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 domingo, 24 de septiembre de 2006  
Interiores: singular

Jorge Besso

Como no podía ser de otra manera estamos frente a una palabra con una polisemia más bien reducida. Los sentidos que la rodean son pocos y vecinos entre sí. El primero que salta es elocuente, ya que singular quiere decir el único en su especie. Los significados siguientes están bastante ligados a la contundente definición inicial, en tanto el diccionario de la lengua desgrana sucesivamente raro, extraordinario o excelente.

Se trata de un adjetivo de excelencia respecto de la obra de alguien, quizás especialmente en el campo del arte, ya que la singularidad de una pintura consagrada por la crítica no se discute, aunque pueda haber, y de hecho hay, distintos análisis de la misma. Como se puede ver no se habla aquí de ninguna obra en particular sino de cualquiera de las que alcanzan para siempre la excelencia, y en este sentido la singularidad de cada una de ellas las hace únicas.

Como se sabe lo contrario de la singularidad es la pluralidad, pero lo primero que habría que decir de la pluralidad es que no es uniforme ya que puede albergar cosas muy diferentes, y en este sentido la pluralidad incluye muy especialmente a la diversidad. Como por ejemplo la diversidad de opiniones sobre cualquier tema que hace a la pluralidad esencial de la democracia. Pero también hay una pluralidad distinta, de alguna manera opuesta a la anterior, que vendría a ser la pluralidad de la uniformidad, como es el caso tan frecuente, cotidiano y de todas partes de la fabricación de los objetos en serie.

Es decir, lo que se conoce como las "cadenas de producción", inmortalizadas por la notable y recordada "Tiempos modernos", de Charles Chaplin, donde el automatismo de todos los gestos y movimientos para lograr la velocidad y la eficiencia en la fabricación componen una angustiante sinfonía de humanos automáticos. Por lo demás, muy frecuentemente reemplazados por robots, todavía más automáticos que los humanos que se quedaron sin trabajo, y sobre todo más económicos, ya que si bien se pueden romper ni comen, ni hacen huelga.

Con toda probabilidad el ejemplo más significativo del siglo XX sean las cadenas de producción de automóviles, productoras de una pluralidad uniforme como son los autos, todos iguales. Las mínimas diferencias que puedan existir y que seguramente existen no son esenciales, como sucede con el juego de los 5 ó 7 errores que a menudo aparece en los diarios donde hay que comparar 2 dibujos aparentemente iguales pero con muy pequeñas diferencias, dibujados y separados en 2 cuadros. Las diferencias graves que pudieran darse entre 2 vehículos, como que uno funcione y el otro no, tampoco son esenciales sino accidentales. Es decir errores o accidentes en la mencionada cadena que se han de corregir.

En cierto sentido también hay una cadena de fabricación de humanos, o más bien varias en todas las sociedades, de forma tal que el individuo es un ser social por donde se lo mire y por donde se lo estudie. Poco queda en él de natural, ya que hasta el propio organismo en cierta manera tiene un funcionamiento "social". Es decir funcionará y resistirá o no, de acuerdo a lo que se envíe hacia adentro y a los esfuerzos a que se someta al cuerpo, lo que hace que lo orgánico sólo se pone verdaderamente en primer plano cuando de pronto aparece la enfermedad, momento en el cual tenemos auténtica conciencia del órgano afectado que hasta ese momento más bien ignorábamos.

Ahora bien, la cuestión fundamental es que el sistema (es decir el sistema capitalista que rige el planeta) necesita de seres previsibles, capaces de respetar los semáforos explícitos e implícitos que rigen la conducta entre los humanos: que sepan detenerse cuando hay que detenerse y que sepan avanzar cuando les toca avanzar.

En otro orden, en el amor, resulta necesario poder traspasar los límites, como también poder respetarlos. Semejante equilibrio en muchas ocasiones resulta muy difícil. Como también lo son los famosos y remanidos puntos intermedios para un ser tan bipolar como el humano que requiere de los puntos medios de las cosas pero disfruta especialmente en los extremos. Se podría decir que el humano es un ser de huellas. Es decir que tiene variadas marcas que vienen a conformar una parte esencial de su constitución. Como se sabe, tenemos todo tipo de huellas que podemos agrupar y organizar en 2 grandes grupos:

n Externas.

n Internas.


En las externas podemos encontrar las huellas de cada cual, es decir las distintas marcas de la existencia como las cicatrices, o los rastros de las peleas o las mucho más interesantes huellas del amor, de las que también hay que decir que en ocasiones suelen ser muy inoportunas. Pero quizás sean las huellas digitales las más top dentro del menú de las huellas externas porque hacen a la identidad de cada uno, y al mismo tiempo hacen a la marca de la especie. Las huellas digitales contienen los trazos que compartimos con todos los humanos, pero que a la vez se organizan de un modo único en cada espécimen que circula por el planeta.
Notables huellas que por lo demás están situadas justo en el límite entre lo interior y exterior de cada individuo. Precisamente en el interior humano hay otras huellas en los pliegues más ocultos de la psiquis que son las mnémicas o huellas de la memoria. Al igual que las digitales, todos tenemos nuestros surcos de la memoria: las impresiones recibidas, algunos acontecimientos, las escenas que quedan grabadas para siempre, ciertos recuerdos traumáticos, una enorme mayoría de olvidos y una enorme minoría de recuerdos, los cuales se agrupan y de alguna manera se organizan de un modo particular.

Con lo que cada ser humano es un ser igual a todos y al mismo tiempo un ejemplar único e irrepetible. Un ser con tantos pliegues que sólo parcialmente puede conocer al otro. Al que tiene al lado. Lo mismo respecto de sí mismo. Razón por la cual el humano en última instancia es un ser imprevisible. Nunca uni?forme. Lo contrario de todos los uniformes que sueñan con uniformar.
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