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 miércoles, 29 de noviembre de 2006  
Editorial
Taxis: escuchar a los usuarios

El debate está abierto y los rosarinos se encuentran interesados en su transcurso pero, sobre todo, en su desenlace. El problema de la carencia de taxis en las calles, sobre todo en horario nocturno y durante los fines de semana y feriados, constituye uno de los puntos más débiles para una ciudad que experimenta un notorio proceso de crecimiento.

El disparador de la polémica fue una nota publicada por este diario el pasado domingo en la cual se divulgó que para la Secretaría de Servicios Públicos municipal se necesita sumar medio millar de nuevas licencias a fin de satisfacer adecuadamente los cada vez mayores requerimientos de los usuarios. La respuesta al planteo por parte de las organizaciones que nuclean a los propietarios de taxis fue airada. La rotunda negativa llegó acompañada por un reclamo que muchos leyeron como parte de una estrategia contragolpeadora: la demanda de aumento del precio de la bajada de bandera -a $2,20- y la ficha -a 0,12 centavo-. El argumento que esgrimen los titulares de taxis es que en Rosario el valor del combustible y los repuestos resulta mayor que en la Capital Federal, donde en contrapartida bajada y ficha son más caras.

Que el sistema de transporte local padece una crisis que trasciende la esfera de los vehículos de alquiler es una verdad innegable, pero también lo es que la ausencia de taxis es uno de sus rasgos que en mayor medida percibe y padece la gente. Los números exhibidos por el municipio en el informe que reveló La Capital son suficientemente expresivos: la última vez que se decidió entregar más chapas fue casi veinte años atrás, durante la intendencia de Horacio Usandizaga. La modificación que ha experimentado la urbe desde ese entonces se presenta tan obvia que no pareciera necesario recordar que su evidente crecimiento necesita ser acompañado por una política coherente en materia de taxis. Los 860 mil habitantes de aquel año distan del millón de la actualidad y además se debe tener en cuenta el creciente perfil turístico de la ciudad, que suma presión al servicio. Si se agrega otro dato clave, el auge de la inseguridad con su impacto negativo sobre la cobertura nocturna, se llegará a la instantánea conclusión de que la situación se ha tornado insostenible.

Sin embargo, los titulares de licencias se cierran monolíticamente en posturas conservadoras y parecen ignorar que la demanda ha crecido de modo notable, reactivación económica de por medio. No es con actitudes corporativas que se podrá mejorar el panorama, sino dialogando de manera civilizada y aceptando que los cambios son, desde hace largo rato, tan inevitables como necesarios. La ciudad necesita un servicio moderno, con unidades renovadas, seguridad satelital y la posibilidad de abonar con tarjeta de crédito o débito.

Será en obvio beneficio de todos los rosarinos.
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