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 sábado, 27 de mayo de 2006  
Intercambio
Puente de cultura
Gustavo Carabajal dictó un workshop en la facultad de arquitectura sobre un Museo en Venecia y advirtió sobre la falta de osadía de los estudiantes.Una cuestión de certezas

Aníbal Fucaraccio / La Capital

El arquitecto rosarino Gustavo Carabajal trabaja en Venecia y hace más de 10 años que organiza intercambios con profesionales jóvenes de Perú, Paraguay y Argentina. Carabajal estuvo recientemente en Rosario dictando un workshop (el Museo del Puente de la Academia) en la Facultad de Arquitectura.

La idea de venir a Rosario a presentar este trabajo surgió el año pasado a través de la secretaria académica de la facultad, Isabel Martínez de San Vicente. "Varias veces me habían invitado pero por una razón u otra no podía venir. Ahora se dio la oportunidad y pensamos hacer un workshop parecido al que realizamos en febrero en Venecia, donde participó la docente rosarina, Ana Valderrama", comentó.

La contribución de Carabajal es un factor de peso dentro de las instituciones. Así se puede verificar en la Universidad de Asunción donde su aporte permitió algo único para la realidad paraguaya, ya que fue el responsable de que por primera vez ese país tenga representantes en una bienal de arquitectura.

El profesional rosarino destacó que en el país guaraní tiene "amigos fantásticos", como Javier Corvalán y Solano Benítez, que lo ayudaron en esta empresa. Además, subrayó la presencia de Sergio Ruggiero, quien va a ser el primer doctor de arquitectura de Paraguay. Otro logro importante fue que consiguió la instalación de un master de planificación territorial para los países en vías de desarrollo.

- ¿La idea de los intercambios surgió como respuesta a lo que recibiste en tu formación en Rosario?

-Sin dudas que sí. Pero además siempre trato de hacer lo que a mí me hubiera gustado que me pase. Y como tengo las posibilidades, trato de hacer esas cosas. Por otra parte, también tuve mucha suerte porque las personas que fui encontrando me abrieron muchas posibilidades y espacios de expresión.

-¿Cómo es la respuesta de los alumnos?

-Ellos tratan de aprovechar esta chance. Además conseguimos una estructura que prescinde de mi figura y donde cada uno sabe dónde buscarse. Eso es muy positivo porque ya camina solo. Nosotros lo único que hicimos fue poner en funcionamiento una situación de intercambio que ya existía.

-Tuviste un fuerte acercamiento profesional a Paraguay y Perú. En tanto Rosario sigue siendo tu casa. ¿Notas inquietudes en común en toda Sudamérica?

-Las inquietudes son las mismas en Sudamérica y en Europa. Las expectativas son parecidas. Hay gente que ama lo que hace y otra que lo hace y basta. La accesibilidad a determinadas oportunidades hace la diferencia. Hay jóvenes con y sin entusiasmo en todos lados.

-¿Cómo elegís los temas de los workshops?

-Casi siempre por comodidad. Sobre todo porque tienen que ser cosas que estén armadas, ejercicios cortos y fáciles de administrar. Además deben tener una clave de lectura que los haga atractivos e interesantes. Más que un trabajo de arquitectura deben ser una oportunidad de cultura.

-¿En qué consiste el trabajo sobre el Puente de la Academia?

-Es un proyecto sin necesidad. Es un pretexto para reflexionar. El Museo Puente de la Academia es una estructura precaria que existe en Venecia y siempre se realizan proyectos sobre él. En este caso, buscamos una oportunidad de seguir pensando parte de la ciudad como posibilidad. Para mí, es una especie de vuelta cíclica porque vuelvo a trabajar sobre un tema que tomé hace 25 años, cuando Aldo Rossi fue director de la Bienal de Venecia y ordenó repensar ese puente, a través de proyectos de arquitectura y no como una obra de ingeniería.

-¿Encontraste planteos sorprendentes entre los estudiantes?

-En realidad no. Los chicos son muy correctos. Quieren hacer un ejercicio bien. Pero, a veces, tratando de ser tan correctos pecan por lo opuesto. No son osados, pero a veces son tan osados que son ignorantes. Y cuando digo ignorante es porque en realidad no saben lo que están haciendo. La cuestión es osar pero con las cosas que conocen, por pocas que sean. La idea es utilizar las herramientas que tengan para conseguir apuestas osadas. Los alumnos quieren demostrar que realizan buenos proyectos de arquitectura, cuando en realidad lo que tienen que demostrar es que son buenos proyectos de estudiantes de arquitectura. Es el tiempo de probar y proponer.

-Vos conociste la facultad de otra época y ahora regresás con este trabajo. ¿A que atribuís esa falta de osadía?

-Hay matices. Cada taller de arquitectura tiene claves de ingreso y de lectura totalmente distintas. Por eso es interesante este trabajo. Porque a algunos estudiantes les tenés que desarmar algo que ya tienen armado; y a otros les tenés que agarrar la trincheta, cortarles los cartones y apurarlos para armarles el proyecto porque se quedaron contando la historia. En definitiva, la falta de osadía no creo que sea un problema de ausencia de ideas. Me parece que es un problema de certezas.

-¿Cómo es eso?

-Me di cuenta con algunos grupos de alumnos de que ellos piensan que la innovación pasa por una cuestión de proponer cosas no vistas o poco conocidas. Buscan una idea que parece que debiera llegar por una vía casi divina. No son conscientes de que deben combinar las cosas que ya vieron y conocen de manera original. Esa es la clave.

-¿Por dónde pasa el momento de creación de un proyecto?

-La intuición es un momento de síntesis. No es una cosa azarosa. No se da a través de una varita mágica que algunos la tienen y otros no. En realidad, hay algunos que tienen una mayor capacidad de síntesis que el resto y que se decanta en un determinado momento. Cuando más experiencias se tengan y más cosas se conozcan, más fácil es poder utilizarlas de manera singular. Por allí pasa la osadía.

-¿Con qué sensación te vas luego de estos trabajos en Rosario?

-Me voy muy contento porque en la facultad hay una intención de darle continuidad a este tipo de intercambios. Son realmente muy interesantes y útiles para los estudiantes. Por ellos me voy feliz.
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