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domingo,
06 de
agosto de
2006 |
Para beber: los gustos de James Bond
Gabriela Gasparini
Siempre me pregunto por qué productores y directores se empeñan en filmar remakes de películas que en su momento fueron exitosas. Difícilmente puedan competir con el recuerdo, por eso desde el vamos llevan las de perder, es más, en este preciso momento no me puedo acordar de ninguna cuya segunda versión haya superado a la original.
Esto viene a cuento del controvertido estreno de la nueva película de James Bond, una versión aggiornada de "Casino Royale". La primera se filmó en 1954, y la verdad es que Sean Connery me parece mucho más atractivo ahora que en aquellos tiempos de juventud, el típico caso de los que mejoran con los años.
Después supe apreciar a Pierce Brosnan, acompañando a mi hijo al cine, el señor es simpático y bien parecido, pero le falta un touch más salvaje, es un poco pasteurizado, además, intentar un homenaje a la famosa escena del "Dr. No" dejándola a cargo de Hale Berry, desatino puro. Todo el mundo sabe que nadie sale del agua con el cuchillo en la cadera con el garbo de Ursula Andress, y no sólo eso, creo que desde entonces nunca jamás hubo otra bikini blanca que mereciera ser admirada.
Y qué tiene que ver esto con la columna alcohólica. Bien, es que buscando no sé qué, me encontré con un concienzudo estudio sobre el agente 007 y sus gustos a la hora del trago, porque hay más, mucho más, aparte de su famoso Martini agitado, pero no revuelto en su historia de bebedor.
Para ser más específica, entre hojas y pantallas se tomó 419 copas. Lo sorprendente son ciertos datos insólitos, por ejemplo, según la estadística realizada por The Minister of Martinis, en las novelas, no así en las "cintas", la segunda bebida que más consumió fue el sake japonés.
A lo nuestro. El siguiente es en un párrafo de Casino Royale donde aparece la receta que luego sería libada hasta el infinito por los hombres de todo el mundo: "Un Martini seco", dijo él. "Uno. En una profunda champagne goblet". "Oui, monsieur". "Un momento. Tres medidas de Gordon, una de vodka, media de Kina Lillet. Agítelo muy bien hasta que esté casi helado, entonces agréguele una gran cáscara de limón. ¿Lo tiene?".
Este cóctel fue bautizado como Vesper, y el nombre tiene su historia. Dicen que nació en Jamaica, lugar donde Fleming tenía una casa y pasaba gran parte de su tiempo. Durante una visita a una espléndida mansión en la costa norte de la isla, un mayordomo apareció con unos tragos de rum helado anunciando: "Vespers are served", la receta cambió pero el nombre quedó. ¿Por qué batido pero no revuelto? Porque según su biógrafo, el autor de la saga, creía que el hecho de revolver una bebida disminuía su sabor. Y como es de esperar, lo anterior nos lleva a investigar qué es el Kina Lillet. Y aquí va.
En la segunda mitad del siglo XIX, en la región de Bordeaux florecían las empresas relacionadas con el vino. Allí vivían los hermanos Paul y Raymond Lillet, destiladores y comerciantes de vinos finos, quienes fundaron la compañía Lillet Frères. Pero, la idea de los aperitivos en esa prestigiosa zona vinícola parece que se debe al padre Kermann, un monje médico que creó distintos elixires y fortificados en base a frutas y a derivados de plantas como la quinina.
El Lillet nació en Pondesac, en 1887. Allí, a escasos 30 kilómetros de la ciudad de Burdeos, se elabora un vino con las mejores uvas y con los cuidados que se prodigan a los grandes caldos.
Y al mismo tiempo, se hace un licor con frutas seleccionadas, las naranjas dulces provienen del sur de España, las amargas de Haití, las verdes de Marruecos y Túnez, y la quinina de Perú. Se utilizan las mismas técnicas desde hace 2 siglos. La cáscara y la pulpa de las frutas se maceran cada una por su lado, de 4 a 6 meses para extraerles lo mejor, luego se separa lo líquido de lo sólido y se agrega la quinina que aporta un elegante amargor que ayuda a abrir el apetito.
Entonces, el winemaker combina un 85% de vino con un 15% de licor, y lo remueve hasta que se ha homogeneizado perfectamente.
Como los mejores píos, el Lillet pasa entre 6 y 12 meses en barrica de roble. Para obtener un producto mucho más complejo se mezclan distintas añadas, las jóvenes ofrecen su frutuosidad y las más viejas la sensualidad que otorgan los años de guarda. Terminada esa etapa sólo queda embotellar lo obtenido. Este era el mágico toque de Bond, James Bond.
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