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sábado,
22 de
abril de
2006 |
Memorias de un lector apasionado
A los 16 años, Jorge Raúl Salazar vivía con orgullo su oficio de cartero con dos repartos diarios en Victoria. Su trabajo era indispensable para el entorno familiar y las dificultades económicas superaban los sueños del joven que quería estudiar y sentía pasión por la lectura. Pero no todos podían terminar sexto grado en aquel momento. "Para mi familia era un gran sacrificio", recuerda hoy este hombre de 74 años que pidió el traslado a Rosario porque había escuelas nocturnas. Llegó en abril de 1953 y como las clases ya habían comenzado asistió un par de meses como oyente.
Ya como cartero en las calles rosarinas y viviendo en una pensión de San Martín al 1200, en 1954, pudo ingresar al Superior de Comercio. Al mismo tiempo se anotó en los cursos que ofrecía el Correo para quienes querían cambiar funciones.
Pero un lugar del Correo lo atraía en forma especial: la biblioteca. "No digo que fui una rata...pero más o menos", confía entre risas. Y dice que siempre pedía libros de literatura en general y que le apasionaba la colección de diccionarios Espasa Calpe, edición 1924, con sus correspondientes actualizaciones anuales.
Zalazar recuerda el salón de lectura al que a veces llegaba en ruido de los matasellos metálicos. En su opinión el público no conocía que había una biblioteca de la cual podía disponer, aunque la gente de los alrededores solía acudir con frecuencia. Hoy, a la distancia, evoca aquel espacio que le abría horizontes infinitos y del que heredó otra de sus pasiones, la filatelia.
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