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domingo,
30 de
julio de
2006 |
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Diego pasó por Victoria
Los que lo reconocían no lograban dar crédito a sus ojos. Al principio creyeron que era una confusión y algunos hasta pensaron en una ilusión óptica. Pero era él, no caben dudas. Diego Armando Maradona pasó por Victoria y a su paso, tal como es costumbre con el Diez, generó una verdadera revolución. La gran pregunta que se hacía la gente no es difícil de deducir: ¿qué hacía el autor del gol más hermoso de la historia del fútbol en Entre Ríos? Ningún misterio: Diegote fue hasta allí en misión estrictamente laboral, protagonizar una cámara sorpresa para el programa de Marcelo Tinelli. Y aunque muchos sospechaban que el casino iba a figurar inevitablemente en primer lugar en su itinerario, se llevaron un chasco: el hombre se manejó con profesionalidad estricta y se comportó como un peronista hecho y derecho. Es decir, de la casa al trabajo y del trabajo a casa. Parece que Maradona sentó cabeza, no más.
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Pingüino asado
El club Cuba Libre, de San Lorenzo y Pueyrredón, fue escenario ayer de una reunión de pura cepa kirchnerista. Con la excusa de conmemorar el vigésimo aniversario de la Juventud Peronista Liberación, que todos integraron, se reunió un centenar de dirigentes santafesinos de partidos y agrupaciones diversas pero con una coincidencia ineludible: su afinidad política con Néstor Kirchner. Entre los más notorios, se dice que estuvieron Agustín Rossi, Alberto Muñoz, Marcelo Brignoni, Oscar Urruty, Aldo Strada, Sergio Sapo Rossi, Juan José Giani, Juan Rivero, Arturo Gandolla y Fabián Bicciré. Mientras le daban a las empanadas, el vino, las achuras y el vacío, los muchachos juraron lealtad al presidente y trabajar en equipo por el triunfo de Kirchner en Santa Fe.
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Casi el Apolo XI
Jorge Llonch está enamorado de su auto. El Mégane blanco del secretario de Cultura de la provincia dista de ser nuevo pero él, nadie sabe por qué sentimental razón, se resiste a desprenderse del vehículo. Los datos son concretos: el sufrido Renault tiene hecha la friolera de 650 mil kilómetros. Si se considera que la distancia entre la Tierra y su satélite es de 384 mil kilómetros, se comprende mejor la frase que pronuncia habitualmente el sufrido funcionario: "Este auto fue y vino a la Luna". Todo muy tierno, pero la situación tiene sus bemoles. Y si no que lo diga el actor cómico Luis Rubio, que noches pasadas tuvo que ayudarlo a Jorgito a empujar la nave espacial durante cuarenta metros de una calle de tierra en Funes hasta que el Apolo XI se dignó arrancar. ¿Y si lo cambia por el Discovery?
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"Me equivoqué al no permitir que Chacho volviera al gobierno"
Fernando de la Rúa
Ex presidente
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