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 domingo, 18 de marzo de 2007  
Opinión: La pesada cuenta que dejó Ferro

Evaluar la gira de Bush y la "contra-gira" de Chávez puede servir para sacar algunas conclusiones bien solventadas en hechos, verificables. Una: Argentina quedó en la percepción internacional más pegada a Venezuela de lo que ya estaba antes. Argumentar con el "pragmatismo económico" del presidente Kirchner se vuelve más difícil que antes del acto de Ferro. No alcanzan los millones en bonos argentinos comprados por el bolivariano para justificar el inaudito gesto de haber prestado el país al presidente de otro país, Chávez, para que cubriera de insultos al jefe de Estado de un tercer país, Bush.

Otra conclusión fácilmente comprobable: Brasil y Uruguay aprovecharon la selección de amigos regionales que hizo la Casa Blanca, en la que entraron, para profundizar sus vínculos bilaterales con Washington. No se trata de Bush, entendieron claramente en Montevideo y Brasilia, sino de EEUU, representado por su presidente. La visión a lo Chávez ("Bush es un cadáver político", ergo, se lo puede pisotear impunemente) es demostrativa de una insanable ignorancia de los asuntos estadounidenses.

En su "contragira" Chávez recorrió el barrio, pero se quedó sin ser recibido en las principales casas: Brasil y México, las dos grandes economías latinoamericanas (figuran, respectivamente, 10ª y 13ª en el ránking mundial).

Lula y Bush diseñaron algo parecido a un plan a largo plazo de biocombustibles. Por la enemistad entre Kirchner y Bush a partir del bochorno de la cumbre de Mar del Plata de noviembre de 2005, el presidente de un país que es productor de biocombustibles y tiene un potencial enorme en el rubro, Argentina, no estuvo incluido en esa asociación.

A nivel interno argentino, la costosa sobreexposición negativa que significó la visita de Chávez (por su modalidad, por Ferro, no por la visita en sí) pareció destinada a "tirarle un hueso" a la izquierda que, todavía, sigue al gobierno, y a la que forma parte del gobierno. Porque es evidente que ha habido un enfriamiento del romance entre este arcaico sector ideológico y la Casa Rosada. Es que el modelo económico K no incluye expropiar estancias, como impulsaba cuando era funcionario el piquetero Luis D'Elia, ni aliarse con el presidente iraní, Ahmadineyad.

Otro punto, vinculado al anterior, y que ya se percibió en la "contracumbre" chavista de Mar del Plata, es que el estilo chabacano del caudillo venezolano no "prende" en Argentina. La verdad es que los progres middle class miran para otro lado, avergonzados, cuando Hugo Rafael abre las compuertas de su inagotable y banal catarata retórica.
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