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 domingo, 06 de agosto de 2006  
Los índices de inflación de julio exhiben una realidad alentadora

Los datos estadísticos que fueron dados a conocer recientemente por el Ministerio de Economía de la Nación muestran una realidad alentadora. En efecto, de acuerdo con las cifras oficiales suministradas por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), durante el mes de julio la inflación minorista registró un 0,6 por ciento de aumento respecto del mes anterior y el acumulado en lo que va del año es del 5,5 por ciento. Es claro que hay una marcada mejoría respecto de lo que sucedió el año pasado, cuando la inflación correspondiente al mes de julio fue del 1 por ciento y el índice acumulado trepó al 7 por ciento.

Sin lugar a dudas, los acuerdos de precios logrados entre el gobierno y muchos sectores de la economía han posibilitado que los índices inflacionarios no se dispararan. Con todo, es menester advertir que la percepción y hasta la certeza que tienen muchos sectores de la sociedad argentina no se compatibiliza con el cuadro estadístico que brindan los organismos oficiales. Dicho en otros términos: aun cuando se advierte una sensible estabilización en los precios, el poder adquisitivo de un amplio sector de la población no mejora. De acuerdo con lo que sostienen algunos analistas, e incluso el consumidor común que realiza un análisis cotidiano de la realidad por ser protagonista de ella, esto se debería a varios factores. Uno de ellos el que los precios de algunos comestibles, por ejemplo, tuvieron un incremento antes y durante las negociaciones por los precios realizadas entre gobiernos y sectores de la alimentación, con lo cual la inflación comenzó a frenarse, pero estabilizándose en un nivel alto. A ello, según la misma lectura, correspondería la realidad de que los salarios no tuvieron, en rigor de verdad, un ajuste que equiparable con el nivel inflacionario. Un ejemplo claro lo constituye el de la carne, cuyos precios, al fin, parecen haberse estabilizado e incluso disminuido, pero con un porcentaje de aumento acumulado significativo. Un dato para tener en cuenta es que mientras en el Mercado de Liniers la baja alcanzó a un 20 por ciento, las amas de casas no vieron reflejada esa merma en el mostrador. Ello se debe, según parece, a que pesa sobre la cadena comercial un fuerte peso tributario. Ernesto Ambrosetti, titular del Instituto de Estudios Económicos de la Sociedad Rural, hizo conocer un dato significativo: por cada kilogramo de carne que paga el consumidor final, el 30 por ciento corresponde a tasas e impuestos. Por otra parte, debe señalarse que muchos productos, como ocurre históricamente, tienen alzas o bajas conforme con lo que se conoce como factores estacionales. No considerar estas variaciones a la hora de reflejar la realidad de la política económica, no se ajusta a una lectura desinteresada. Si bien es cierto que los aumentos no se producen por causas que están íntimamente vinculada a la política económica, no puede soslayarse que la pérdida del poder adquisitivo del consumidor, que reduce sus posibilidades en cuanto a satisfacer sus necesidades, sí son atribuibles a una política económica que en el país, por años, no ha podido brindar el equilibrio deseado entre precios y salarios.

Siempre vinculado a este tema que preocupa a la población en general y a sectores más desamparados en particular, debe decirse que algunas situaciones originadas en cuanto a los valores de los llamados servicios, impactan negativamente sobre la canasta familiar y hacen trastabillar la economía doméstica, cuando no la derrumba lisa y llanamente. Un ejemplo claro lo constituyen los precios de los alquileres y las formas de contratos instaurados como modalidad.

En este aspecto, no sólo que se han incrementado de manera notable los valores, sino que toda transacción prevé aumentos escalonados a futuro. Y en todo este marco, no puede dejar de advertirse otra realidad tan nefasta como nefanda: las de los aumentos encubiertos. Podría definirse como tales a todos aquellos que aun produciéndose no son registrados por las estadísticas. En el rubro servicios, por ejemplo, es habitual que se incorporen cargos para prestaciones que antes resultaban gratuitas (se advierte por ejemplo en compañías telefónicas, por ejemplo) o que se incorporen ítems paralelos vinculados a aspectos administrativos o de otro orden burocrático. Pero un caso claro, que se ha registrado en varios ciudades importantes del país y que seguramente en poco tiempo más se extenderá a todo el territorio nacional, es el de los medicamentos. A este respecto debe decirse que se ha reducido a los usuarios el porcentaje en el beneficio de los descuentos que se hacían sobre os precios ¿Por qué? Pues porque los laboratorios han recortado esas deducciones a las droguerías, estas a las farmacias y estas, a su vez, a los clientes. Todo ello, según comerciantes del rubro, consensuado por federaciones y cámaras que agrupan a los distintos sectores. Es decir, al abordar una problemática que aflige al ser argentino, no es posible hacerlo desde un punto de vista basado en los fríos guarismos que arrojan las estadísticas, muchas veces realizadas según métodos que convienen al interés político. Ciertamente, no puede dejar de evaluarse todo el panorama con un criterio equitativo e imparcial si se anhela alcanzar una solución de fondo para un asunto que pesa demasiado sobre el bolsillo de muchos argentinos y vulnera el punto de equilibrio del estado emocional, con todo lo que ello implica.


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