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 domingo, 13 de agosto de 2006  
Nueva vida. Una constructora de Arroyo Seco contrató a 22 ex convictos
Tener un trabajo, la posibilidad de ser libre
Emilio Sosa, de 24 años, estuvo preso en Coronda. Tiene tres hijos y volverá a ser papá en pocos días

"4 y 8". Así, en jerga carcelaria cuentan los ex convictos cuánto estuvieron presos. Emilio Sosa pasó cuatro años y ocho meses en la cárcel de Coronda, tiene 24 años y salió en libertad hace apenas medio año. Es padre de tres hijos y de uno por nacer que gestó tras las rejas. Se casó hace dos meses y recién ahora que consiguió trabajo, siente que su pasado "comienza a quedar atrás y se abre la posibilidad de ser un tipo libre de verdad". Emilio es uno de los 22 liberados que contrató una empresa constructora de Arroyo Seco en convenio con el Ministerio de Gobierno de la provincia. Una oportunidad que apunta a la inserción laboral y capacitación de hombres y mujeres que que ya no viven intramuros.

En pocos días Emilio comenzará a echar mano al oficio de albañil. No es un obrero calificado, pero algo sabe: antes de que lo encerraran en Coronda había pintado paredes y hecho algunos trabajos en electricidad. No obstante, el contrato con la empresa Arroyo Construcciones, que tiene obras en Rosario y la región, prevé capacitar al personal y ampliar las contrataciones hasta llegar al medio centenar de trabajadores liberados o internos con permiso transitorio.

La Capital reunió a Emilio y su familia. Danisa, su mujer de 27 años, embarazada de un varón, Nemías, quien nacerá en unos doce días. Junto a ellos estuvieron sus hijos: Joel de 13 años, Melanie de 8 y Azul de 6. Todos juntos recordaron ese pasado que Emilio se empeña en olvidar y pensaron en el futuro.

Del delito que lo llevó a la cárcel se habla poco. "Fue una riña", explicó Emilio. Pero nadie, ni siquiera los chicos, callan nada de la época en que su papá estuvo en la cárcel. "Ellos saben todo, siempre vieron y escucharon todo, tienen claro que su papá estuvo en Coronda. Me iban a visitar", indicó Emilio.

Danisa contó que siempre la ayudó su familia y que mientras su marido estaba en la cárcel cuidaba a una nenita. "Lo poco que ganaba lo ahorraba para ir a visitarlo todas las semanas. A veces me iba con los chicos. Salía de acá a las 17.30 para viajar los 110 kilómetros hasta Coronda y estar entre las primeras en la fila e ingresar al otro día a las 8.30", recordó.

Para Emilio las visitas eran lo que lo sostenían anímicamente. "Es que la cárcel es un infierno, nunca sabés cuánto podrás tolerar; allí adentro se puede vivir una vida loca, podés hacer cosas terribles, pero yo, con tal de verlos, adentro me portaba bien", dijo.

Contó de sus sueños por esa época, durante la noche y también en la vigilia. "La mayoría de las noches tenía algunos feos, muy feos, pero de día también soñaba: con salir, casarme, cambiar de vida", remarcó. Y logró varias de esas cosas. Tras enterarse que sería nuevamente papá, decidió con su mujer casarse por civil y ante el pastor del templo evangélico de San Martín y Dean Funes. "Y me hice de nuevos amigos, gente buena que me ayuda a empezar otra vez", señaló.

Posiblemente pueda terminar su escolaridad. Emilio sólo cursó hasta sexto grado. Pero ese no es el sueño actual que más lo desvela. "Quisiera tener una casa propia, nada fácil cuando no tenés garantías y sos un ex-presidiario, un sello de una oveja de matadero. Quisiera darle lo mejor de mí a mi familia, sentir que pertenezco a un mundo".

L.V.
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