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domingo,
06 de
agosto de
2006 |
[Primera persona]
Gabriel Guralnik: "Los escritores son clave, porque siguen creyendo en algo"
"Buenos Aires 2033" es un libro de cuentos fantásticos que apunta a recrear el futuro como imaginario. Su editor explica el proyecto
Lisy Smiles / La Capital
Gabriel Guralnik se considera parte de una generación que cuando transitaba la adolescencia imaginaba un futuro donde el socialismo sería la forma de vida. Así, el espacio intergaláctico integraría la cotidianeidad y en el año 2000 la tecnología permitiría acabar con enfermedades incurables. Poco tiempo después ese sueño futurista se esfumó. Revolución conservadora de por medio, aquella utopía daba lugar a otra consigna, el no futuro.
Guralnik hoy se define como adherente al cyberpunk y un lector implacable de ciencia ficción. Confiesa ser un escritor inédito del género, perfil que lo llevó a abandonar su trabajo formal y cortés de ejecutivo en el área de informática en bancos para crear una fundación a la que, junto con otros, bautizó Ciudad de Arena. El objetivo es promover la literatura fantástica. Para lograrlo convoca todos los años a un encuentro de escritores, y lleva adelante un proyecto denominado Argentina 2033 que busca devolver a los jóvenes la posibilidad de imaginar un futuro. Ese espacio está conectado al cincuentenario de la democracia inaugurada en 1983.
El eslabón más fuerte de esa nueva utopía es un libro: "Buenos Aires 2033" (editorial Norma) que reúne a cinco escritores tras la consigna de crear cuentos cuyo escenario fuera esa ciudad, en ese momento (ver aparte). Los textos serán trabajados por adolescentes que viven en riesgo social, con un futuro ajeno.
-Los autores de estos cuentos no pronostican un futuro muy auspicioso.
-Quién puede pintar un futuro muy auspicioso en esta época. Creo que de Julio Verne en adelante se complica. En el libro se logró un cierto equilibrio. Es verdad que en los cuentos el futuro no aparece como auspicio. Tampoco en los jóvenes con sus padres y hasta abuelos excluidos, pero hay un futuro y eso ya es bastante. Ahora ya no creemos más en un futuro mágico como hace 100 años. Y esos problemas que siguen existiendo a veces operan desde la literatura a modo de advertencia. Como por ejemplo en "1984", de Orwell; obviamente que él no quería que el mundo en 1984 fuera lo que mostraba en la novela. Tuvo mucho de advertencia, porque hubo millones de personas que leyeron ese libro y se dieron cuenta de los peligros de una dictadura.
-Tampoco aparece la cuestión de la continuidad democrática como un valor explícito en los cuentos, ¿eso también debe tomarse como una advertencia ante el riesgo de vivir en democracias sólo formales?
-Sí, claro, estos cuentos pueden servir para conjurar ese riesgo. Para decir: "Ojo, a ver si nos olvidamos de lo importante que era la democracia en 1983. Pasaron 50 años y nos da lo mismo".
-Es más, en los cuentos los territorios imaginarios sobre los que se despliegan las historias se acercan a regímenes autoritarios, hay un Gran Otro, una especie de Matrix que todo lo puede.
-Sí, es así, salvo en el caso de Rudy que explícitamente dice que se festeja la democracia aunque aclara que esa celebración es obligatoria. Pero sí, existe esa figura de control. El Estado es omnipresente, en un cuento tiene tanto poder que no sólo puede declarar la guerra sino también la paz, algo que se torna difícil. Creo que ahí aparece la advertencia, una vez más, la posibilidad de conjurar un futuro donde la democracia sea tan formal, tan automática y esté tan alejada de las verdaderas necesidades de la gente que se convierta en algo absolutamente transparente para todos, y que casi dé lo mismo. Y no es así, los que vivimos la dictadura, sabemos que no da lo mismo.
-¿Los autores de literatura fantástica discuten sobre política?
-No mucho, pero hay de todo. Hay autores que tienen compromisos políticos fuertes. Lo que puede ocurrir es que no se note tanto en la obra, porque al dispararse al género fantástico, los escritores quizá están utilizando algún otro "humus" de su campo mental, como diría Tolkien. En algunos autores es muy claro que siguen pensando permanentemente sobre lo que ocurrió en la historia. En todo caso, no son panfletarios. Lo que le está pasando a uno y lo que escribe es indisoluble, por más que lo que escriba sea lo más delirante o lo más alejado de la realidad entre comillas, es muy probable que se cuelguen ahí elementos de la realidad.
-¿En "Buenos Aires 2033" ocurre algo de eso?
-En el caso del cuento de Pablo De Santis, si alguien leyó "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius", de Borges, se puede ver cómo de alguna manera continúa o le da un cierre a esa historia del libro "Ficciones". Probablemente eso forma parte de una actividad intelectual del escritor que no es deliberada, no lo sé. Simplemente quedó un mundo instalado, que es el mundo de Tlön, y hay otro escritor que lo toma. Y en un país donde el concepto de desaparecer tiene un significado tan siniestro, el concepto de aparecer de la nada también lo puede llegar a tener.
-¿Y para vos qué significa el 2033?
-Yo provengo del mundo de la tecnología, entonces no me parece imposible imaginarlo, de hecho yo estoy leyendo permanentemente informes de empresas que trabajan sobre datos reales en cuanto a proyecciones, algo como la máquina de "Tiresias", otro de los cuentos. Creo que en todo caso coincido con Ray Bradbury en algo que dijo cuando estuvo en la Feria del Libro: "Si la humanidad no encuentra alguna causa detrás de la cual alinearse para luchar en común, tenemos un futuro muy difícil". Lo que nos queda es encontrar esa causa que nos saque de este individualismo y consumismo, cuyo único objetivo es aumentar al máximo las ganancias de un grupo de empresas y nada más. Si no aparece ese giro absolutamente copernicano, porque deberá ser rotundo, vamos a estar en dificultades, vamos a seguir en una carrera suicida. Hoy pareciera estar todo perdido. Un ejemplo son las actuales películas que hablan de la negación de la realidad, como Matrix y tantas otras. En su lugar aparece una furia por la realidad virtual como negación de lo real, donde sólo importa el hedonismo a través del consumo. Trato de ser optimista. Yo creo que en eso los escritores son clave, son como voces clamando en el desierto, siguen creyendo en algo.
-¿Por eso el viaje al desierto patagónico y el nombre de la fundación?
-Ese desierto es el que un centenar de ellos, junto a periodistas e invitados especiales, desafiaron en lo que fue un viaje iniciático de la fundación. Se denominó "Taller itinerante hacia el Centro de los Confines" y se desarrolló a bordo del tren que une Viedma con Bariloche. Ese convoy tan particular atravesó el desierto, en una especie de travesía fantástica, donde convivieron imágenes tan reales como imaginarias: huevos de dinosaurios de 60 millones de años junto a una central telefónica que data de 1983, expuesta como reliquia porque ese fue el año en que llegó el servicio a la zona. Fue realmente increíble.
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Abrazo. Guralnik busca que las nuevas generaciones vuelvan a imaginar el futuro.
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