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 domingo, 03 de diciembre de 2006  
La familia real construyó una localidad para las mujeres que han quedado solas
Refugio contra la violencia en el sur de Tailandia

Jocelyn Gecker

En el poblado tailandés de Rotan Batu, una comunidad amurallada de casas de madera y senderos primorosamente bordeados de flores, el alquiler es gratuito. Pero las 103 familias que residen allí han pagado un precio muy costoso por ese privilegio.

Las mujeres de Rotan Batu, conocido informalmente como el Pueblo de las Viudas, han perdido a sus maridos abatidos por las bombas y las balas de una insurgencia musulmana que ha tornado esa región de selvas y aldeas en la parte más peligrosa de Tailandia.

"Este es el único sitio donde una se puede sentir en paz", dice Sabiro Hama, musulmana de 36 años, que se cubre el cabello con un pañuelo celeste. Se mudó a principios de año, después que su marido fue muerto a tiros cuando caminaba rumbo a su casa luego de rezar en la mezquita.

El hecho de que fuese musulmán no le salvó la vida. La viuda cree que lo mataron porque era soldado.

El pueblo es uno de los pocos sitios en el sur de Tailandia donde musulmanes y budistas conviven pacíficamente. Se están construyendo otras 47 viviendas y hay planes para un hospital y una escuela.


Vida peligrosa
La violencia islámica ataca a soldados o empleados públicos para dejar constancia de que la presencia del gobierno no es bienvenida en esta región que fue un sultanato independiente hasta que Tailandia se la anexó hace un siglo. Cientos de personas inocentes han muerto desde que estalló la violencia en el 2004.

La vida diaria en esta región es una cadena de riesgos: conducir de noche, comer en restaurantes frecuentados por policías o soldados, comprar en un mercado al aire libre, llevar los niños a la escuela.

El pueblo se inauguró en septiembre del 2004 en 114 hectáreas adquiridas por medio de una donación de 20 millones de baht (535.000 dólares) de la reina Sirikit.

La familia real ha hecho obras de caridad en beneficio de los pobres en Tailandia, y el objetivo de la reina en este caso fue crear un refugio donde las viudas pudiesen cultivar sus propios alimentos y aprender un oficio.

Aquí los niños juegan al fútbol y pasean en bicicleta sin temor a balas perdidas ni automóviles a toda velocidad.

Pero hasta que el pueblo tenga su escuela, los niños deben ser conducidos a otra localidad en un convoy militar.

Sabiro dejó a sus cuatro hijos, de 5 a 12 años, en su antiguo pueblo viviendo con su madre, quien insistió en que terminaran su escolaridad y consideró que el Pueblo de las Vidas no era un lugar adecuado para los niños.

Sabiro dice que se fue con el corazón destrozado. "Pero tenía mucho miedo de vivir allí. Tenía que irme".

La única vez que sale del pueblo es para un viaje semanal a visitar a sus hijos, darles dinero y lavar sus ropas.

Cincuenta soldados custodian el Pueblo de las Viudas día y noche, pero pasando el puesto de guardia el estilo de vida parece idílico.


Trabajo comunitario
Las mujeres trabajan juntas en los huertos y los gallineros frente a sus casas, todas las cuales vienen con un terreno. Cuando el sol calienta demasiado se congregan a la sombra para recibir clases de alfarería. A veces, un médico distribuye antidepresivos para aliviar el trauma que ha traído a las mujeres aquí.

Hay una larga lista de espera de viudas, pero se está construyendo una docena de pueblos similares en las provincias del sur, dijo Supachai Anantawara, un oficial retirado del ejército que ayuda a hacer funcionar Rutan Batu.

"La gente aquí puede sobrevivir aunque el pueblo esté rodeado de insurgentes porque tiene todo lo que necesita", afirmó.

Porntip Bunin es una de una docena de mujeres que aprenden a hacer estatuillas de cerámica para vender más adelante en un comercio del pueblo y, según esperan, en tiendas de regalos en Bangkok, la capital.

La mujer de 40 años, budista y madre de tres hijos, perdió a su marido por una bomba que estalló cerca de un restaurante frecuentado por soldados. El estaba comprando provisiones en un comercio cercano.

"Aquí no me siento sola", dijo Porntip. "Tengo vegetales. Tengo una casa y tengo seguridad".

"Estoy feliz de estar aquí", agregó. Y haciéndose eco de lo que dicen muchas de sus vecinas cuando les preguntan cuánto tiempo se quedarán, respondió "quizás para siempre". (AP)
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