió como “campaña sucia” y hubo hasta quienes sostuvieron que se trata de disimular la presencia de la verdadera historia en el caso Skanska, compañía que fue elegida para intervenir en la ampliación del gasoducto norte.
Precisamente, el diario La Nación de ayer dice textualmente: “A diferencia de lo que sostiene el Gobierno, su papel en el caso Skanska no sólo fue activo sino que resultó decisivo para que esa constructora sueca fuera elegida para intervenir, junto con otras firmas, en la ampliación del Gasoducto Norte. Skanska admitió ante la Justicia haber pagado 13,4 millones de pesos en coimas por su participación en la ampliación de los gasoductos Norte ($ 7.709.000) y Sur ($ 5.766.900), pero no dijo a quién”. El matutino porteño sigue diciendo: “De los documentos oficiales surge que la orden de adjudicar la construcción de las tres plantas compresoras del Gasoducto Norte a Skanska, BTU y Contreras Hermanos la impartió Fulvio Madaro, titular del Ente Nacional Regulador de Gas (Enargas), que se encuentra en la órbita del Ministerio de Planificación, de Julio De Vido. Madaro la firmó el 8 de abril de 2005”.
La "muerte" de Diego
Es evidente que nada está claro en un país en donde hace unos días un avión privado estuvo a punto de estrellarse contra una nave comercial en razón de la ausencia y mal funcionamiento de radares; un país en donde el Indec es acallado, pero los precios no pueden ser sujetados y en donde algunos empresarios y productores (porque no siempre toda la responsabilidad debe recaer sobre el gobierno) suponen que la palabra derecho les pertenece para uso y abuso y se lanzan a paros y protestas mientras que hay estómagos que de vacíos ya carecen de energía para reclamar.
Nada está claro en una nación en donde la Feria del Libro le da paso al señor Luis D´Elia y al “padre” Farinello, para que expongan su singular y despreciable teoría sobre que el régimen iraní no tuvo nada que ver en el atentado a la Amia y que en todo caso debe investigarse a la “derecha judía”. Semejante presencia en una Feria del Libro de persona que con su visita avaló al presidente que aboga por hacer desaparecer a todo un pueblo del mapa y que, recuérdese, fue funcionario del actual gobierno y mantiene allegados en el mismo, muestra de cuerpo entero el escenario argentino. Un escenario en el que no faltan protestas de docentes con básicos por el piso, hospitales públicos decadentes, piquetes, economía subsidiada, inflación disimulada y otros horrores que ocurren, que se incrementan y que por ser proverbiales ni vale la pena mencionarlos.
Y por si algo faltaba llegó la palabra de Lavagna, quien le adjudicó a estrategias gubernamentales el rumor respecto de que Diego Maradona había muerto. “Llegaron al extremo de matarlo con el solo propósito de distraernos del bochorno que estaban haciendo en el Congreso", dijo. Y agregó: “Es sólo una muestra de lo que estarían dispuestos a hacer para la campaña presidencial" de octubre.
Lo cierto es que sea el oficialismo o la oposición, el absolutismo en Argentina y en todas partes siempre necesitó, además de la seducción, de la mentira para sostenerse. Incluso la historia oficial argentina está plagada de mentiras. Es cierto que la mentira como método político fue y es usada en todas partes del mundo, pero la pregunta es: ¿en qué grado? Otto Von Bismarck, el político alemán, reconocía que “nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería”. El problema en Argentina parece ser que la macana es parte permanente e influyente de la cultura cotidiana y que los escándalos diarios ya son un paisaje urbano aceptado.
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