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 miércoles, 10 de mayo de 2006  
candi
Charlas en el Café del Bajo
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-Esta es la historia, queridos amigos, de alguien que ganó el Quini Seis, allá por la década de los noventa...

-¡Qué suerte! ¡Cómo le habrá cambiado la vida a esa gente! ¡Autos, casas, campos, viajes!

-No, no, espere. Yo dije que ganaron el Quini Seis y usted no me dejó terminar. Sí, ganaron, pero el premio jamás se lo pagaron y encima cuando reclamaron el pago judicialmente los jueces no sólo que ni hicieron lugar, sino que las costas (que me dicen que ascienden a unos doscientos mil pesos) las cargaron a esta pobre gente.

-¡Increíble!

-La verdad es que sí, increíble. Debo aclarar, antes de dar detalles de esta historia, que el hecho no corresponde a la actual gestión provincial, se remonta a varios años atrás cuando las jugadas no estaban informatizadas. Y debo decir también que yo soy un permanente defensor del Poder Judicial santafesino, lo que no quiere decir que no existan jueces que se equivocan. No obstante, en este tema las víctimas deben poner todas las esperanzas en la Corte de la provincia de Santa Fe, porque bien harían los jueces de primera instancia que tuvieron a su cargo este fallo en conceder un recurso para que sea la Corte la que finalmente dirima la cuestión.

-Resuma la historia.

-Voy a resumirlo: los apostadores van a una agencia y juegan. Debe decirse que al parecer al titular de la agencia la Lotería le había revocado el permiso, porque según me contaron tenía antecedentes y esto es incompatible con la reglamentación que exige la Lotería. Pero como en este país "hecha la ley hecha la trampa", se le pasó el permiso a un familiar, familiar éste que le concedió un poder al desplazado agenciero. Es decir no cambió nada. Aquí aparece la primera falencia estatal. ¿Dónde estuvieron los controles? Pues bien, esta gente va y realiza una apuesta, pero resulta que el agenciero no ingresa la misma a la Lotería. ¿Y qué sucedió? Que los números jugados salen.

-¡Por favor! ¡Qué alegría!

-Sí, y decepción después, porque no cobraron el premio. La Lotería argumentó que la apuesta no había ingresado y que al dorso de la papeleta estaba bien especificado en letra chica (esa letra chica que los tribunales de defensa de los consumidores han desmerecido por falaz y ardidosa) que no se pagaban los premios correspondientes a jugadas no ingresadas.

-Así que el poder concedente no se hizo responsable de lo que concedió.

-Los abogados que tomaron el caso descubrieron, por ejemplo, que muchas jugadas de otras provincias no ingresaban "porque el camioncito llegaba tarde".

-¡Esto ocurre en este país nada más!

-Y por supuesto la Lotería se negó a pagar el premio amparándose en la aclaración del dorso de la boleta y en el hecho "supuesto" de que todo podría haber sido una estratagema, un ardid de los apostadores y el agenciero. No voy a salir en defensa de nadie, pero parece que quienes apostaron son gente de trabajo y honesta, incapaces de pensar en semejante plan y que ahora están desesperados. Ahora fíjese qué incoherencia la del Estado: por un lado no pagan, pero por otro reconoció, según ha trascendido, que el agenciero incurrió en retención indebida" y por eso fue denunciado.

-¿¡Cómo!? Tildan por un lado al agenciero de retención indebida, reconocen el ilícito cometido por la agencia de la que es responsable la propia Lotería, pero se niegan a pagar el premio. ¿Cómo es esto? ¿Qué clases de respaldo y garantías daba entonces la Lotería, el poder concedente?

-Claro, es como si usted va a la agencia de venta de automóviles cero kilómetro, se le rompe el motor y cuando reclama a la fábrica terminal le dicen: "Arréglese como pueda".

-Y encima si pide justicia le dicen: "Pague la rotura del motor usted y además las costas y honorarios de los profesionales". ¿No es demasiado?

Candi II
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