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 sábado, 24 de junio de 2006  
Jardinería: un toque de distinción

El diseño del paisaje es una disciplina que requiere estar acompañada de un sólido conocimiento de las variables agronómicas, paisajísticas y medioambientales para llegar a proyectos efectivos y de largo alcance. Esto va de la mano con la planificación anticipada y la ejecución en tiempo y forma de lo proyectado: cada etapa de plantación tiene su momento ideal y una técnica específica para su mejor realización.

En el diseño y construcción de grandes espacios verdes asignados a urbanizaciones, entran en juego disciplinas diversas tales como la arquitectura y construcción, electricidad, hidráulica, comunicaciones y otras, que se encuentran en muchos casos íntimamente vinculadas al espacio verde y sus componentes, afectando en mayor o menor grado los efectos proyectados. La idea es integrar para lograr un efecto sinérgico donde el resultado de la reunión de esfuerzos genere un resultado superior a la suma de individualidades.

La jardinería es sin duda un arte, pero a excepción de algunos diseños con estilos orientales muy específicos, los pilares sobre la que se sustenta son al fin y al cabo las plantas y la manera en que se vinculan.

Así como un arquitecto no podrá abordar su obra si no conoce el comportamiento de los diversos materiales que la integran, un diseñador de paisajes tampoco podrá desarrollar eficazmente su trabajo si no ha experimentado prácticamente la adaptación de las especies a diferentes ambientes y su comportamiento agronómico-ornamental.

Muchos años sobre el terreno y una gran vocación hacia la naturaleza permitirán saber cuál es la verdadera expresión final que tendrán las plantas ornamentales en un ámbito definido. Esta respuesta puede cambiar rotundamente, incluso dentro del mismo predio donde está emplazado el espacio, por ejemplo, no tendrá igual respuesta un rhus sucedánea plantado a cielo abierto expuesto a vientos y amplios rangos de temperatura y humedad, que si se ubica en las calles de un barrio influido por construcciones y/o árboles ya instalados. Esta afirmación es válida para la mayoría de las especies.

Según Burle Marx, "el jardín es una obra viva, resultante de la combinación de diferentes formas, volúmenes y colores, a la manera de una pintura". Si aceptamos que el espacio verde es un elemento dinámico que se modifica con el paso de las estaciones, es obvio suponer que este proceso deberá considerarse íntimamente en el planteo que se aborde.


Caracter e identidad
Si se acuerda con los aspectos anteriormente considerados, primeramente habrá que focalizar el trabajo en el rejuvenecimiento de las estructuras decaídas, fitosanidad, nutrición vegetal programada y fundamentalmente renovar, crear o recrear nuevos lugares a través del diseño planteado.

La tendencia más frecuente es querer cambiar lo máximo posible y es aquí donde se cometen errores importantes. No necesariamente sacando y agregando cantidades obtendremos mejoras, lo importante es imaginar y llevar a tierra una nueva identidad, darle al lugar carácter y generar una "personalidad" que lo haga singular.

Es necesario obtener una imagen mental que actúe simulando los cambios que se van a realizar y visualizar el lugar con las nuevas ubicaciones e incorporaciones. Lo más importante es tener claro "el nuevo paisaje" para que la mente entrenada trabaje como un programa de diseño a medida. Hay que reflejar en el plano lo que va a ocurrir en la realidad. Generalmente esto no ocurre con las simulaciones provenientes de algún software.

La elección y distribución de especies con la integración de los elementos como espejos de agua, generación de pendientes del terreno (geoplastia), integración a la vegetación del lugar, sonidos y brisas se pueden fusionar para llegar a obtener una "danza" de colores, siluetas, texturas y aromas que darán al lugar características únicas. La pauta es crear nuevas sensaciones, revitalizar y "pintar".



Textos: Luis Fuster (ingeniero agrónomo), Gabriela Rinesi (diseño de espacios verdes) y Marcelo Serra (paisajista).
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