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domingo,
13 de
agosto de
2006 |
Hay que
blanquear
el fútbol
Luis Alberto Yorlano
Mientras existan los códigos y los pactos de silencio, será muy difícil dilucidar las circunstancias que se viven en el fútbol. Esto no es nuevo. Tiene más de veinte años y todo comenzó cuando se empezaron a arrimar los mal llamados empresarios. Pero cuidado, no aparecieron abruptamente, ni lo hicieron pateando puertas. Fueron los dirigentes los que se las abrieron. Desde la época de Rafael Santos, que comenzó a llevar jugadores de Newell's a Francia, y Genoni y Poletti, en Rosario Central para el fútbol colombiano, hasta hoy siempre las operaciones de estos nuevos subvencionados fueron observadas con muchas dudas por los periodistas especializados. Un ejemplo de esto es el famoso 15% que les corresponde a los jugadores, pero al que la mayoría debe renunciar a la hora de ser transferidos. Caso contrario la operación se frustra. Y nunca quedó claro adonde iba a parar ese dinero. A pesar que era un derecho adquirido en el estatuto del futbolista que se firmó durante la gestión de Pastoriza como secretario general de Futbolistas Argentinos Agremiados.
Esta fue la primera plata grande que comenzaron a manejar dirigentes y empresarios. Y desde aquellos años, hasta hoy fueron apareciendo distintas manera que posibilitaron a muchos hacer mucha diferencia sin demasiados esfuerzos. La globalización permitió llegar a los más importantes y competitivos torneos del mundo y los que vieron el gran negocio que se podía hacer con el sentimiento y la pasión de la gente crecieron como hongos y no hubo empresario que renunciara a esta posibilidad, y hasta políticos y funcionarios del gobierno que tuvieron y tienen participación en este negocio.
Ahora llegó la hora de blanquear el fútbol profesional. Lo único que todavía se mantiene es la exclusividad de los clubes como dueños de los derechos federativos de los jugadores, todo los demás es más negro que el carbón. Los derechos económicos existen si se respetan los códigos de amistad entre el dirigente y el prestador de dinero. Los enfrentamientos aparecen cuando se rompen estos convenios y no se respetan las palabras, ya que es muy poco lo que se puede hacer en los papeles. Pero lo que más preocupa, es la participación de los hinchas en el negocio de la representación de jugadores. Es demasiado complejo e inmanejable. Estos caracterizados hinchas, como alguna vez calificó el juez Perrotta a los barras de Boca Juniors, tienen participación en transferencias, incorporaciones y además son representantes de muchos jugadores. Además obligan a los técnicos a tener en cuenta a sus representados. Esto sin tener en cuenta las peleas que tienen con los verdaderos agentes de futbolistas, a quienes aprietan para que den un paso al costado, igual que a los jugadores si no firman con ellos.
No veo mal que estos representen jugadores. Lo que no se puede aceptar es el modo de operar que tienen. Son hinchas o representantes. Como así también los que actúan en la representación de jugadores y que luego cuando les toca ser técnicos, dejan dudas sobre la posibilidad de contratar jugadores antes representados por ellos. El ejemplo más claro se suscitó en San Lorenzo entre Ruggeri y el conductor de televisión Marcelo Tinelli. Hoy todos son importantes. Así como en la democracia se necesitan los políticos, en el fútbol los dirigentes. Los hinchas son el folclore. El representante es necesario para asesorar a los jugadores. Los intermediarios también lo son en las transferencias al exterior. Y por último los inversores, que son los que hoy ayudan a sobrevivir al fútbol. Hay que blanquearlos. Como sucedió en Central. Usted estará o no de acuerdo, pero hubo un arreglo previo entre estos y el presidente de club.
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