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domingo,
24 de
septiembre de
2006 |
Nutrición
Claves para que la hora de la comida no sea un calvario
Florencia O'Keeffe / La Capital
"Si no queremos comer comida, ¿por qué vamos a querer comer un avión?", dice el niño de la propaganda de las patitas de pollo, ironizando sobre la desesperación de madres y abuelas que utilizan todos los recursos posibles para que el nene o la nena coman "toda la comida". La presunta falta de apetito de los niños entre 1 y 4 años es una de las consultas más frecuentes en el consultorio de los pediatras. Pero lejos de representar un verdadero problema de salud, en la mayoría de los casos esta preocupación no tiene razón de ser. "Es habitual que la angustia de madres y abuelas sobre la conducta alimentaria del niño no sea correspondida por el médico al momento de observar, evaluar y tabular el crecimiento del niño", reconoce Omar Tabacco, pediatra, nutricionista y gastroenterólogo.
Que el niño se niegue a comer todo lo que le ofrecen en esa etapa de la vida es considerado "normal" por los especialistas, y no perjudica el crecimiento y desarrollo del infante. Aproximadamente el 50% de los padres o cuidadores del niño piensa que come menos de lo que le corresponde, y no es así. La licenciada en nutrición Paula Pueyrredón, del equipo de profesionales del Cesni (Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil), afirma que los chicos regulan su ingesta, y que en general, eso que no consumieron en un momento de la jornada, lo compensan en otro.
En la misma línea opina el pediatra español Carlos González, autor del libro "Mi niño no me come", quien se pregunta: "¿Seguro que no come nada?" a lo que responde que para la mayoría de los padres ese "no come nada" significa que su hijo no come lo que ellos creen que necesita. "Quizá, si su medida fuera de medio plato y no de plato repleto, cambiaría la percepción", ejemplifica.
El médico español cuyo libro se convirtió en un best seller, dice que tanto las madres como los padres suelen vivir la inapetencia de sus hijos como un tema personal y consideran, en forma errónea, que una muestra de amor es "atiborrar a los hijos de comida".
"La frustración y un terrible sentimiento de culpa de no saber cumplir como lo hicieron su madre y abuela con ella, embarga a muchas madres para quienes la hora de la comida es un calvario", señala González, mientras que los niños suelen sentirse incomprendidos. "Imagínese qué piensa su hijo si de repente se ve atacado por aquellos en quienes confía, que insisten en alimentarlo a toda costa cuando ya no le entra nada más, y encima se enojan y gritan", reflexiona el español.
Para Tabacco, "es muy difícil definir cuánto debe comer un niño en cantidades, sin destacar que la clave está en la calidad de la comida, y en definir el objetivo principal de una alimentación correcta que es conseguir un crecimiento cuantitativo apropiado en un niño sano, que se enferme poco y juegue mucho".
Qué y cuándo
La recomendación profesional indica que a partir de los 6 meses, el niño está en condiciones de incorporar alimentos distintos a la leche: cereales (que no contengan trigo, avena, cebada y centeno), arroz, maíz, algunas verduras como zapallo, papa, zapallitos sin la piel, y carnes debidamente cocidas y procesadas. "Esto debe ser progresivo. Hay que introducirlos de a uno por vez. Lo ideal es no mezclarlos hasta identificar si alguno de ellos produce alergia", dice Pueyrredón, una de las autoras del libro "Comer en una edad difícil: 1 a 4 años", editado por el Cesni.
Respecto de la carne, afirma que es importante incorporarla tempranamente. "Hay madres que piensan que el chico no debe comerla hasta que no tiene todos los dientes y lo aconsejable es que se sume a la alimentación en el transcurso del primer mes en el que se agregan sólidos. Se la puede incorporar en una papilla, molida, procesada y siempre bien cocida", señala la nutricionista.
En cuanto a las frutas -agrega-, no sólo la manzana y la banana, sino también otras como el durazno maduro, deben ser parte de la primera etapa de la alimentación.
"Desde el séptimo mes, es momento de un cambio importante. De la papilla suave podemos pasar a una textura más consistente, como trigo o pescado. Si no hay antecedentes de alergia, el pescado, siempre bien cocido, debe empezar a formar parte de la comida junto con el resto de las carnes vacuna y de aves como el pollo", agrega la licenciada del Cesni.
Al año, el niño o niña está en condiciones de sumarse a la dieta familiar, coinciden los especialistas.
Golosinas y gaseosas
Entre las dudas que atormentan a madres y abuelas se anotan darle o no jugos y gaseosas, y cuándo y cómo permitirles que coman golosinas. Pueyrredón dice que los jugos artificiales y las bebidas gasificadas no son malos en sí mismos, pero como aportan pocas calorías y suelen influir negativamente en el apetito, si el niño los consume antes o durante las comidas, es mejor no tenerlos a mano. "Es preferible que tomen agua potable, de red; también están habilitados los jugos de frutas naturales", señala Paula Pueyrredón.
Respecto de las golosinas, la licenciada comenta que según las últimas recomendaciones internacionales de alimentación, "entre el 10 y 18% de las calorías pueden provenir de estos alimentos, siempre que el resto provenga de alimentos nutritivos que aportan minerales y vitaminas", puntualiza.
El gastroenterólogo Omar Tabacco dice que las golosinas y snacks deben evitarse en las horas cercanas a las comidas principales. Lo mejor es que los caramelos, chocolates, chupetines, chizitos y papitas fritas, "se guarden para determinados momentos de la semana y eventos especiales como las salidas o los cumpleaños", afirma.
"El momento del desayuno, el almuerzo, la merienda y cena deben incluir alimentos sanos y variados y deben darse en un marco de tranquilidad, sin interferencias como las discusiones de los adultos o la televisión", agrega el pediatra.
Lo más importante, finaliza, es que el consejo pediátrico esté dirigido a transmitir a los padres pautas saludables de alimentación, tendientes a generar hábitos duraderos y la posibilidad de ofrecer a la familia "un momento para disfrutar de esta actividad compartida".
Los especialistas dicen que la consulta médica cuando un niño no come es necesaria cuando la inapetencia se acompaña de otro síntoma digestivo como diarreas, vómito, fiebre, decaimiento, cambios de carácter y trastornos del sueño.
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