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 domingo, 05 de noviembre de 2006  
Una feria ofrece cualquier producto y sin restricciones en plena zona sur
Fue un club del trueque y está en Bermúdez al 5.600 con intercambios que van de la necesidad a la ilegalidad

Pablo R. Propocio / La Capital

La zona sur esconde otra ciudad. Un espacio abierto a la compra y la venta sin restricciones, sin regulaciones. Y donde conviven la legalidad y la ilegalidad. Un sitio en el que se evidencia claramente que muchos encontraron la oportunidad de tener un rebusque y hasta un pasatiempo, pero otros hallaron la posibilidad de lucrar con artículos de dudosa procedencia. Aunque todos procuran mejorar su subsistencia personal y la de su familia. La plaza Homero Manzi (barrio Roque Sáenz Peña, avenida Bermúdez al 5.600) quedó instalada como La Salada rosarina donde se comercia cualquier cosa (hasta lo más inverosímil) a precios accesibilísimos.

El público apenas alcanza a ser de clase media y de allí para abajo no hay límites. Los puestos de ropa son mayoría, pero eso no quita que se pueda hallar una lista interminable de productos: alimentos (envasados y sueltos), medicamentos, herramientas, cosméticos, electrónica, artesanías, autopartes, juguetes, plantas, relojes, marroquinería, cigarrillos paraguayos, indumentaria deportiva, muebles, adornos navideños y un sinfín de otras cosas.

En rigor, la feria es el resabio de los clubes del trueque. Una experiencia surgida con la última crisis social y política que abrazó a la sociedad argentina. Los primeros emprendimientos arrancaron en Rosario en 1999, pero alcanzaron la cúspide en 2002.

Fueron organizaciones (llamadas nodos) en las que, a través de las ferias, las personas podían intercambiar bienes y servicios en forma directa o utilizando créditos (moneda de canje), que sólo tenían valor dentro de ese circuito.

El mercado del distrito sur funciona los sábados a partir de las 7 y se extiende hasta cerca de las 18. Allí pueden contabilizarse como mínimo 300 puestos regenteados por no menos de mil personas. Sólo algunos son vecinos de la zona; el resto llega de las más diversas áreas periféricas de la ciudad y de poblaciones limítrofes como Villa Gobernador Gálvez, Alvear o Arroyo Seco. "Vienen en Trafic", comentó Betty, quien junto a Elvira, Edith y Jorge hablaron con La Capital. Viven enfrente y a la vuelta de la plaza, y saben bien de qué se trata el fenómeno.

En medio de la feria al estilo persa se ubica el Club Social, Cultural y Deportivo Unión Roque Sáenz Peña, fundado en 1939. Allí nació la iniciativa, aunque pura y exclusivamente en función del trueque. "Pero terminamos dándonos cuenta de que, como el ingreso era pago, se convirtió en beneficio para una persona", se dijo. Así, la gente se ubicó por fuera del predio.

Para el público que concurre se convirtió en el shopping del sábado. "Si traés a tu mujer, perdés", lanzó un hombre con humor. Es que hay productos muy accesibles y en buen estado. La ropa, casi exclusivamente usada, pertenece a la gente de la zona, a sus familiares y allegados. Los puesteros de indumentaria se hacen de unos 50 pesos promedio al finalizar la jornada, aunque en ocasiones venden poco y nada. "El otro día regalé ropa a una mujer que pasó pidiendo y después la vi acá", se indignó una señora mientras cobraba un conjunto de bebé a tres pesos.

De cualquier manera, rige un espíritu solidario en el lugar. Cada cual conserva su sector, nadie se superpone y, si se agregan nuevos stands, son bienvenidos.

Todo está permitido y los integrantes de esta especie de mundo bizarro saben que merodea el fantasma de la irregularidad. Si no, cómo se explica que una cámara fotográfica digital cueste 350 pesos, por ejemplo. Y más: ¿de dónde salen los medicamentos, cómo apareció un teléfono de Telecom que sólo instala la empresa o quién distribuye los CD, DVD y VCD truchos?

Por momentos da la sensación de que Ciudad del Este (Paraguay) tiene una sucursal en Rosario. Allí perturba la presencia de periodistas que podrían descubrir ciertas cuestiones ocultas. El equipo de este diario no fue precisamente bien recibido en determinados momentos y se le hicieron varias preguntas.

El sitio es especial para el regateo y para hallar perlitas que luego serán revendidas. Ese es el caso del casco alemán que un especialistas se llevó por 20 pesos para ofrecerlo luego como "pieza única" en ámbitos como el Mercado Retro. También algunos trajes y vestidos antiguos volverán a exhibirse, aunque con más glamour, en El Roperito.

Los alimentos merecen un capítulo aparte. Suelen ser una buena salida comercial pero, al mismo tiempo, un peligro. Hay pre-pizzas que pasan horas al rayo del sol, conservas, tortas, papas fritas de copetín o alfajores que nunca fueron sometidos a ningún control bromatológico. Los vecinos de la zona advirtieron que allí jamás hubo inspecciones de ningún tipo. Sólo puede llegar a circular algún móvil policial.

En la feria del sur cualquier espacio sirve para promocionar lo que se ofrece. Una alternativa es colocar carteles en los árboles como el siguiente: "Vendo lavarropa, mueble nerolite, máquina coser". El letrero está acompañado por una dirección. Mucho más fácil que trasladarlos cada sábado.
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El espacio se convirtió en el "shopping" de los sábados.

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