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domingo,
05 de
noviembre de
2006 |
[lecturas]
El constructor de puentes
Concepción Bertone
Poesía. Eso es todo, de Oscar Gavotti. Homo Sapiens Ediciones, Rosario, 2006, 150 páginas, $ 20.
En la obra literaria no hay más significado primero que un cierto deseo: escribir es un modo del Eros, dice Barthes. Esa constancia del deseo, ese extraño placer de intentar lo imposible, dice Oscar Gavotti que, fascinado por la magia de los extremos, se entrega al arte de construir puentes de sentido, formas del mundo que el mundo colma. Escribir es decidirse a decir, y hacerlo, con todo lo que ello significa.
"Eso es todo" comprende parte de su obra publicada ("Libre albedrío", 1988, "La caída", 1991, "La constancia del deseo", 1997) y poemas inéditos; se tiende como un puente de un extremo a otro de su obra, recobra lo obrado, edificando con el pasado y el presente una pasarela, un viaducto, que le permite pasar sobre el vértigo del nombrar, hacer el malabar de cruzar los vacíos, las incertidumbres del nombrar. Y aunque a Gavotti el puente le parezca rudimentario, lo sostiene y le permite hacer con las palabras eso que él tanto anhela: infundirles una nueva vida.
La materia prima de la poesía y de toda la literatura no es lo indecible, ni lo que no se puede nombrar sino todo lo contrario. Es lo nombrado. El poeta convive y crea su poesía con un lenguaje siempre anterior. Un traje usado que jamás se desluce, porque varía en el cuerpo del texto. En la textura que le imprime el poeta. En ese infundir a la palabra una nueva vida. Es justamente ese trabajo profundo y lúcido de Oscar Gavotti, lo que ha hecho posible esta poesía suya. Su traslado más allá de lo clasificado, su abordar ardorosamente las fronteras de la palabra, no salvarse sino salvarla, para ofrecerla al otro. Aunque Gavotti exprese, en el prólogo, que "el poeta es un monstruo que intenta su salvación a través de su poesía", yo diría también, que el poeta es un ser que escribe para ofrecer su última palabra a los demás. Si se salva en ese ofrecimiento es porque lo que ha venido a decirnos, y con la habilidad de su arte, se ha tornado un espejo de nosotros mismos. Y eso es quizá lo más valioso de esta poesía suya.
Hay en la poesía de Gavotti la construcción de un yo, sumamente fuerte y opinante. Un sujeto poético discursivo que dice, "en esa zona vital de la retórica, que es la dimensión amorosa de la escritura": su causa personal. Un sujeto que se afirma sobre esa causa y la universaliza. Entre la duda y la proposición asertiva, su poesía reflexiona descarnadamente, atiza el pensamiento y nos hace cruzar ese puente de su sentimiento del mundo, de esta realidad donde el fraude de lo llamado patéticamente moderno nos devuelve al primitivismo más cruel: "Entonces nos sentimos como los traidores / que convierten casi todo en nada / como saqueadores de ruinas / como un vendedor de amistades / y seguimos transitando miserablemente / un puente rudimentario / con un lenguaje balbuceante.
Balbucir, articular dificultosamente. Gavotti, habla, participa, se obstina en decir su comprensión del mundo, lo abarcable del mundo, y en esa palabra, como dada a sí mismo, expresa al hombre común desde su sentimiento de hombre común, con sus pasiones y miserias. No apela a una épica, por ese mismo motivo: él es un testigo, alguien que ha visto y está decidido a testimoniar. Testimoniar en la escritura es expresar esto que digo aunque no sea todo lo que quiero o puedo decir. El testigo, en este caso, es simplemente el hombre que suma a esa mirada de hombre la hipersensible mirada del poeta que decide escribir o no escribir sobre lo que sabe y lo excede. Eso que lo excede atraviesa la escritura en forma de evocación, por lo tanto la escritura debe considerarse como un cuerpo, no como mera memoria. La poesía de Gavotti se abraza con el otro en la insobornable conciencia de sus límites. No apela a lo espectacular ni al efecto, más su lector no encontrará ningún confort, ni una media tinta piadosa que haga la vez de paño frío en la herida: su humor y su ironía son siempre sombríos, su fe en el destino humano es escasa, pero eso también incluye a la esperanza que está infusa en su intento de refrendar el presente. En ese intentar lo imposible, que es su anhelo personal, en la escritura y en la vida.
Es evidente que la poesía de Oscar Gavotti se enraíza y crece en la construcción de ese yo suyo que reflexiona y refleja. Es ahí donde lo ficcional que entraña toda literatura, aunque lejos de la categoría de verdad, halla la textura de lo creíble. En esto parece consistir la empresa de su poética. La atmósfera de su poesía tiene que ver con la conciencia de estar habitando un mundo que perdió su rumbo afectivo, agraciado, sensorial, humano, amoroso.
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Fotos
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El autor. Oscar Gavotti.
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