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domingo,
12 de
noviembre de
2006 |
Inteligencia emocional: en la frontera del milagro
Stella Maris Maruso se ocupa desde hace casi un cuarto de siglo de la recuperación de enfermos con grave pronóstico en su salud. Es discípula de la doctora Elisabeth Kübler Ross, una pionera en este campo, y dirige en Buenos Aires, la Fundación Salud, aunque hace seis años que vive en España. A través de la inteligencia emocional y espiritual propone capacitarse para afrontar los trances duros de la vida, afirma que el cuerpo puede remitir una enfermedad y cuenta cómo esta medicina gana terreno en claustros académicos como Harvard.
- ¿Te interesa estar en el puente entre la ciencia formal y aquella otra, quizá más antigua, ya que juntas pueden hacer mucho más que separadas?
- Sí. Ya no hay dudas de que todo lo relacionado con respuestas cognitivas, emocionales, tienen un sustrato bioquímico. Si la persona no puede cambiar su reacción frente a la vida, pero sí sus mecanismos bioquímicos, esto puede hacer más corto el camino para desarrollar drogas endógenas que permitan enfrentar las situaciones de un modo más saludable. Tornar al individuo en resiliente, es decir, aquel que sale fortalecido ante un infortunio.
- Has estado al lado de personalidades como los doctores Elisabeth Kübler Ross, Carl Simonton, Robert Ader, este último considerado el padre de la psiconeuroinmunología. ¿Qué te han aportado?
- Pudieron demostrar, parte en el laboratorio y en la práctica terapéutica, que cuando una persona trabaja sus aspectos internos, emocionales, cuando tiene una visión mucho más profunda de la vida, modifica su sistema inmunológico, y cualquier cambio en éste es un cambio en el rumbo de cualquier enfermedad. Resulta hoy imposible discutir esta realidad.
- También has conocido muy de cerca a sanadores filipinos, chamanes indoamericanos...
- Todo es un trabajo que conduce a la parte invisible que sostiene lo visible. Cada vez que hay un desequilibrio en una persona, la medicina, la ciencia ortodoxa, entra por tres puertas: por el proceso químico, en la estructura o en la función que esta estructura permite. Pero, ¿qué hay detrás de la química? Aquí tendríamos que ingresar en una vieja/nueva visión, que es la medicina energética. Para ir en ayuda de alguien que tiene una enfermedad, hay que hacerlo desde los aspectos químicos y energéticos. A fin de conocer estos últimos recorrí casi todo el mundo durante cinco años y fui adonde había personas cuyos trabajos son como diferentes ríos que llegan al mismo mar. De esta forma logran optimizar este potencial energético y, si suman la participación consciente a través de una transformación para percibir la vida de otra manera, los resultados se ven en el mejoramiento de la calidad de vida: optiman la sobrevivencia, ayudan a realzar la calidad de muerte si era "lo que toca", y sobre todo, logran remisiones espontáneas. Yo voy tras este objetivo, aunque algunos lo rechacen.
- ¿Cómo explicarías una remisión espontánea?
- Es ese potencial que cada uno tiene. Hay que poner en funcionamiento un sistema de autorregulación capaz de invertir el curso de la biología. El mismo cuerpo que genera una enfermedad, puede remitirla.
- ¿Estamos hablando de cáncer, sida?
- Son esos "milagros" que todavía no se pueden explicar, pero existen las remisiones espontáneas. Comencé este camino por mi padre. Luego de un diagnóstico por el cual le habían dado dos meses de vida, hizo una remisión y sobrevivió 18 años. Murió porque se acabó su corazón, pero no por aquel viejo mal. Para mí fue el primer paciente excepcional que conocí. Yo ya estaba en la misma línea de pensamiento, pero con lo que pasé con mi padre dije que si él lo había logrado, por qué otros no. Y vinieron a Buenos Aires los profesionales que antes citabas. Ellos me enseñaron que no había que descalificar a la medicina ortodoxa porque hoy está claro: todo sirve. El mejor fármaco que existe está en el mismo paciente, sólo hay que optimizarlo. La medicina ortodoxa quita el obstáculo para que la curación se realice, igual que la medicina energética.
- ¿En las remisiones espontáneas hay un "darse cuenta" de parte del paciente?
- Las claves de una remisión, a mí entender, son las siguientes. Primero, que todas las personas puedan responder con alegría. Segundo, que haya una familia que sume y no reste, que sea parte de la medicina y no de la enfermedad, tema que debemos trabajar a fondo. Tercero, aprender a expresar las emociones libremente. Sabemos que una emoción reprimida es una usina para cualquier enfermedad. Todo lo que tenga que ver con la relación interpersonal e intrapersonal resulta fundamental. Cuarto, encontrar un sentido a la vida, sin importar las condiciones en que uno se encuentre. Cuando un paciente dice realmente que quiere vivir, no está diciendo que no quiere morir; es distinto.
- ¿Cómo defines la idea de "encontrar un sentido a la vida"?
- Es plantearse un propósito que trascienda, relacionado con el amor, la creatividad y el servicio, que vaya más allá del pequeño círculo que hasta entonces importaba.
- ¿La reversibilidad es posible?
- Estoy totalmente convencida. La Fundación es convocada en todos los congresos médicos que abordan este tema. La mesa, habitualmente, se llama "Medicina espiritual". Hasta el día de hoy, he participado en cinco seminarios en la Universidad de Harvard que llevan este título. Y más del 98 de las escuelas de medicina de Estados Unidos ha incorporado esta temática como estudio de la carrera profesional. Es indiscutible, actualmente, que la espiritualidad es un factor determinante en el curso de una enfermedad.
- ¿Y si quiere participar alguien que se dice ateo?
- Aquí no es cuestión de creer o no creer, sino de saber. En el último congreso que participamos, el Latinoamericano de Adolescencia, estuvo en la mesa el doctor Daniel Cardinali, director de la cátedra de Psiconeuroinmunología de la Universidad de Buenos Aires, reconocido investigador en Estados Unidos, para referirse a los sueños. Pensé que iba a haber un choque, pero con 25 años de experiencia a cuestas, todos los días trabajando con enfermos, decidí hablar de lo que sé. Fue extraordinario porque me sentí como la fresa del postre. Todo el mundo nos apoyó y hubo una ovación hacia el final. Los 30 minutos previstos para las preguntas recayeron en mí. Cardinali dijo que todo lo que había yo expresado era correcto, que no podíamos dudar de los efectos de las emociones en el sistema inmunológico.
- Por la física cuántica descubrimos que el universo está vacío y por la psiconeuroinmunología, que el cuerpo se cura a través del espíritu.
- La psiconeuroinmunología avanza cada día más, está llegando a la espiritualidad, se ve en esos seminarios de Harvard. Por otro lado, ha trascendido una experiencia transformadora que se logra a través de la estimulación de una zona del cerebro que se llama girus angular, en el área de los temporales. Sabemos que si conducimos a una persona a ese estado de expansión de conciencia, puede lograr cosas increíbles en el cuerpo, algo que no lo consigue un fármaco. Es ahí adonde tenemos que ir, y lo logramos estando "dentro"; un viaje que es el más corto y el más largo a la vez, en un contexto de mundo que se mueve más en la distracción que en la atención. Buscamos una espiritualidad práctica, no dogmática. Frente a un diagnóstico, el cuerpo debe estar acompañado de la espiritualidad real. La fe está en el cuerpo, no creo en la fe fuera de él. Cómo se entiende que quien dice ser creyente, ante una grave enfermedad manifieste que tiene miedo a morir. Esa espiritualidad no está metabolizada. Entonces, un buen trabajo de sanación consiste en que la persona experimente, no que crea, la creencia no es necesariamente la propia experiencia.
- ¿Qué le dirías a alguien que no está enterado de nada y quiere saber más?
- Primero, que siempre hay algo más para hacer, eso es esencial, y que cada vez que pasa algo terrible en la vida, uno tiene dos posibilidades: o siente que le arruina la existencia o que lo enriquece. Si aprovecha esa situación negativa para tornarla en positiva, puede transformar cualquier circunstancia, como el curso de una enfermedad, y también sabrá que lo más importante es el rumbo de su vida, y dejar este mundo mucho mejor. Estoy convencida de esto, trabajo en la frontera del milagro. Soy testigo de cosas impresionantes. Familias destruidas que a través de una enfermedad vuelven a unirse. En definitiva, creo que todos deberíamos trabajar para eso, no para que la vida sea más extensa, sino más expansiva.
- Ocurre que en algún momento nos sentimos solos ante la adversidad.
- Debemos estar preparados para estar solos. Cuando realmente nos encontramos solos, descubrimos tantas cosas. Para estar acompañados, primero debemos encontrarnos solos, de verdad. Ahí podemos valorar qué es la compañía. Parece contradictorio, pero es así. En soledad descubrimos los estados más profundos que pueden modificar la biología. Todo depende de lo que se quiere hacer y elegir mejor. Ahora sabemos que tenemos este potencial, una esperanza que no es vacía y a la que nunca hay que matar. Hacer de todo para vivir, no para morir. Por ahí, como vivimos tanto, no es necesario morir tan rápido... Esto no lo dudo y lo puedo demostrar: todas las personas que empiezan a trabajar en sí mismas modifican el tiempo de sobrevida, ninguna muere en una estadística. Podrán fallecer por otra causa, pero "aburren" a la enfermedad.
- Para hacer esos cambios, ¿alcanza la voluntad?
- Si no hay cambios bioquímicos, no. Sabemos que la generación de dopamina, por ejemplo, se consigue con movimientos específicos del cuerpo. Esta es un área extremadamente rica, muy poco difundida. Lo mismo sucede para generar serotonina y endorfinas. Pero no se trata solamente de crear sustancias porque si produces endorfinas, pero tus receptores celulares de esos pépticos no están libres o se hallan ocupados por otras drogas, por más que generes endorfinas, el efecto no se produce. Hay que trabajar para que se formen drogas naturales internas y al mismo tiempo hacer cambios de la percepción interna para rehabilitar sus receptores. Es decir, no alcanza con hacer ejercicios, en la química del ser debemos aprender qué es la compasión, la aceptación, las llamadas virtudes. Es un trabajo de inteligencia emocional y espiritual.
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Stella Maris Maruso propone afrontar la adversidad con la expansión de conciencia.
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