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sábado,
13 de
mayo de
2006 |
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Charlas en el Café del Bajo
-"Estimado senador Carlos Alberto Reutemann: algunas personas a las que conozco y que lo conocen, entre quienes hay quienes nada tienen que ver con la política, dicen que usted es una buena persona, inteligente y que ha hecho mucho por la sociedad santafesina y, desde luego, por el peronismo. Yo también lo creo. En mi opinión, usted es una buena persona, con talento que hizo obras para la provincia y que ayudó a salvar a un peronismo que en su momento estaba condenado por la insensatez de ciertos líderes. Como usted comprenderá, decir esto me significará a mí ser calificado, pero no me importa porque parafraseándolo a usted diré: «Lo único que me falta a esta altura de mi vida es que me preocupe lo que diga...». La verdad, a esta altura de mi vida y después de haber pasado tantas cosas (nada comparables con las sucedidas a otros semejantes) me importan mis hijos, la mujer que me ha acompañado en las buenas y en las malas, algunas personas muy queridas que me estiman y ese ser al que siempre nombro y con el cual tengo, sí, un gran compromiso: Dios. Pero no me iré por las ramas, seguiré diciéndole que usted, lamentablemente, ha sido en cierto modo víctima del egoísmo del adversario político. Un adversario que le endilgó y le seguirá endilgando cuanta cuestión ande dando vuelta por allí. Por ejemplo: la desgraciada y tremenda inundación en Santa Fe (en estas columnas y en otras hemos salido en su defensa con opiniones contundentes al respecto); que usted sea el responsable de que un buen juez, con más de 25 años de trayectoria en el Poder Judicial, haya llegado a la Corte y sea un lejano familiar suyo (pero olvidan que ellos tienen amigos que mágicamente llegaron a una cámara contenciosa, aunque guardan silencio) y muchas cosas más que no es del caso enumerar hoy..."
-Perdón Candi, se olvidan los adversarios del senador, y muchos otros, que fue el autor de obras que impidieron las inundaciones de barrios de Rosario, como las represas retardadoras del Ludueña, se olvidan de muchas cosas, por ejemplo...
-Déjeme por favor que siga leyendo la carta abierta al senador: "Pero presiento que si estas cosas del adversario le molestan, al mismo tiempo las comprende; es el juego de la política. Un pésimo juego, por supuesto, en el que siempre pierde el pueblo (aunque a veces aplauda feliz por desconocimiento de las cosas). Lo que no debe comprender usted, tal vez, es la actitud de ciertos compañeros suyos. Supongo, también, que le debe doler desde hace un tiempo observar cómo las rémoras peronistas nadan al lado del tiburón (usted) para ver si pueden comer algo de lo que queda en las aguas políticas. O dicho de otro modo, que le entristecerá observar la hipocresía que le va con el cuento de que usted debe ser el candidato, porque hay que salvar al peronismo o al pueblo, cuando en realidad lo único que quiere esa hipocresía es salvarse ella. Pero hay algo que le debe doler mucho más: la deslealtad".
-¡Uy, sonamos!
-"La deslealtad es un sentimiento tremendo en el que quien lo vive padece, si no está preparado, la soledad y el abandono de aquellos que creía a su lado en todo momento. Por supuesto que no me refiero a casos puntuales de deslealtad hacia usted, sería achicar demasiada la cuestión y dimensionar a figuras que, convengamos señor senador, de no haber sido por usted en el mejor de los casos tendrían hoy un Plan Trabajar. Sin embargo, le diré que no sólo los abandonados repudian a los desleales, sino aquellos a quienes estos pretenden servir. Julio César decía: «Amo la traición, pero detesto a los traidores». Y se conocerá la célebre frase de otro romano que le dijo a los vendidos: «Roma no paga a traidores». Esto es así porque nunca nadie confiaría en un traidor. Por eso Dante pone en el último de los niveles del infierno a Judas, no sólo por el hecho de que merece el mayor castigo al traicionar nada menos que a Jesús, sino porque el traidor no encuentra defensa de nadie, ni siquiera de aquellos que lo compraron o lo persuadieron. Ahora, señor senador, con todo respeto, quiero terminar esta primera parte de la carta diciéndole lo que usted seguramente sabe. Y lo que le diré ahora me dará pie para la segunda y última parte. Lole: hoy muchas personas se sienten solas y abandonadas, traicionadas. Estas personas pertenecen al pueblo, ese pueblo anónimo que transcurre sus días aguardando que alguien venga a rescatarlo". Mañana sigo.
Candi II
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"De ninguna manera podemos admitir que países que han logrado mayor desarrollo quieran trasladarnos la parte más contaminante de sus procesos industriales"
Néstor Kirchner
Fragmento del discurso pronunciado en Viena por el presidente de la Nación
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Instantáneas del Nunca Más
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