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domingo,
06 de
agosto de
2006 |
El Dios de los misiles
Carlos Duclos
Tal vez ha sido un sueño, una dulce utopía, una vana esperanza. Tal vez no haya sido más que una fabulosa pero mera imaginación humana la presencia de ese Dios de Moisés y sus seguidores, ese Dios de Jesús y sus apóstoles. Ese Dios que como primer mandato -y mejor que mandato o mandamiento es sugerencia, puesto que el ser humano goza de libre albedrío- en el Monte Sinaí dijo a la humanidad por primera vez: me amarás sobre todas las cosas o, lo que es lo mismo, amarás a tu prójimo como te amas a ti mismo. Tal vez el verdadero Dios sea otro. Acaso el verdadero Dios jamás le dio a los hebreos la Tierra Prometida. Acaso el verdadero Dios nunca ungió a nadie y menos aún al que siguiendo la enseñanza de Moisés -pues bien dijo que no vino para abrogar la ley y los profetas, sino para darles cumplimiento- en un sermón sublime y conmovedor calmó la pena de toda la humanidad, de todos los tiempos diciendo: "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados". Tal vez, estimado lector, el verdadero Dios es otro. Tal vez, el verdadero Dios es uno que tiene un partido político y un brazo armado que lanza misiles. Es posible que el verdadero Dios sea el Dios de Hezbolá ("Partido de Dios"). Claro que no es así. Y no es así por razones obvias de carácter histórico, testimonial y de diversa índole, como la fe, y porque el propio Islam, miles de años después de Abraham, tomó al Dios de los judíos como su propio Dios. Entonces: ¿se está acaso ante un Dios contradictorio, loco de remate, que primero da a su pueblo la tierra prometida, pero después mediante misiles y cruentos atentados quiere desalojarlo? Si de tal modo fuese, no sólo que este Dios que se manifestó al mundo es loco, sino perverso, homicida y mentiroso. ¿Cuál es pues la verdad? La verdad es que el terrorismo, para usufructuar la fe de las personas, ha fabricado un Dios que mejor que Dios es diablo y más que justiciero un anticristo. Y en todo caso, y para satisfacer las creencias de los místicos y seguidores de profecías, podría decirse que es al revés: el anticristo ha comenzado a convocar a sus seguidores en el mundo entero para que actúen. Dicho esto a modo de introducción, hágase un breve repaso, puntual, sin rodeos, del actual conflicto entre Israel, Hezbollah y Hamás.
En el mejor de los casos, cuando las opiniones son benignas y menos interesadas, se le achaca a Israel excederse en la legítima defensa, pues se arguye que la ofensiva ha sido desproporcionada en relación al ataque terrorista. Esto no sólo es falso, sino que en boca de algunos mandatarios del mundo y de ciertos intelectuales informados, se convierte en una hipocresía perversa gestada por una apasionada ideología. La ofensiva israelí no sólo debe ser dimensionada por el secuestro y asesinato de varios soldados, por los continuos ataques terroristas que en los últimos años le costaron al pueblo judío cientos de muertos, sino, fundamentalmente, porque ha quedado demostrado que el "Partido de Dios" cuenta con una infraestructura armamentística fabulosa, arsenal que ha venido acumulando mientras, al mismo tiempo, fue construyendo túneles e infraestructura bélica en el sur del Líbano. ¿Qué fin tenía y tiene eso sino un mortífero y decisivo ataque contra el Estado de Israel? El arsenal misilístico de Hezbollah es, hasta el momento, cuanto menos fabuloso en cantidad y calidad y tanto es así que su máximo dirigente ya amenazó con bombardear Tel Aviv con proyectiles de largo alcance. En ese marco, carece de razones sólidas el argumento de exceso en la legítima defensa cuando todo un arsenal estaba dispuesto para caer sobre el Estado de Israel. El argumento se torna más endeble en boca de aquellos que durante años debieron abocarse a la tarea de desarmar al terrorismo y no lo hicieron.
Antes de proseguir con el espinoso tema de los bombardeos sobre blancos en el que se encuentran civiles, permítase decir que nadie sensato puede desear una guerra, nadie puede dejar de conmoverse y quedar indignado ante las horrendas imágenes de seres humanos inocentes muertos de un lado y de otro. Y es menester aclarar también que una cosa es el pueblo árabe, que en su inmensa mayoría quiere la paz, una cosa es el islam y otra muy distinta el terrorismo islámico y sus seguidores. Hecha esta salvedad, es oportuno referir al hecho de los disparos sobre blancos civiles que se le achaca al ejército israelí. Quien esto escribe, y muchas personas aquí y en el mundo entero, han tenido la oportunidad de observar varios videos, con imágenes muy claras en las que se advierte con total claridad como es el modus operandi de la guerrilla terrorista: en los filmes se observan camiones con estructuras lanzadoras de misiles que ingresan en amplios garajes de edificios donde viven familias, o en edificios contiguos, edificios desde donde a los pocos minutos del ingreso comienzan los disparos hacia ciudades israelíes. Para ser claros: queda en evidencia que el terrorismo usa escudos humanos para sus propósitos bélicos. Un hecho puntual conmocionó a la opinión mundial en los últimos días y generó indignación: se dijo que Israel, inexplicablemente y sin razón alguna, había atacado un edificio donde murieron decenas de chicos. Sin embargo, ahora se han realizado algunas investigaciones que dan cuenta de que el edificio en cuestión se derrumbó siete u ocho horas después del bombardeo. Las preguntan entonces se suceden entre los observadores: ¿por qué durante ese lapso nadie sacó a los niños del lugar? ¿O acaso el bombardeo no fue más que un autoatentado de Hezbolá con el propósito de generar la reacción mundial contra Israel? Un interrogante más que debe formularse en este sentido es: ¿en la guerra hay además uso de armas psicológicas, como la mentira? ¡Claro que sí! En este país, durante el delirio dictatorial y cuando se recuperó Malvinas, el alto mando militar sostenía que la victoria era cuestión de horas. Y fue cierto, sólo que no contaron la verdad sobre quienes eran en realidad los vencedores.
Antecedentes
Hay muchas cuestiones, como la historia del conflicto árabe-israelí, que podrían mencionarse. La falta de espacio lo torna imposible. Sin embargo, debe decirse que para muchos el problema pasa por la ausencia aún de un Estado palestino. Esto es falso también y ha quedado debidamente demostrado. ¿Qué cuenta la historia? En el año 1946, Siria y Jordania se independizan. Al año siguiente se propone un nuevo plan territorial. La asamblea general de las Naciones Unidas vota la constitución de un Estado árabe (palestino) y un Estado judío. En ese plan se incluía a Jerusalén como zona internacional. Los judíos lo aceptan, pero los árabes lo rechazan y atacan inmediatamente poblados judíos en toda la zona. El 15 de mayo de 1948 se declara la independencia de Israel. En la proclama se sostiene: "Extendemos nuestra mano a todos los estados vecinos y a sus pueblos en una oferta de paz y buena vecindad y los exhortamos a establecer vínculos de cooperación y ayuda mutua con el pueblo judío soberano asentado en su tierra". El Estado de Israel está dispuesto a realizar su parte en el esfuerzo común por el progreso de todo el Medio Oriente". La respuesta fue que seis ejércitos árabes atacaron y la guerra dejó como saldo la muerte de 4.000 soldados judíos y 2.000 civiles.
Podría abundarse en ejemplos, pero el último gira en torno de la medida adoptada por el ex premier Ariel Sharon hace algunos meses, antes de su lamentable enfermedad. Ordenó el retiro de los colonos judíos de los territorios ocupados; fue un gesto tendiente a lograr la paz. Sin embargo los ataques contra Israel no cesaron. Todo esto sin contar otras cosas, como que muy pocas naciones se interesaron, históricamente, por el destino de los refugiados palestinos y sin considerar la pérfida costumbre de adoctrinar a niños para provocar la muerte que sustenta el terrorismo.
Para terminar, debe decirse que el mundo árabe, casi en su totalidad, comprende la necesidad de paz y convivencia, de allí los tratados suscriptos con Egipto, Arabia, Turquía, Jordania y otros países. El problema real es que el fundamentalismo islámico, el terrorismo (que de islámico no tiene nada) y sus seguidores, no desean la presencia de judíos en la Tierra Prometida. ¿Por qué? Por diversas razones, entre ellas culturales y políticas para no mencionar cuestiones morales. Hay un histórico antisionismo que perdura y que se ha extendido a otros países como un aberrante antisemitismo. Las naciones deberían evitar mayor derramamiento de sangre desarmando al terrorismo. Esa es la prioridad y la única solución al conflicto. Una cosa es clara finalmente: Dios no es Dios de misiles, menos aún disparados contra su propio pueblo.
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