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 domingo, 24 de septiembre de 2006  
Para beber: uvas protegidas del sol

Gabriela Gasparini

La mujeres somos señaladas por tener actitudes que para algunas mentes resultan incomprensibles, y es que no nos entienden. Es cierto que para cierto razonamiento masculino, resistirse a realizar una compra es sencillo: si no hay fondos no se hace. Pero convengamos que con una tarjeta en la cartera la cosa se vuelve más compleja y hay que usar otros artilugios. Días atrás me contaban 2 vendedoras, que para no usar "la de plástico", recurrieron a depositarlas en manos ajenas: en un caso la mejor amiga y en el otro una compañera de trabajo, y eso debido a la imposibilidad de contenerse frente a las ofertas que mostraban las vidrieras.

A su vez, yo les comentaba de una amiga que me confesó: "Me puse medias rotas para no poder comprarme zapatos". Porque nadie que se precie sacaría a relucir una papa frente a quien tiene a su cargo la venta de uno de los accesorios más caros al sentimiento femenino. Otra de nuestras reconocidas flaquezas es dejarnos influenciar por los dictados de la moda.

Hay algunas excepciones, siempre recuerdo el comentario de mi tía Stella, hablando de las hermanas de su madre: "Mis tías no van a la moda, la moda las encuentra". Hacía referencia a una de ellas, quien desde los años 40 usaba una suerte de vincha hecha con un pañuelo, cuyo remate variaba desde un nudo con las puntas colgando sobre la frente, hasta una especie de pimpollo hecho con la misma tela. Y ese era un accesorio irremplazable en su peinado, todos los intentos para que adoptara algo más moderno fueron vanos, y resultó que 30 años más tarde, a mediados de los 60, desde las tapas de las revistas Pinky mostraba ufana el mismo adorno en su cabeza.

Siguiendo con "lo que se usa", recordemos las que estamos rondando los 50, esas interminables siestas cocinándonos sobre la loza de la terraza, tiradas como lagartos, embadurnadas con lo que esa semana surgiera como la pócima que nos acercaría al color más rápidamente, desde té hasta coca cola, pasando por sapolán con yodo, con el único objetivo de quedar tono chocolate. Ahora vemos los resultados, nos salva que como suelen decir los dermatólogos, en aquella época no sabíamos que eso de "donde entra el sol no entra el médico" se nos iba a volver en contra, y no sólo a nosotras.

Porque según cuenta Chris Ayres, corresponsal del diario inglés The Times en Los Angeles, debido a los tórridos veranos que se están dando en California, cambios climáticos mediante, los bodegueros han implementado nuevos métodos para evitar que las uvas se marchiten: las rocían con un protector solar en forma de spray elaborado a base de aloe vera, y que, créanlo o no, es tremendamente efectivo. El cosmético se produce especialmente para el coqueto target de las uvas, y las mantiene libres de arrugas.

Aarón Pott no es un improvisado en la industria vinícola, graduado en la Universidad de Borgoña, trabajó en Burdeos y en Chile, y en la actualidad es el enólogo de la bodega Quintessa, cuyos vinos están altamente calificados entre los conocedores. Según Pott, las uvas Cabernet Sauvignon al estar expuestas al sol enfrentan los mismos peligros que quienes lo hacen en bikini, por eso conociendo los beneficios del aloe decidió aplicarlo en las viñas.

Para mantener el sol a raya también implementa una técnica que podría compararse con el efecto sombrilla, hace crecer las hojas de manera que proporcionen sombra natural a los granos, y en los momentos álgidos los refresca rociándolos con agua. Esto es parte de una técnica agrícola que se conoce como biodinamismo que rechaza el uso de pesticidas artificiales, herbicidas y fertilizantes iniciada en los años 20 por el austríaco Rudolf Steiner. Uno de sus principios afirma que se pueden fabricar "sprays", o lo que Steiner llamaba infusiones a partir de plantas que posean ciertas cualidades, como la capacidad de resistir a la sequía, y emplearlos sobre otras plantas para conferirles la misma protección.

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