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domingo,
04 de
marzo de
2007 |
Las voces de la sinrazón
Ensayo. "El alma no come vidrio", de Vicente Zito Lema. Topía, Buenos Aires, 2006, 161 páginas, $ 22.
Por Darío Brenman
“El alma no come vidrio”, ensayo del periodista, poeta y psicólogo social Vicente Zito Lema, es la continuación de otros textos anteriores enmarcados dentro de un método de análisis de su propia creación denominado “Antropología teatral poética”. En su última obra reflexiona sobre la locura buscando sus múltiples sentidos a través del relato, el diálogo, el poema y el teatro.
Para ello sostiene que durante muchos años trató de “escuchar las voces de la sinrazón, fuera en un hospicio, en un puente donde se apilan las gomas como fogatas rebeldes y negras, en un libro o en un humilde papel, que llega de mano en mano, con su riqueza clandestina, tratando de entender lo que falta nombrar, y sin olvidar la antigua maldición socrática que pesa sobre la palabra escrita”.
Zito Lema profundiza sobre los aspectos más crueles que tienen los manicomios. Aquellos que dan cuenta de una institución que legaliza el saber médico de la locura y que poco ha contribuido al desarrollo del conocimiento científico “ sobre los estados límites del hombre”. Y que a la vez funciona como emergente de la alineación cultural de un modelo de producción y cultura donde los internados están condenados a pagar con su cuerpo “la quiebra de la antigua unidad social, la pérdida del amor como base de la familia, la sustitución de la fraternidad por el egoísmo y la competencia despiadada en las relaciones que tejen los hombres”.
Otra contribución de este ensayo es que rescata figuras y voces olvidadas como por ejemplo la del poeta Jacobo Fijman, un tema recurrente en Zito Lema y a quien ahora le dedicó especialmente también un capítulo de su último libro. La experiencia del trabajo de investigación acerca del paradero de este destacado poeta tuvo una gran influencia en su vida como escritor.
Fijman hacía largo tiempo que estaba desaparecido y algunos lo daban por muerto. Zito Lema dudaba acerca de la veracidad de tal hipótesis. Según informaciones que le habían brindado, el poeta podía encontrarse internado en un manicomio. Así comienza la búsqueda por todos los hospitales psiquiátricos, primeramente por el de Buenos Aires (Borda), donde le informan que no se encontraba, y luego recorre distintos lugares del país. Regresa a Buenos Aires a investigar nuevamente en el Hospital Borda, y finalmente ubica allí al poeta, quien yacía escondido en dicho nosocomio desde hacía treinta años sin que constara en los expedientes del lugar. Zito Lema tuvo varias charlas con Fijman durante un tiempo hasta que se produce su súbita muerte. Le sigue a ello una verdadera lucha tendiente a sacar el cuerpo escondido y en silencio del hospital para evitar el maltrato médico y poder de ese modo velarlo.
Los otros capítulos dan cuenta de voces como El combatiente de Malvinas, El Palangana, personas anónimas, pero con referencias a hechos sociales trascendentes para nuestro país. Cabe preguntarse el por qué de la elección de estos personajes y no de otros, y la respuesta surge del texto, según el autor: “se dió así porque en esos seres aparece lo único poético que queda en este país destruido”.
Temas como la sociedad, la locura, el desgarro, se dan en “El alma no come vidrio”, desde una sociedad absolutamente reproductora de muerte, ya que justamente “los que mueren y enloquecen son los únicos que registran los últimos instantes de sueños y poesía, en una sociedad que no está construida para la belleza”, advierte el autor.
El libro culmina con el guión de una obra de teatro denominada “La carretilla musical”, que tiene como escenario común el Hospital Borda, donde se depositan angustias mayores, intolerables y marginales de los internos del denominado nosocomio.
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