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sábado,
24 de
junio de
2006 |
La destacada de la semana
Rufianes y sociedad de consumo
Junto a quienes sostienen que "la prostitución es un trabajo", están los que piensan que "ninguna mujer nace para puta". Las primeras tienen su sindicato (Ammar, Asociación de Meretrices de la República Argentina, que forma parte de la CTA), su mártir (la rosarina Sandra Cabrera), sus dirigentes y sus militantes (se las suele ver con sus pancartas en las movilizaciones profeministas y de defensa de los derechos humanos). Representan principalmente los intereses de las meretrices "cuentapropistas", las callejeras, hasta ahora indefensas frente a los chantajes y las violencias de policías, rufianes y grupos que pretenden "moralizar" la sociedad asesinando prostitutas (como ha ocurrido en Mar del Plata y sucede en México, en Ciudad Juárez). Cansadas de agresiones, detenciones arbitrarias, coimeos y chantajes, se han unido para reivindicar su trabajo y fortalecerse en la defensa de su dignidad y derechos. Quienes estamos convencidos de que "ninguna mujer nace para puta" creemos legítima la unión, la defensa y la denuncia, pero pensamos que hay que destacar la influencia que tienen en la prostitución otros hechos importantes. Tal el caso de la pobreza, la marginación y el desprecio hacia las pobres, el que se las deje fuera de la educación y la capacitación laboral, el que no puedan aspirar a otro trabajo que no sea el servicio doméstico y las tareas más despreciadas y peor pagadas, el que su futuro se reduzca a someterse, sufrir y contemplar cómo muy pocos se quedan con gran parte de la riqueza producida por todos. Las ideas y valores predominantes en nuestra sociedad también aportan lo suyo, al convertir todo en una mecadería sometida a la compra-venta, incluyendo el cuerpo (sexo) de las mujeres. Por ejemplo la publicidad, que es una "vedette" del sistema y produce enormes ganancias, nos satura de imágenes de mujeres que con ropa y sin ropa nos inducen a comprar cualquier cosa y engrosar los beneficios económicos de los empresarios. Y no nos olvidemos de los "clientes", sin los cuales no habría prostitución. Clientes que tienen padres y madres que acuerdan con que sus chicos se inicien con meretrices (porque la mojigatería y el ocultamiento sociocultural prohíben la educación sexual, los servicios de salud sexual, y las relaciones espontáneas y seguras de los que comienzan a ejercitar su sexualidad). Y cuando son adultos, muchos de esos chicos tienen sus mujeres para procrear y el sexo pago para la gratificación erótica. Menos aún hay que olvidar a los rufianes. Son aquellos que explotan comercialmente a las mujeres y su sexo, respondiendo fielmente al modelo del empresario capitalista. En efecto, éste es el que posee imaginación y habilidad para convertir cualquier cosa en beneficio económico para sí mismo. El capitalismo no inventó la prostitución, pero actúa como un sostén fundamental. Y provee variados recursos (inmorales, pero legales) para extorsionar, explotar, expoliar y depredar recursos, tanto humanos como del medio ambiente.
Héctor Bonaparte, DNI 6.205.548
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