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 miércoles, 25 de octubre de 2006  
Desoladora historia de una joven subyugada sexualmente en su casa
Su padrastro la sometió desde los 7 años. Para ella los abusos eran lo normal. Vivió bajo amenazas pero al crecer lo denunció. Y ahora hubo un fallo ejemplar

Cuando ella tenía seis o siete años su padrastro empezó a manosearla: "Me tocaba y lo tenía que tocar". Su mamá siempre estaba ebria y en su casa nadie podía advertir la situación, que incluso para ella se había convertido en algo normal. Ella no puede precisar si tenía 10 o 12 años aquel día en que el hombre, que era como su padre, la llevó a la casa deshabitada de un amigo suyo y la penetró por primera vez. Y era normal, como el hecho de que durante cuatro años no fuera a la escuela bajo la excusa de que no podía inscribirla. Mientras ella era una niña "era normal y estaba bien" mantener esas relaciones sexuales, porque él así lo decía. Pero cuando la chica creció y algunas cosas cambiaron, también mutó el discurso: él decía que estaba enfermo y que ella debía ayudarlo. Hace un par de años, la joven tímida, introvertida y silenciosa en que se había convertido denunció a su padrastro. El fue condenado a una de las penas más altas que la ley contempla para este tipo de delitos.

E.C. tiene hoy 56 años y su hijastra 22. La chica siempre consideró como su padre al agresor, de quien incluso lleva el apellido. Este detalle no escapó para los jueces que consideraron un agravante al delito de abuso que la chica haya estado a cargo del imputado desde su más tierna edad.

C. fue condenado a diez años de prisión por el delito de abuso sexual con acceso carnal, agravado por la calidad de guardador que asumía respecto de la víctima. El propio imputado no reconoció haber cometido esos delitos y además porque "los accesos carnales" habían sido "consentidos por la menor".

Sin embargo, la Sala II de la Cámara penal ratificó la sentencia de primera instancia, con los votos de los jueces Ramón Teodoro Ríos y Juvencio Mestres, y la abstención de Antonio Paolicelli. En este fallo se reconstruye de alguna manera parte la espantosa historia vivida por la chica.

Según contó la joven en su denuncia, su padrastro abusaba de ella casi todos los días mientras ella no tenía a quien contarle sobre la situación. De alguna manera, aunque sea por omisión, el hombre contaba con la complicidad de la madre de la menor, con severos problemas de alcoholismo. Durante años él decidió que la chica no fuera a la escuela y se quedara cuidando a sus hermanos menores.

La chica reconoció que las relaciones eran consentidas: "El me decía que era normal, que estaba bien, y de hecho, yo creía que era normal y estaba bien", contó en Tribunales. Y cuando, ya adolescente, comenzó a sentir desagrado por lo que ocurría, el padrastro le dijo que estaba enfermo y ella tenía que ayudarlo soportando la continuidad de las relaciones. El tiempo tuvo que pasar hasta que ella, que estaba terminando la escuela primaria en una nocturna para adultos, fuera aconsejada por una amiga para que lo denunciara.


"Vos sos mi mujer"
Entonces C. amenazó a la chica con decirle, apenas tuviera novio, que ella era su mujer para frustrar toda relación posible con un tercero. Esta actitud tuvo, de alguna manera, testigos en las amigas de la chica que reprodujeron durante el juicio amenazas y expresiones escuchadas de la boca del imputado, que siempre la iba a buscar en moto a la salida de la escuela. "Siempre la controlaba -contó una amiga-, cada vez que salíamos a dar una vuelta en un recreo él estaba merodeando". Además relataron que el hombre la obligaba a vestirse con ropas mucho más amplias que su talla, para apartar a la adolescente de cualquier mirada masculina.

Para el camarista Ríos, "los hijos, en su candorosa inocencia, asimilan el prematuro ataque a su integridad sexual como una circunstancia a la que deben someterse en atención a su vínculo familiar". Y recién "a medida que crecen y se relacionan con compañeros de juegos comienzan a descubrir que aquellos no tienen los mismos contactos que caracterizan al trato para con su pariente mayor". El magistrado afirmó que "habitualmente las víctimas son silenciadas por los victimarios y el abuso infantil suele quedar impune".
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El fallo condena al agresor a diez años de prisión por abuso sexual.

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