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 domingo, 13 de agosto de 2006  
Viajeros del tiempo

Un ladrón con un exquisito oído musical. En una casa de familia del Rosario, muy conocida por sus aficiones musicales de todos los que pertenecen a ella, y que son muchos, ha ocurrido un suceso muy gracioso, aunque esté por medio un ratero. A ruego de la familia la policía ha ocultado el hecho, pero ha llegado a nuestro conocimiento por otro conducto que el oficial, y siendo algo tan divinamente cómico no podemos resistir al deseo de darlo a conocer. Hélo aquí: un ladrón penetró una mañana temprano en dicha casa para entregarse a sus honradas operaciones, pero cuando acababa de entrar al salón de música oyó un ruido de pasos que lo obligó a ocultarse detrás de un biombo. Era la hija mayor de la familia que acudía a tomar su lección de canto, la que duró desde las siete hasta las ocho. Apenas terminada la clase entró la hermana menor con su acompañante y se entregaron a ejercicios de vocalización hasta las nueve, hora en que los reemplazó su hermano mayor que tomó lecciones de violín. Después de éste, de diez a once, el hermano más joven llegó a estudiar su lección de flauta. Luego, a las once en punto, se reunieron hermanos, hermanas y profesores y se pusieron a ejecutar de un modo insoportable un trozo para piano, canto, flauta y violín. Y entonces el desdichado ladrón ya no pudo contenerse más. Salió temblando del sitio en que se ocultaba, con un semblante lívido como el de un reo que se adelanta al cadalso, y cayendo de rodillas a los pies de sus verdugos exclamó suplicante: “¡Por el amor de Dios! ¡Basta! ¡Préndanme, ya no lo soporto más!”.

El fono-cinema y la danza luminosa. En la última exposición hemos tenido la oportunidad de conocer el “fono-cinema-espectáculo”, una de las cosas más lindas que encierra la calle de París. El propietario ha hecho representar por los mejores artistas de esa ciudad una serie de obras especialmente para los espectadores de su teatro, y mientras ellos desempeñaban sus papeles un excelente cinematógrafo tomaba vistas y un fonógrafo grababa sus voces. Asistimos así a una escena de “Hamlet”, por Sarah Bernhardt; Volin, el cómico militar, nos hace oir una canción inédita; Cleo de Merode, la famosa Cleo cuyos bandeaux divierten a todo París, baila una preciosa danza antigua; Coquelin nos canta la hermosa canzoneta “Las preciosas ridículas”, y por fin Rejanne nos representa el prólogo inédito de Madame Sans Géne. Hemos pasado en este teatro un momento muy agradable y en verdad muy interesante. Luego, por esa misma calle, y en frente de la “Casa de la Risa”, se halla el “Palacio del Baile”, el que está dirigido por mademoiselle Mariquita, la conocida bailarina. Allí se ejecutan los bailes de todas las épocas, terminando la función con las danzas luminosas de Mlle. Petit, las que son maravillosas. La bailarina danza sobre vidrios alumbrados por lámparas eléctricas de colores diferentes, lo que da la impresión de estar asistiendo a la realización de uno de los capítulos de los cuentos de Hoffmann.

Más moral para el pueblo. El rey Carlos y la reina Elizabeth, de Rumania, han tomado la iniciativa de instalar en todos los departamentos rurales del reino teatritos donde acudan gratuitamente las gentes del pueblo a presenciar la interpretación de comedias morales, a propósito para inculcar los preceptos de la moral cristiana y los deberes sociales.

Investigación y realización Guillermo Zinni ©


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