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domingo,
28 de
mayo de
2006 |
Lírica de austera densidad
Lisandro González
Poesía. "Estricta ceniza", de Leonardo Martínez. Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2005, 60 páginas, $18.
La categorización de la poesía como "regionalista" en muchos casos es una simple etiqueta que se formula desde el centro hacia la periferia -y en ese centro no sólo está Buenos Aires sino en algunos casos también nuestra propia ciudad. Entre sus caracteres, si bien se advierten ciertos rasgos distintivos, la simple ubicación geográfica resulta prevaleciente.
En el último libro de Leonardo Martínez, así como en el resto de su obra, encontramos elementos tales como la presencia del paisaje -no urbano-, la infancia, el tono nostálgico, lo que ha llevado a que su poesía sea considerada como vinculada a cierto regionalismo. Pero quedan dudas si Martínez, oriundo de Catamarca y residente en Buenos Aires durante los últimos quince años, de haber vivido toda su vida en esa ciudad, hubiera sido catalogado como tal.
Nacido en 1937, Martínez publica su primer libro recién en el año 1989 y desde allí en adelante desarrolla una particular obra que con cada nueva entrega se afianza y revalida un creciente lugar de importancia en la poesía actual de nuestro país, sin estridencias, con el solo decir de su palabra pedregosa.
En "Estricta ceniza", libro del cual algunos poemas habían sido publicados previamente en la Colección Testimonio de la editorial local Ciudad Gótica, la mirada de Martínez sobre la infancia y sus paisajes temporales pareciera oscilar entre el lamento del desgarramiento existencial y la añoranza entrañable por aquel universo, con una fuerte presencia del elemento mágico y del sensorial.
Si bien para el poeta "desde un comienzo toda historia empolla su disolución", ello no impide que se remonte a "cuando los veranos daban leches coloridas/ y los pájaros señalaban la fuga del invierno". Esta tensión le revela que "el mundo duele/ sin embargo canta en pariciones".
Justamente la cuestión del nacimiento -y su contracara- es una marca constante durante todo el libro, que comienza con el nacimiento de quien fuera el padre del poeta y finaliza con la mención a un "tibio paraíso umbilical", en torno al cual el poeta percibe que "el temblor ante la muerte/ es el mismo temblor ante la herida/ de la primera luz".
En lo formal, los poemas -escritos sin puntuación y divididas las oraciones por mayúsculas- poseen cierta carga narrativa y tienen una importante presencia de la primera persona. Dice sobre los mismos María Adela Renard que su autor "erige una calidad lírica sobria de austera densidad, que media entre la experiencia real lacerante y su vuelo metafísico." Y esta experiencia también da lugar a lo catártico, donde expone el poeta una angustia ancestral y confiesa que "como hijo baldado fui juntando/ los pedazos de vida/ caídos en los ríos/ que constantes vuelven".
También reflexiona sobre la poesía y la creación, específicamente en la sección "Las Palabras". En el primer poema de la serie -uno de los más logrados del libro- aborda la tradición, el diálogo generacional y la poética con una muy singular mirada.
De esta manera, en este nuevo libro Martínez confirma el rumbo profundo y trascendente de su poesía, con el trazo de su particular lírica.
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