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domingo,
06 de
agosto de
2006 |
[lecturas]
La experiencia poética
Irina Garbatzky
Ensayo. Del arco iris blanco, de Haroldo de Campos. Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2006, 250 páginas, $ 36.
La premisa escondida de "Del arco iris blanco", compilación de ensayos del poeta brasileño Haroldo de Campos, tal vez consista en "condensar, en el espacio estricto de una composición poética, la lectura". Al menos en este sentido consigna el autor su labor crítica, en una nota acerca del lenguaje en Kafka. El ritmo de su ensayística ondula entre la exactitud conceptual y el desarrollo expansivo: la serie de artículos que componen el libro, para recuperar los términos del autor de "Galaxias", bien podría concebirse como un efecto de "constelación".
Mediante un modo de leer minucioso y lúcido, De Campos aprovecha la oportunidad para examinar lenguajes diversos, siguiendo las huellas de la poesía contemporánea: desde Goethe hasta Sarduy, "Del arco iris blanco" recorre a Francis Ponge, Julián Ríos, Juan L. Ortiz, entre otros. Como resultado el autor logra iluminar, ya de manera indirecta, ya de forma explícita, conceptos clave para su propia poética: recordaremos que Haroldo de Campos, su hermano Augusto de Campos y Décio Pignatari fundaron el movimiento de poesía concreta en Brasil. Su propuesta continuaba la exploración de la vanguardia brasilera inmediatamente anterior y las experiencias de Mallarmé, Apollinaire y Pound, quienes investigaron el modo de ampliar el sentido de la palabra poética a partir de su disposición gráfica y visual.
Así, no obstante la variedad de los autores estudiados, "Del arco iris blanco" puede leerse como una recopilación de preguntas sobre la forma y la autonomía de la escritura poética -el uso tipográfico, el ideogramático, o arborescente del lenguaje- a partir de la crítica de artistas que concurren en esta búsqueda. A tal efecto, el autor se propone renovar una ética, reivindicando la máxima de Maiakovski ("sin forma revolucionaria no hay arte revolucionario") y, en un ensayo sobre Mallarmé, universaliza la escritura del simbolista francés, la cual, según De Campos, constituye una "épica de la poesía".
A lo largo del libro la tarea del ensayista, la del traductor y la del poeta se acompañan indisolublemente. El término que enlaza todos sus artículos es un neologismo: se trata del concepto de "transcreación". Por su intermedio, se señala que la función de trasladar un poema es más un modo de brindar diferentes plasmaciones y distribuciones a la materia lingüística, que el mero traspaso de fronteras idiomáticas. De esta manera, en la mayoría de los trabajos hay traducciones y "transcreaciones". En esa dirección se orienta De Campos al realizar versificaciones de textos filosóficos de Hegel o al reubicar espacialmente los poemas ideogramáticos del chino Wang Wei. La edición, al presentar tres versiones de los poemas -en la lengua original, en español y en el portugués del autor- permite el seguimiento de estas transposiciones.
Cabría agregar que la constante interpelación a poéticas que se detienen en la materialidad del lenguaje lleva a De Campos al abordaje de artistas que no necesariamente pertenecen a la literatura, permitiendo que la idea de la "transcreación" se disemine por otras disciplinas que efectuarían la experiencia de lo poético. Tal es el caso de Hélio Oiticica, un artista plástico brasileño al que llama "el músico de la materia" por su exploración sobre el ritmo entre los objetos y el cuadro.
La convergencia de estos ensayos escritos en diferentes períodos de la vida del poeta brasileño convoca un "fenómeno meteorológico extraño". Se trata del arco iris blanco, la imagen que utilizó Goethe para describir el vigor juvenil en plena vejez: "aunque tus cabellos encanezcan, amarás". Si bien la edición del libro es póstuma, De Campos se encontraba preparándola antes de su muerte bajo el título que citaba al texto goetheano; una extraña fusión de ensayo y poesía que construye dentro y afuera de la literatura una serie que, al modo de sus poemas, se mantiene en expansión permanente.
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Fotos
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Recorrido. Horacio de Campos asocia a Juan L. Ortiz, Francis Ponge y Severo Sarduy.
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