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domingo,
11 de
junio de
2006 |
Yo creo: "Dos trenes que jamás chocaron"
José L. Cavazza / Escenario
La imagen muestra a dos trenes que corren a toda velocidad y que van a chocar uno contra el otro, frente a frente. Cuando sólo cabe imaginar la espantosa explosión, resulta que los trenes iban por vías diferentes y terminan por pasar una al lado del otro. El documental grafica perfectamente el explosivo encuentro que nunca resultó entre Miles Davis y Jimi Hendrix. El recuerdo aparece gracias a la pantalla de un televisor. Davis, el trompetista boxeador, y Hendrix, el rockero que escuchaba jazz. Davis, chiquito, pelo afro, pantalones azules, adornos psicodélicos, camisa roja y zapatos blancos, parado frente a 600 mil rockeros en el festival de la Isla de Wight, en 1970. Fragmentos mal editados de un viejo cassette VHS que seguramente serán superados por un DVD a punto de ser lanzado, con el concierto completo del jazzman en aquella isla tan rockera como británica. El escenario de Joni Mitchell, Procol Harum, Chicago, Emerson Lake and Palmer, los Doors, los Who, Jethro Tull, Leonard Cohen, Joan Baez y sobre todo de Hendrix, que dio su recital histórico. Pero ahora es Miles abriendo de cuajo el anochecer con su sonido eléctrico, masajeando la espalda al viento que entra desde el fondo del escenario y renace en el agujero negro de la trompeta. La tela borrosa de la pantalla, como sucia aunque amplificada, devora-cabezas y el sonido es lo único que importa. Sólo para él hemos nacido. Davis tumba los muñecos, ya no usa trajes de tela italiana y a medida; se convierte en un boxeador que provoca, que le canta con la trompeta a su héroe, Jack Johnson, con su sonido davisiano "a la Hendrix" pero de genuino jazz rock tan bien desplegado en ese escenario ícono del rock de los 70. Allí nomás, Hendrix a punto de arremeter con el mejor concierto de su corta vida. Y ni se cruzan siquiera, sólo queda una promesa para más adelante, algo que nunca sucederá. Un fotógrafo, ahora, instala como un rayo su sombra en la tele, mientras Miles suda la abstinencia y toma por asalto el festival del violero rabioso y enorme. Sí, negros héroes, negros heroína, negros distorsionados, negros queridos y muertos.
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