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domingo,
24 de
septiembre de
2006 |
[lecturas]
La imaginación como crimen
Lisy Smiles / La Capital
Narrativa. La daga latente, de Enrique M. Butti. Colihue, Buenos Aires, 2006, 112 páginas, $ 13.
"La daga latente", de Enrique M. Butti, es un libro de cuentos editado por Colihue que integra la colección policial, dirigida por Elvio Gandolfo. Sin embargo, el rótulo en que fue ubicado el título merece un comentario que se ofrece en la contratapa del libro. "Casi policial", se advierte desde allí. Y el consejo entrega al lector una llave particular que le permitirá recorrer los territorios de estos nueve relatos, sin más tarea que convertirse en un rastreador de huellas literarias.
Pero atención. En ese recorrido es difícil encontrar pistas seguras, y eso lo hace atractivo. Premiado con el primer lugar por el Fondo Nacional de las Artes, "La daga latente" ofrece estructuras narrativas que pueden leerse como clásicas en cuanto al cuento, pero con un juego de tonos y registros que complican al lector.
Es que el modo que elige Butti para escribir estos cuentos hace que sea necesario saber más, tras la ilusión de entender lo ocurrido. A veces la sospecha es obvia y en otras ocasiones por más que lo sea lleva escondida otra intriga enmascarada por parte de la trama.
El suceso, aunque se proponga en estado de realismo puro, no siempre podrá develarse en términos de certeza, pero sí de verosimilitud.
Cada narración tiene lo suyo. Tanto en lo que ofrece desde el lenguaje como en las capas en que ordena el argumento. Es verdad que el tono general es realista, que el narrador no se oculta, participa y hasta protagoniza, pero eso no garantiza que todo esté resuelto. Será necesaria la imaginación del lector, a lo que invita Butti tanto con la exactitud de las descripciones de ambiente como por aquello que no dice, que tan sólo desliza.
El libro comienza con "La daga y el eco", y se centra en la relación entre dos amigos, con una intimidad muy cercana, donde uno le enseña al otro que es ciego cómo reconocer el mundo de la mano de las sombras. Pero ese mundo se extiende hacia otro sitio cuando uno de ellos muere asesinado.
Le sigue "A precio sin competencia", en el que un pastor desembarca en un barrio y su atractiva figura seduce a más de uno, hasta convertir, y no sólo religiosamente, al más incrédulo. Una muerte revela las intenciones ocultas.
Una historia mínima, sobre un momento íntimo entre un hombre y su chongo, hace de la música una forma de ver, un claro punto de vista que puede volverse anticipatorio. Algo de esto ocurre en "El poder de la música".
Un crítico literario advierte sobre la muerte de un escritor ignorado, y busca al asesino entre los versos póstumos. Y ese rastreo se torna excusa o argumento central para demostrar el valor de la poesía. El cuento es una mezcla de exorcismo y denuncia sobre el ambiente literario.
Después vendrá
la oportunidad de ver a través de la mirada de un niño las idas y venidas de una tía inmigrante italiana que enloquece a una familia. La mezcla de ingenuidad infantil con lo siniestro se apodera del argumento.
Y otra vez el barrio, donde un anónimo pintor se anima a hacer dibujos que desafían al poder en plena dictadura. Tras su asesinato, dejará un discípulo que podrá expresar con manchas su propia verdad.
Completan el libro tres cuentos donde la traición une a dos de ellos y en el último, los recuerdos se funden en fantasmas demenciales.
Pero nada es demasiado trágico o en todo caso dramático. Y eso es lo que permite lo de "casi policiales", porque cierta mirada irónica envuelve a los cuentos. Es la mirada del que observa como sabiendo lo que va a ocurrir, pero no sólo en la trama sino en el lector. Es la mirada de Butti, el escritor, que sin duda está seguro que será imposible para el lector sustraerse de la imaginación. Ese es el mejor crimen.
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