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 domingo, 05 de noviembre de 2006  
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La poesía y el marketing
"A los escritores jóvenes les faltan lecturas", dice el autor de "Los últimos tres años"

En el periódico Diario de Poesía, del que fue secretario de redacción, Jorge Fondebrider (Buenos Aires, 1956) se hizo conocido por sus opiniones contundentes al momento de reflexionar sobre la poesía. Con igual intensidad se dedica a la escritura de poesía, como se aprecia en sus libros "Elegías" (1983), "Imperio de la luna" (1987), "Standards" (1993) y "Los últimos tres años" (2006). Es además ensayista, antólogo, periodista cultural (entre otros títulos, publicó en 1995 "Conversaciones con la poesía argentina", obra de consulta insoslayable en su área). A la vez sostiene una intensa tarea como traductor, con títulos como las antologías "Poesía francesa contemporánea 1940-1997" (1997) y "Poesía irlandesa contemporánea" (con Gerardo Gambolini, 1999). Fondebrider colabora asimismo en la organización del Festival de Poesía de Rosario.

-¿Qué lecturas o circunstancias te resultaron particularmente determinantes?

-Primero, para mí fue importante copiar a aquellos poetas que más me gustaban en la adolescencia (Whitman, William Blake, Dylan Thomas, Ezra Pound, T.S. Eliot, Cesare Pavese). Luego, tratar de borrar su marca. Finalmente, intentar dar algunos pasos por mi propia cuenta. En este sentido, debo decir que las lecciones que aprendí no provenían exclusivamente de la poesía. Recuerdo con absoluta claridad haber decidido a mis 15 años convertirme en escritor después de la lectura de un párrafo de Scott Fitzgerald, acaso uno de los mayores estilistas que leí. Ese texto me había conmovido enormemente y me sentí enormemente agradecido de que alguien, hacía ya muchos años, se hubiese tomado el trabajo de escribir eso para mí. Deseé fervientemente que en el futuro alguien fuera a pensar lo mismo por algo que yo hubiese escrito alguna vez.

-¿Qué libros o autores de literatura argentina están sobrevalorados?

-La lista de los sobrevalorados recientes es muy fácil de establecer. Mencionaría, por ejemplo, a Arturo Carrera, a los Lamborghini, a César Aira, al pobre Cucurto (que alguna vez fue un pibe fenómeno que se llamaba Santiago Vega). Ninguno de ellos es un mal escritor, sólo que a mí no me hablan y me resulta un tanto inexplicable su fama. También me ocurrió en el pasado con otros nombres igualmente famosos: Sábato -por supuesto-, Olga Orozco, Alejandra Pizarnik, Roberto Juarroz, Murena, en alguna medida Manuel Puig. Más allá de que uno pueda juzgar la producción de cada uno de ellos como técnicamente válida, existe, creo, un problema de estructura de la personalidad. Hay cosas que a uno le importan y otras que no. Lo que se desprende de una y otra circunstancia hace el resto. A mí, por ejemplo, no me interesan ni la infancia ni sus misterios; tampoco las reescrituras, la experimentación pública como supuesto resultado de la escritura, el peronismo en general y la estética que se desprende de la comunicación de masas en particular. Supongo que habrá quien considere todo eso como un problema. Yo no. Y aclaro: estaría dispuesto a desdecirme si alguien fuera capaz de explicarme en los términos más claros posibles por qué debería considerar importantes a los escritores de la lista que precede.

-¿El periodismo cultural existe o hay una contradicción en los términos?

-No hay contradicción en los términos. Lo que podría haber, llegado el caso, es más o menos claridad conceptual para llevar adelante una determinada política cultural coherente con lo que se piense y una mayor libertad para permitirse equilibrar la información con las opiniones que sobre ella se viertan. Claro, para ello los medios deberían estar dirigidos por personas idóneas, dispuestas a tomar las decisiones que nos permitieran salir del estado protocolar en que suele resumirse la cultura en la Argentina.

-Brevemente, ¿cuál es tu evaluación del estado actual de la poesía argentina?

-Creo que, si se la compara con lo que se escribe en otras provincias de la lengua castellana, pasa por un momento interesante. No así si se lee en relación con la poesía de otras tradiciones. Entiendo que a los jóvenes les faltan lecturas y les sobra marketing directo.

-¿Qué condiciones debe cumplir, en tu opinión, una buena traducción de un texto literario?

-Debe leerse como si hubiese sido escrita en la lengua a la que se la traduce. En ese tránsito puede sacrificar literalidad y vocabulario, pero no el tono ni la recreación del estado psicológico del original.
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En varios frentes. Fondebrider sostiene una producción como periodista, traductor y ensayista.

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