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domingo,
04 de
marzo de
2007 |
Ni machistas ni feministas
Vivencias y opiniones de tres generaciones de mujeres que reflexionan sobre los cambios producidos y los pendientes
Paulina Schmidt / La Capital
“No nos convertimos en mujeres con el nacimiento, es la vida la que nos enseña” (Simone de Beauvoir) Esta frase y muchas otras reflejan la esencia del espíritu femenino: sensible, idealista, progenitora, emprendedora y tenaz. Con la idea de hablar de sexo, feminismo, profesión, y relatar aquellas vivencias relacionadas con la condición de género, La Capital reunió a cuatro mujeres con una trayectoria vinculada a clarificar ideas sobre el rol de la mujer. Una maestría logró reunirlas en diferentes momentos de sus vidas, bajo el nombre de “Poder y sociedad desde la problemática de género”. La especialización funciona en la Facultad de Humanidades y Artes, y es la primera en su tipo en Latinoamérica y única en el país.
Hilda Habichayn es coordinadora académica de la maestría que surgió en 1993 como un espacio para reunir a aquellos que realizaban investigaciones en torno al tema. Docente y autora, entre otras publicaciones del libro “Rescoldos bajo las cenizas. Las mil y una formas de exclusión y reclusión de las mujeres”; estudió filosofía en la Facultad de Humanidades, y obtuvo la maestría en el Instituto de Ciencias Sociales de la Haya, Holanda.
María del Carmen Marini es egresada de la primera promoción de la maestría que Habichayn coordina. Es además psicóloga y co-fundadora de la Casa de la Mujer. Especializada en la problemática de género y salud mental, es autora del libro “Serpientes y palomas”, y a lo largo de su profesión participó en innumerables talleres y seminarios.
Las más jóvenes del grupo son Nadia Freytes, 23 años y profesora en Historia para EGB y Polimodal, quien este año cursará la sexta promoción de la maestría, y Luciana Seminara, 29 años, recientemente graduada con la licenciatura en Historia, que trabaja en la biblioteca de la universidad y participa activamente en los encuentros de mujeres.
Durante la charla, firmes y coincidentes en la mayoría de sus reflexiones, intercambiaron opiniones y vivencias, sin titubear a la hora de cuestionar prejuicios, actitudes y conductas en torno al género.
Entre lo público y lo privado
Sin lugar a dudas, la mujer logró un significativo avance en el ámbito doméstico, laboral y académico. La matrícula universitaria, por ejemplo, es la más alta en relación a los hombres, recogiendo históricamente entre las disciplinas sociales la mayor cantidad de adeptas. También crecieron en el campo de la medicina, la biotecnología y la ingeniería. Sin embargo, las más escépticas del grupo se atreven a cuestionar si esta realidad determinada por estadísticas significa verdaderamente un cambio. “Si el poder pasa por lo económico y no por lo político, entonces a las mujeres se nos permiten ocupar ciertos espacios que no son los más importantes. Su mayor participación en el mundo laboral, muchas veces está determinada por una situación económica y no por una motivación personal”, dispara Habichayn.
“Si en paralelo a la incorporación de la mujer al mundo exterior hubiera un ingreso de los compañeros a las responsabilidades de la casa, las cosas estarían más equilibradas —acota Marini—. Pero suele suceder que a las tareas extra hogareñas se le suman todas las relacionadas con la familia, y esta situación exige aún más su desempeño”.
La psicóloga, que basó parte de sus investigaciones en desentrañar la situación de la mujer durante la década del ochenta, define a esa época como una etapa de “ensayo y error”. “La mujer comienza a reflexionar y redescubrir su propia identidad, a partir de una experiencia personal. En casi todas las situaciones críticas de la vida, que pueden surgir en el ámbito familiar o en cualquier otro, surge una pregunta clave. ¿Quién está a tu lado? y generalmente es una mujer, que a lo mejor tiene además la sabiduría de ayudarte a pensar”, recuerda la profesional.
La otra cara del machismo
Los términos machista y feminista reaparecen constantemente durante la charla. “Lo opuesto a machista es hembrista, y son meras formas de sexismo, corrosivas y dañinas, que mutilan la totalidad del ser humano. En tanto, el feminismo se concibe como una posición ética en busca de igualdad, una militancia cotidiana en los espacios domésticos, de trabajo y de amistades, que le da sentido a la reciprocidad de los géneros, prosigue Marini. “Esta forma de pensar y vivir traspasa las fronteras del sexo, porque también hay mujeres manipuladoras, machistas y utilitarias”, agregó.
Paralelamente a los cambios y avances que se generan en otros ámbitos, todavía circulan preconceptos en torno a la idea de la “mujer perfecta”. ¿Existe un ideal de mujer? Freytes y Seminara opinan al respecto que existe una idea impuesta. “Los anuncios y repetidas publicidades insisten en mostrar un imaginario y un mandato social representado por el uso de un producto o una actitud determinada. Las mujeres no vamos por un lugar ideal, sino que buscamos hacernos nuestro lugar en el mundo. Todos los ideales impuestos, incluso para los varones, son imposibles de alcanzar y muchas veces cuestionados. La realidad se aleja de aquello impuesto. Hablar de un ideal es hablar de una exigencia", coincidieron Seminara y Freytes.
La mujer consiguió regular su capacidad reproductiva mediante la aparición de técnicas anticonceptivas, a pesar de lo cual, una serie de cuestiones limitan esta posibilidad, por problemas económicos o por convicción. “Una mujer tiene chances en la medida que puede regular su fertilidad y emanciparse económicamente”, destaca Habichayn, quien aborda el tema libremente y sin tapujos.
Freytes coincide con esta idea y plantea que el surgimiento de las enfermedades infectocontagiosas generó un quiebre y tiró por la borda algunos avances. "Pese al uso masivo y libre de métodos anticonceptivos, no se logra disminuir la cantidad de embarazos no deseados”, dice.
Más allá de las contradicciones y enfrentamientos que generan estos temas, tanto en Argentina como Latinoamérica, los encuentros de mujeres fueron grandes centros de debate e inflexión. Desde sus comienzos en la década del ochenta, los ejes de discusión fueron cambiando y se incorporaron temas relacionados con el ámbito político y social. “Aunque los últimos encuentros abordaron la legalización del aborto, una cuestión impensada hasta hace un tiempo, la reivindicación de la no violencia contra la mujer continúa vigente. En algunas cuestiones se avanza y en otras se retrocede", reflexiona Seminara.
Vivencias y recuerdos
Las anécdotas y experiencias personales matizaron la charla y enriquecieron cada una de las reflexiones. Por orden cronológico, Habichayn encabezó los recuerdos de la niñez y adolescencia. Con cincuenta años de matrimonio, tiene dos hijos y seis nietos. “Conocí a mi marido a los quince años y comenzamos a noviar cuando tenía dieciocho”. Sus vivencias fueron diferentes a las de otras mujeres de su edad, ya que a los doce años emigró desde Marcelino Escalada, provincia de Santa Fe, para cursar la secundaria. “Durante mi niñez tuve interdicciones muy claras con respecto al juego, que sólo debía acontecer entre nenas. Había cosas que estaban prohibidas. Por ejemplo, mi papá no quería que aprendiera a andar en bicicleta, y pese a los intentos de mi mamá por enseñarme, creo que siempre tuve la traba y negativa incoporada”, recuerda.
La profesora también reconoce que le molestaba mucho cuando le asignaban tareas tales como ayudar en la casa o levantarse de la mesa cuando hacía falta alguna cosa, marcando siempre la diferencia con sus hermanos varones. “Pero la injusticia no sólo estaba presente en relación a los géneros, también se daba entre las clases sociales, inmigrantes y grupos minoritarios. Cuando era chica, me enojaba porque las cosas no eran tan idílicas como a uno se lo habían querido mostrar”, reflexiona.
“El orden de las cosas parecía inamovible, aunque debo reconocer que fue mi madre quien me estimuló una mirada crítica. Cuando mis hermanos salieron del pueblo a estudiar, fue ella en contraposición a mi padre, quien sostuvo que la mujer debía tener preparación. Aunque con el tiempo, y ya cuando estudiaba fuera de mi casa, ocurrió al revés. Comencé a tener algunas diferencias con ella, y mayor acercamiento con mi padre”, prosigue.
Nacida en una familia tradicional donde los roles estaban bien establecidos, María del Carmen Marini recuerda que su padre era el proveedor y su madre quedaba a cargo de la casa. “En mi familia me estimularon más para que fuera a la universidad y obtuviera un título, que para que aprendiera a cocinar. Cuando egresé estoy segura de que se sintieron orgullosos. Hoy es muy distinta la relación para las mujeres más jóvenes, que disponen libremente de sí mismas y de lo que sus madres y abuelas soñaron, y para quienes el matrimonio no es un área privilegiada de realización”, reflexiona.
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