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sábado,
24 de
febrero de
2007 |
Reflexiones - Etimología de la vida cotidiana
Algunos se olvidaron que
la memoria también existe
Samuel Wolpin
"Nuestra memoria elige lo que debemos recordar u olvidar. Si cada cosa se convirtiera en inolvidable, nos volveríamos locos." (Jorge Luis Borges)
Existe un personaje mitológico que constituye la raíz de la palabra memoria: Mnemón-que en griego significa "el que recuerda"-, servidor de Aquiles en la guerra de Troya. Era el encargado de recordarle al héroe que, en esa batalla, no debía matar a los hijos de Apolo, bajo el riesgo de ser castigado por los dioses con la misma pena. ¿Qué cree que pasó? Acertó: Mnemón se olvidó y Aquiles, después de enterarse que había matado a Ténedos, hijo de Apolo, liquidó a Mnemón por su poca memoria.
Derivan del latín memorare, recordar, las reglas mnemotécnicas, trampitas que nos permiten evocar datos; los memorandums, notas que registran mensajes que luego olvidamos; los memoriales, que son monumentos para acordarnos de personas que hicieron cosas que ya no recordamos; las memorias, mamotretos donde los autores ponen no lo que recuerdan, sino lo que les conviene recordar. En cambio, los memoriosos se acuerdan de todo lo que no vale la pena recordar, mientras que inmemorial es casi lo mismo que inmortal o sea lo que no morirá en la memoria, en tanto que memorable es todo aquello que merece recordarse.
¿Existe en el cuerpo un lugar para la memoria? Aristóteles la ubicaba en el corazón, pero parece que la sede natural es el hemisferio central izquierdo.
La contraparte de la memoria es el olvido, que viene del latín oblivium. Si bien el recuerdo es un ejercicio de la mente, no es posible el olvido voluntario. En todo caso, uno prefiere no recordar ciertas personas indeseables, algunos actos fallidos o palabras inadecuadamente emitidas, pero no se puede olvidar a propósito. Los únicos que querían olvidar todo pertenecían a la Mitología. Eran los lotófagos -literalmente "comedores de loto"-, que habitaban una isla, quizás Chipre, donde hizo escala Ulises, en su viaje de regreso a Itaca. Al probar este alimento, sus compañeros perdieron la urgencia de volver a su tierra natal. En nuestros pagos no abunda la flor de loto; aunque, siendo el irupé la variedad que más se le asemeja, es posible que muchos compatriotas hayan verificado que su ingestión produce el mismo efecto y se han agarrado un empacho tan grande que ninguna curandera, tirándoles el cuerito, les podría devolver la memoria.
Finalmente, dos consejos: primero, no hay mejor método para ejercitar la memoria que olvidarse de las cosas; segundo...segundo...¿Será posible que me haya olvidado cuál es el segundo consejo?
Hasta la semana que viene, y...¡que sigan los éxitos!
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