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sábado,
15 de
abril de
2006 |
Opinión: No conocen su día después
Aníbal Fucaraccio / Ovación
La realidad deportiva de Rosario Central no es casualidad. Tampoco un capricho. Ni siquiera un dictamen de la adversidad. El actual escenario de acción canalla tiene más urgencias y angustias que puntos; y eso se produce como corolario de un camino de desarreglos institucionales y un crónico desatino en las decisiones de algunos dirigentes que hacen muy poco para jerarquizar la función que cumplen.
En ese lodo de desajustes transitan las dudas de su presente. Y así se vuelve muy difícil salir del terreno fangoso que impone el pelotón de fondo en la tabla de posiciones en el Clausura, con la irónica complicidad del temido promedio y la eliminación copera.
Sólo así se pueden entender los contrastes exhibidos por un equipo que cuando intenta traspasar fronteras con sus objetivos, desatiende su quehacer doméstico con la más preocupante de las indolencias. Sólo así se entienden políticas gasoleras y utilitarias que se contraponen con el apetito de los socios e hinchas. Sólo así se entienden las idas y vueltas en las resoluciones.
Y esto también se verifica en la construcción de las rutinas diarias. Central no sabe cómo se construye su día después -o al menos no lo comunica o lo hace mal- y eso destruye en lo inmediato la posibilidad de elegir con certeza un futuro más sereno y prometedor porque la actividad de mañana siempre es una incógnita.
Esto quedó evidenciado luego del partido del jueves con Atlético Nacional de Medellín, cuando Leonardo Astrada anunció en la conferencia de prensa que el entrenamiento de ayer iba a desarrollarse en Palos Verdes a las 17.30. Sin embargo, sin explicación alguna, la práctica se realizó por la mañana con un aviso selectivo a algunos medios de prensa.
Estas vacilaciones sistemáticas tampoco son casualidad ni capricho. Queda claro que los dirigentes no tienen obligaciones con la prensa. Pero sí con los seguidores de su equipo. Y en definitiva es casi lo mismo. Esta falta de respeto hacia algunas entidades periodísticas no hacen más que exaltar las gratuitas miserias de un sendero construido -desde hace tiempo- entre inútiles despropósitos. l
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