Año CXXXVII Nº 49284
La Ciudad
Política
Información Gral
El Mundo
Opinión
La Región
Policiales
Cartas de lectores



suplementos
Ovación
Turismo
Mujer
Economía
Escenario
Señales


suplementos
ediciones anteriores
Salud 01/11
Página Solidaria 01/11
Turismo 29/10
Mujer 29/10
Economía 29/10
Señales 29/10
Educación 28/10

contacto

servicios
Institucional



 domingo, 05 de noviembre de 2006  
Qué dijeron los psicólogos que analizaron la conducta de Adorna
Sin control de su acto por un trastorno
No todas las pericias reflejaron lo mismo sobre el perfil de Tulio. Esta nota expone coincidencias y discrepancias

María Laura Cicerchia / La Capital

El tribunal que la semana pasada absolvió a Tulio Adorna por la muerte de su padre y de su hermano menor en la casa familiar de Funes llegó a ese dictamen con una convicción: que el muchacho no era consciente de lo que hacía cuando atacó a balazos a su familia. Esa es la conclusión a la que arribaron los psicólogos que trataron con el adolescente para demarcar el difuso límite entre lo que fue o no capaz de comprender. A excepción del informe forense, las pericias determinaron que Tulio reaccionó de un modo irracional, desbordado por un trastorno de su personalidad. Y se convirtieron en los cimientos del fallo que declaró al joven libre de responsabilidad penal por el doble crimen.

Los jueces de la Cámara Penal que confirmaron la absolución de Tulio -Ramón Ríos, Atilio Pangia y Juvencio Mestres- concluyeron que una profunda alteración momentánea, una historia de conflictos familiares y una problemática relación con su padre hicieron que el joven estallara de un modo irracional cuando cometió los asesinatos el 4 de octubre de 2002. Por eso requirieron que sea sometido a un tratamiento psiquiátrico por tiempo indeterminado, hasta que los especialistas determinen que no representa un peligro para sí mismo ni para terceros.

"Yo no lo quise hacer. No lo quise hacer". Tembloroso, asustado, con los ojos irritados de llorar durante horas, Tulio Adorna repitió esa frase cuando lo encontraron en la casa abandonada donde se refugió tras matar a su padre Alberto, de 50 años, y su hermano menor Germán, de 16, la noche del 4 de octubre de 2002. Lo dijo al hundirse en un abrazo con la madre una amiga que guió a los policías hasta ese lugar.

"Estaba tirado detrás del tapial. Parecía un perrito, un pollo mojado", contó la mujer. Habían pasado 14 horas desde que el muchacho, entonces de 17 años, hirió en la nuca a su padre y a su hermano mientras miraban televisión, le disparó a su madre una bala que le rozó el pecho, baleó en el cuello a su abuela y atacó a culatazos a su hermana de 19 años cuando ella intentó desarmarlo.

En base a las palabras que pronunció al ser detenido y al examen del primer profesional que lo revisó, el psicólogo forense Carlos Elías concluyó que Tulio pudo entender lo que hacía, aunque actuó desbordado por un estallido de emoción violenta. El psicólogo de Medicina Legal Héctor Albornoz, que lo examinó tras su detención, remarcó que se encontraba ubicado en tiempo y espacio y con buen manejo de su capacidad discursiva. Si bien detectó "rasgos esquizoides" en su personalidad, concluyó que era "capaz de discernir entre conductas aceptadas y no aceptadas".

El dictamen forense, en suma, le asignó responsabilidad penal al joven por los homicidios, si bien reconoció que su estado emocional podía atenuar su situación. No obstante, al momento de resolver el caso los jueces adhirieron a otros informes periciales: los que establecieron que al momento del hecho Tulio se vio privado de su capacidad de comprensión.

"Sé lo que hice porque me lo ha referido mi mamá y vi los artículos en el diario, pero no recuerdo lo que pasó". Habían pasado cinco días de su detención cuando Tulio declaró que no recordaba el drama familiar que desató en el chalé de San José 2432 de Funes. El chico contó que esa tarde su padre había amenazado con abandonar a su familia. Y dijo que a la noche, después de cenar, pensó que el encuentro familiar no hubiera existido si su papá los dejaba.

"Ese pensamiento me generaba sensaciones de angustia y bronca y empecé a sentir enojo. Era tan fuerte que no lo podía manejar. En ese punto se me hace un flash. Tengo como una laguna. Se me aparecen imágenes... Veo a mi abuela gritando, mi hermano Germán tirado en el suelo, mi hermana que también gritaba. Veo que tengo un arma en la mano, la tiro y salgo corriendo", relató entonces. El recuerdo trunco de lo que ocurrió esa noche fue una de las razones que llevaron a psicólogos y especialistas a concluir que Tulio no actuó de un modo deliberado cuando cometió los homicidios:

u Para la psicóloga Silvia Kieffer, el muchacho padece un "trastorno límite o borderline de la personalidad" que lo lleva a disociar la realidad y descompensarse ante las simples exigencias de la vida cotidiana: "Al momento del hecho carecía de conciencia psíquica y por lo tanto se encontraba imposibilitado de comprender la criminalidad".

u El psicólogo Carlos Mac Donald consideró que Tulio sufre mecanismos de disociación que "lo convierten en un sujeto frágil, vulnerable y proclive al descontrol impulsivo. No era consciente de lo que realizaba ni estaba en condiciones de valorar las consecuencias de su acto".

u El psicólogo Carlos Degano evaluó que Tulio reaccionó de un modo compulsivo ante situaciones temidas porque su percepción de la realidad se desorganizó. Para el profesional, es posible que no haya sido consciente de lo que hizo: "La falta de comprensión de la criminalidad se expresa en el acto mismo".

u La psicóloga Elizabeth Sorribas concluyó que el chico no pudo acceder al pensamiento reflexivo, discernir ni actuar con coherencia: "La pérdida de la capacidad de simbolización va acompañada de una sensación de vacío y una vivencia de violencia que puede desatar conductas imprevisibles". Para la profesional, los traumas pre y postnatales combinados con factores familiares y sociales instalaron en el joven "fenómenos mentales patológicos de una personalidad borderline".

u La pediatra Mirta Guelman determinó que causas genéticas y neuroquímicas (una resonancia magnética detectó que el joven padece una despoblación neuronal) lo hacen proclive a las reacciones violentas: "La reacción obsesiva-compulsiva puede ser rabiosa en determinadas etapas. Basta leer las declaraciones de su madre y de su hermana que en ese momento no reconocieron su rostro, desfigurado por el gesto de la boca y los ojos desorbitados, para dar cuenta de su estado de conciencia alterado".
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto
Tuli Adorna en una visita al juzagado de Menores.



  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados