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 domingo, 13 de agosto de 2006  
El cazador oculto: "Estalló la guerra de los after office"

Ricardo Luque / Escenario

Pasen la voz, que nadie quede sin enterarse, den la voz de alerta: ¡estalló la guerra! Sí, acá nomás, a la vuelta de la esquina, donde uno menos lo espera. ¡Cúbranse! Corran a los refugios, caven trincheras, cálcense el casco bien fuerte, hasta las orejas, no sea cosa que una esquirla, una bala perdida, un canapé los alcance y terminen heridos. Porque, aunque usted no lo crea, o mejor, aunque a usted no le importe, ¡estalló la guerra de los after office! La moda que desde hace unos años agita la city porteña y que, sin que nadie la llamara, llegó a la ciudad desató una inesperada escalada bélica. Se ve que la avant garde de la movida rosarina, ese grupete de chicos y chicos que son tan alegres y tan modernos y que parecen no tener nada mejor que hacer que preguntarle al espejo si son los más lindos del reino, se cansó de salir de ronda por cuanto evento que prometa vanidades y tragos gratis y salió en busca de nuevos rumbos. Haciendo gala de ese buen olfato que heredó de su padre, Abelito Suriani no dudó en señalarles el camino. Sus dedos de mimbre señalaron el sótano de la Bolsa de Comercio y una voz, la suya, que debería haber sido de ultratumba pero sonó aflautada, invitó bajar los peldaños "los miércoles por la noche". Hubo quien lo siguió, claro, la siempre inquietante Alicia Asanza, vestida para matar y con ganas de "mover el esqueleto" como en los dorados años de Mongo, y, por supuesto, Roberto Caferra, que tiene una agenda tan caliente que no tiene tiempo para afeitarse y mucho menos para planchar las camisas y deambula por el Paseo del Siglo con un look Cartonero Baez escalofriante. Hubo también quien, al ver el suceso de la iniciativa, no tardó en subirse a la ola. Hablo de Gabriel Solís, ese lobo estepario insaciable que camina cada tarde de una punta a punta de Tomate como una fiera enjaulada. Y no es para menos. Fue él, y nadie más que él, quien encendió la mecha. ¿Cómo? Fácil: abrió su propio after, con happy-hour de tragos y un programa de música electrónica que esta semana brilló con el DJ Tomás Caturla, al que también fue Roberto "Mr.Cocktail" Caferra, quien en vez de disfrutar de la performance pidió cartas para jugar al truco. La guerra de los after estaba declarada. Y el hombre, precavido, tomó partido. Por los dos.
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