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domingo,
18 de
junio de
2006 |
El dueño del equipo
La selección tiene el sello inequívoco del pensamiento de
José Pekerman
Marcelo Androetto / Ovación Mundial (NA)
“El Mundial es para disfrutar”. El autor de la frase está haciendo realidad su deseo: tras la histórica goleada 6 a 0 ante Serbia y Montenegro, José Pekerman vive su hora más feliz desde que asumió como técnico de Argentina, hace menos de dos años, en reemplazo de Marcelo Bielsa.
En realidad, Pekerman está ganándoles por goleada la partida a sus detractores, que lo calificaban como débil de carácter y echaban un manto de dudas sobre su capacidad para dirigir a una selección mayor que necesitaba dejar atrás el estigma de la eliminación en primera ronda en Corea-Japón 2002, tras una carrera de entrenador exclusivamente en juveniles.
Hoy, la base del plantel que puso a Argentina en octavos de final está compuesta por mayoría de Pekerman's boys, jugadores que tuvo bajo su mando en las selecciones Sub 20 campeonas del mundo en Qatar 95, Malasia 97 y Argentina 2001. El técnico de 56 años está dando sobradas muestras de que no le tiembla el pulso a la hora de tomar decisiones.
Por ejemplo, el hombre es fiel a sus convicciones. Precisamente una de ellas es la flexibilidad táctica. “Hay una manera específica para ganar cada partido”, postuló cuando se lo cuestionaba acerca de su decisión de poner en el ataque en el debut ante Costa de Marfil a la pareja Saviola-Crespo, y dejó entrever que difícilmente repetiría el mismo equipo todos los partidos.
Saviola y Crespo le dieron la razón en la cancha, pero el mediocampo no lo conformó. Entonces se decidió por Luis González en lugar de Cambiasso para enfrentar a los serbomontenegrinos. Y cuando Lucho salió lesionado hizo ingresar al Cuchu y reacomodó tácticamente al equipo.
Pero tal vez el mayor mérito de José desde que desembarcó en Alemania es haberse sobrepuesto a las presiones para que Lionel Messi, en mayor medida, y Carlos Tevez, en segundo término, fueran incluidos como titulares. “A Lionel hay que llevarlo despacito”, dijo con buen tino. Y ante Serbia y Montenegro, a la hora señalada, hizo ingresar a Tevez y Messi para que convirtieran la victoria en un festival de goles y buen juego.
Como buen padre, está “orgulloso” de lo hecho por sus hijos, pero es consciente de que todavía falta mucho. Sereno, medido, creyente fervoroso de la religión del equilibrio, tanto en el fútbol como en la vida, Pekerman disfruta, nada más y nada menos, con su rol de hechicero para aventar viejos fantasmas.
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