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 domingo, 24 de septiembre de 2006  
Cocina: sabores de vida

Quique Andreini

Hoy, mi querida amiga, transcribo la receta de uno de los platos típicos de Japón: el tempura. Se trata de pequeñas frituras de pescados, mariscos o verduras rebozadas en una masa liviana preparada con harina, agua y huevo freídas en aceite; y soplillos segovianos, un ligerísimo bollo de yema de huevo, harina de trigo, aceite y azúcar que se bate intensamente y se deshace en la boca.


Tempura
Ingredientes:

  • pescados en trozos chicos o mariscos

  • 1 huevo

  • 100 gramos harina

  • 1 taza de cerveza o agua

  • sal y pimienta

  • 1 dedal de azafrán

    Licue todos los ingredientes, puede reemplazar la cerveza por agua, aunque se usa para dar mayor esponjosidad ya que tiene levadura; el azafrán es para que tenga un bonito color dorado. Mantenga la masa muy fría para que se adhiera bien la mezcla.

    Bañe el ingrediente elegido en la mezcla y frite pequeñas cantidades en abundante aceite a 180º. Sin termómetro se puede comprobar la temperatura dejando caer una gota de masa, si está listo la gota antes de llegar al fondo sube hacia arriba, si está frío baja hasta el fondo. Las piezas deben quedar crocantes pero no muy duras.

    De vuelta con mucho cuidado durante el fritado para que la cocción y color sean uniformes, entre cada tanda, retire los trocitos de masa que queden flotando.


    Soplillos segoviano
    Ingredientes:

  • 4 cucharadas de aceite de maíz

  • 2 yemas

  • 1 cucharadita de ralladura de limón

  • 2 cucharadas de vino blanco

  • 2 cucharadas de gin o ginebra

  • 2 cucharadas colmadas de harina

  • 2 cucharadas de azúcar impalpable

    Hierva el aceite sin que humee y enfríe. Bata en un bol las yemas y vaya agregándole de a poco, como si hiciera una mayonesa, el aceite frío, la ralladura de limón, el vino blanco y las cucharadas de gin. Tomará consistencia como si fuera una salsa. Incorpore a la preparación las 2 cucharadas colmadas de harina y mezcle bien.

    Con la ayuda de una cuchara, vaya formando copitos sobre una placa para horno forrada en papel manteca. Cocine en horno caliente hasta que se inflen y queden secos. Retire con cuidado y espolvoree con azúcar impalpable o miel.


    Había una vez...
    Cuentan que un estudiante de zen se quejaba de que no podía meditar: sus pensamientos no se lo permitían. Entonces habló con su maestro y le dijo: "Maestro, los pensamientos y las imágenes mentales no me dejan meditar; cuando se van unos segundos, luego vuelven con más fuerza. No me dejan en paz". El maestro le dijo que como dependía de él dejara de cavilar. No obstante, el estudiante seguía lamentándose de que los pensamientos no le dejaban en paz y que su mente estaba confusa.

    Cada vez que intentaba concentrarse, una oleada de pensamientos y reflexiones, a menudo inútiles y triviales, irrumpían en su cabeza. El maestro entonces le dijo: "Aferra esta cuchara y tenela en tu mano. Ahora sentate y medita". El discípulo obedeció. Después el maestro le ordenó que dejara la cuchara. El alumno lo hizo y la cuchara cayó al suelo. Miró a su maestro con asombro quien le preguntó: "Ahora decime quién agarraba a quién, ¿vos a la cuchara, o la cuchara a vos?".
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