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 viernes, 23 de junio de 2006  
La hora de la verdad
El seleccionado argentino ahora deberá demostrar si realmente es candidato

Sin desmerecer lo realizado hasta el momento por el seleccionado argentino, y para eso alcanza con recordar lo ocurrido cuatro años atrás, ahora comienza a jugarse el Mundial. Hamburgo, Gelsenkirchen y Francfort ya son historia. El 2-1 sobre Costa de Marfil, el impactante 6-0 a Serbia y Montenegro y el 0-0 ante Holanda sirvieron para que el seleccionado argentino finalizara primera en el Grupo C y enterrara los fantasmas por la eliminación en Corea y Japón. Nada más y nada menos.

  Si se repara en aquel sonoro fracaso de 2002, que la Argentina haya accedido a los octavos de final con una fecha de anticipación no deja de constituir un hecho positivo, susceptible de elogios y loas. Ahora bien, ¿servirá de algo el auspicioso andar de la primera ronda si mañana el equipo queda eliminado ante los mexicanos?

  Definitivamente no. O, en todo caso, permitiría mejorar levemente el último antecedente. Algo que no daría ni para un descorche de champaña de compromiso porque la Argentina está en Alemania para intentar conseguir el tricampeonato mundial.

  El Mundial que se viene a partir de octavos será completamente diferente. Porque las definiciones serán mano a mano y en partidos que no darán revancha. El que gana sigue y el que pierde, se va. Así de lineal, así de crudo.

  El recorrido de ambos en la fase inicial y sus capacidades individuales y colectivas le otorgan a la Argentina carácter de favorito para llegar a los cuartos frente al ganador de Alemania y Suecia.

  El equipo de Pekerman superó con una comodidad casi impensada el filtro de la primera ronda que se suponía muy complicado. Le ganó con lo justo a Costa de Marfil, aplastó a Serbia y Montenegro con el mejor rendimiento que se haya visto en el Mundial y resultó levemente superior a Holanda pese al empate sin goles.

  A México, en cambio, todo le costó mucho más. Superó 3-1 a Irán en el debut, aunque estuvo lejos de convencer y pasó más de un sobresalto. Luego igualó sin goles frente a Angola. Y ante Portugal, un partido que debía ganar para no depender de terceros, cayó 2-1 y sin lugar para mayores objeciones.

  Así avanzó de ronda casi pidiendo permiso, más allá de que siguen siendo una formación cuanto menos respetable.

  Más holgada para superar la ronda inicial, con una riqueza individual superior y el peso de toda una historia que la avala, la Argentina está ante un nuevo desafío: el de empezar a demostrar, en la hora del “pierde, paga”, que el sueño mundialista es complejo pero también posible.


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