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martes,
11 de
julio de
2006 |
Editorial
Una obra que impulsará al turismo
La idea del gobierno de la provincia de Santa Fe de convertir a la actual zona portuaria concedida a Bolivia en un gran paseo es plausible y merecedora de todo el apoyo, habida cuenta de que significará para la ciudad de Rosario un relevante desarrollo. Si bien todo está supeditado a que la zona portuaria boliviana se traslade, es de esperar que se apoye la iniciativa sin que medien actitudes burocráticas o reticencias indebidas.
La ciudad de Rosario y toda su zona adyacente registra, desde hace algunos años, un crecimiento interesante en muchos aspectos. Aunque existen barrios que atraviesan dificultades y están relegados y en algunas cuestiones aún no se advierten acciones contundentes, no es posible dejar de remarcar la suerte de renacimiento de esta ciudad en muchos aspectos. Una de las facetas importantes, por cierto, es la activación del turismo interno e incipientemente externo que se ha comenzado a advertir. En gran medida ello se debe al asentamiento en la ciudad de nuevos centros comerciales y a las diversas propuestas que se ofrecen al turista.
Sin embargo, esta actividad aún no está suficientemente explotada como debiera. Uno de los atractivos, entre otros, que indudablemente posee Rosario es su río y en este aspecto cabe resaltar que una obra de la envergadura del paseo que proyecta construir la provincia, entre la avenida Pellegrini y la Estación Fluvial, pondría a la ciudad en inmejorables condiciones para acrecentar la actividad turística, con todos los beneficios que ella reporta.
Otras obras que se habrán de concretar, tales como el casino, el complejo hotelero y la construcción de un hotel de alto nivel en el centro, contribuirán también a que Rosario sea considerada una ciudad turística que, ciertamente, debió serlo desde hace mucho tiempo atrás si se hubieran pergeñado obras y políticas al respecto y alentado las inversiones. Desde luego, es mucho más lo que puede generarse para estimular el turismo y en ocasiones las iniciativas no pasan de ser detalles que fácilmente podrían ponerse por obra. Por ejemplo, iluminar adecuadamente los fines de semana uno de los principales paseos de la ciudad —la peatonal Córdoba—, mantenerlo limpio, y alentar a los comerciantes, mediante exenciones en el pago de energía, a que mantengan sus vidrieras observables y bien iluminadas. Por otra parte, la navegación destinada al turista o al paseante en el río Paraná es una falta que debería ser subsanada. Naturalmente, a la hora de enumerar propuestas, la lista de las mismas es larga.
Claro que la construcción de un paseo como el que se proyecta no debe ser considerado exclusivamente por lo atractivo que puede resultar a la hora de fomentar el turismo. Es muy cierto que esta obra pondría a la ciudad, en lo que concierne al plano estrictamente urbanístico, en un lugar de privilegio. Sin embargo, no puede dejar de enmarcársela en una propuesta que alentará a una actividad que es fuente de riqueza y que, sin ninguna duda, coadyuvará al crecimiento económico de los rosarinos.
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